Desde hace varios años, la actividad turística sigue demandando la seguridad que se merece y necesita. Al tratarse un sector atomizado soy consciente de su dificultad, ya que su producción no solamente se basa en su estructura empresarial, sino que ésta, ha de ir unida a la seguridad integral de su entorno, para así alcanzar el nivel de competitividad deseado.
De esta realidad, nadie se puede
escapar por mucho que se intente. Por muchos parches y atajos que se utilicen, por
el “esta vez no me tocó”, por el “no es para tanto”, por las campañas
maquillaje, por los esfuerzos en acciones de RRPP y hasta con cifras de signo
positivo; la inseguridad afecta, aunque se disimule, porque el país y la
actividad aconsejan no generar más alarma de las que ya soportan.
En este escenario de clara
dependencia, la mayoría de las partes se ven desbordadas por factores que no
controlan, lo que da a entender que se sigue careciendo de las políticas
adecuadas. Y en este sentido, considero que la capacidad de interlocución del
turismo dentro de las instituciones estatales y federales, ha de verse
reforzada si se desea recuperar un prestigio, cada vez más cuestionado.
Interlocución turística basada en
propuestas novedosas que recuerden su complejidad y la doble necesidad de seguridad.
Superemos pues, esas actuaciones bienintencionadas pero carentes del barniz segur
- turístico necesarios, que se traducen en un sector que sigue soportando percances
ajenos e irresolutos. Soy de la opinión que, con un nuevo reparto de funciones estratégicas
y una diferente implicación turística, la calidad de vida y oferta de Quintana
Roo, tenderá a mejorar sustancialmente. El
reto, sigue pendiente…
Iñaki Garmendia Esnal
No hay comentarios:
Publicar un comentario