viernes, 22 de mayo de 2020

TURISMO, EN MODO GESTIÓN DE CRISIS POR EL COVID 19





En el momento que estoy escribiendo este artículo, las autoridades sanitarias han considerado oportuno que se acceda a la denominada “Fase 1” lo que supone alcanzar una cierta apertura en el confinamiento y con ello, ir cumpliendo otra serie de recomendaciones, que vienen impuestas desde las diferentes instancias gubernamentales, para acceder paulatinamente a la deseada normalidad.

Parece que se abre una pequeña vía de esperanza entre la ciudadanía y la hostelería y comercio, aunque sigue primando la preocupación y la prudencia. La situación sigue siendo incómoda y nos obliga a vivir encorsetados; lo que convierte a la actividad turística en algo inusual y contraria a su propia esencia. Todo ello nos exige poner en funcionamiento procesos de reinvención – adaptación al objeto de seguir ofreciendo lo mejor de nosotros mismos.
Pero, antes que todo, nuestros turistas desean disponer de una salud contrastada y sin fisuras para convertirse, si se da el caso, en nuestros futuros clientes.  Y esa “salud previa” esa; no se encuentra en nuestras manos y no la podemos ofrecer. De ahí que deseemos tener la certeza que, ni ellos ni nosotros, estemos infectados, lo que nos está obligando a hacer importantes esfuerzos, aunque parece que no son suficientes. 

Por regla general, les puedo asegurar que, el turismo es un sector que se ve muy afectado por cualquier tipo de inseguridad. Ha soportado y soporta presiones, trastornos y desórdenes de comportamiento que, mayormente, son encubiertos por el propio sector e instituciones, para no generar más alarmas de las que ya toleran. Pero con la llegada del Covid 19, cualquier maniobra turística embaucadora se convierte en algo inútil y desfasado.

Considero que nos toca pensar que, el sector está en crisis, en una “profunda crisis turística” que pone en duda o anula mucho de lo establecido y que nos orienta a tener que desarrollar una “profunda gestión de la crisis” para ir vertebrando todo un conjunto de movimientos novedosos y estratégicos entre diferentes a fin de ir mitigando su alta vulnerabilidad.
Dentro de esta gestión; creo que no tiene sentido analizar y adaptar solamente el entramado turístico en su totalidad; me refiero a las relaciones existentes entre destinos, transporte, mercados, intermediarios y TTOO, etc., etc. Este escenario nos está demostrando que, aun siendo un sector puntero, se tienen serias dificultades para hacer comprender y encajar la singularidad del hecho turístico en bastantes de las decisiones que se están tomando desde las instituciones nacionales e internacionales.
Por ello pienso que, desde una clara proactividad turística interna y externa, se han de identificar esas iniciativas y políticas que pueden “estar obstaculizando” su labor diaria y más, en tiempo de crisis. A las mismas, sería aconsejable dotarlas del necesario barniz turístico para ir reforzando nuestro entramado y sentirnos más sólidos y arropados. Iniciativas y políticas que, pasada la crisis, vendrían para quedarse definitivamente entre nosotros.
Con ello, la credibilidad y confianza entre la oferta y demanda irá en aumento, ya que existirá una mayor cobertura entre ambas partes, lo que hará más fluido el tránsito de las personas y su incidencia en la mejora social y, el tránsito de las personas – turistas como factor muy sensible de producción turística y de los servicios.  
  
Y es que, nos está tocando vivir un tiempo injusto y a la vez, de oportunidades. Y me baso en que nunca como hasta ahora, se había hablado tanto del turismo. Además de ser un buen momento para ir reparando en su auténtica valía.
En definitiva, El turismo se ha de querer más a sí mismo. Los nuevos acuerdos deben reforzar sus estructuras ampliando su abanico de interlocutores y fronteras. A la verticalidad institucional preexistente se le debe de facilitar el camino hacia una transversalidad social y turística, aunque para algunos siga siendo difícil de percibir.
Finalmente, la natural transversalidad turística ha tenido que hacer un esfuerzo adicional por la crisis del coronavirus pero, por favor, que siga haciéndolo como parte de su día a día, porque pueden surgir otras crisis que le podrán afectar nuevamente.




viernes, 8 de mayo de 2020

TURISMO Y COVID - 19; CIUDADANIA, SEGURIDAD Y CREDIBILIDAD.

La actividad turística está atravesando uno de los momentos más complicados de su historia. En esta crisis, ha sido uno de los primeros sectores en tener que bajar la persiana y, según todos los indicios, será uno a los últimos en recuperar la normalidad. Estamos pues, en una situación única que le obliga a alterar su modus operandi. Además, es tan singular la dispersión de sus agentes e intereses que, las decisiones que se van tomando parten de un escenario que podríamos denominar de impreciso.    
Así vemos que, de una actitud dubitativa, donde la crisis todavía no mostraba su verdadera dimensión; se ha pasado a un escenario más resolutivo con la puesta marcha de medidas adicionales. El ejemplo lo tenemos en la celeridad con que las empresas han ido incorporando ciertos servicios higiénico – sanitarios, con la aparición de “distintivos NO covid”, el desarrollo de campañas especiales dirigidas a levantar el ánimo, la búsqueda de apoyos financieros y al empleo, la tramitación y gestión de la crisis, etc., etc.
Paralelamente, y desde las instituciones se van desarrollando políticas activas y de contención, borradores sobre nuevos procesos de calidad, se ha ampliado la búsqueda de ayudas y fondos especiales, se están haciendo importantes esfuerzos para garantizar los viajes y la movilidad, además de verse incrementadas las relaciones transversales ente agentes nacionales e internacionales.
Pero parece que todas estas iniciativas no consiguen frenar la sensación de angustia que el coronavirus ha generado entre nuestros agentes. Y es que estamos hablando de un momento enmarañado donde la reactivación económica y social se ve como algo lejano y costoso.  
En este sentido sería aconsejable recordar que, junto a la estructura empresarial, existen países, espacios públicos y destinos que siguen siendo pieza fundamental en toda producción turística. Y estos espacios públicos también han de ajustarse a la nueva normalidad. Si no lo hacen, su maquinaria empresarial seguirá resintiéndose, aunque estén realizando ímprobos esfuerzos de adaptación.
En el otro lado de la balanza, se encuentra el ciudadano europeo al que le han dotado de un “chip” basado en la salud y el coronavirus, hecho totalmente trascendental, y que nos obliga a revisar nuestras pautas de comportamiento como sector.
Se trata de un “nuevo” ciudadano que, al convivir con ciertos lances se ha vuelto más cauto, previsor y garantista y que, es muy probable que “exija sin exigir” más servicios de los contratados y no solamente los vinculados a la salud.  Lo que no desea bajo ningún concepto, es que las limitaciones espaciales y de ocio que se ve obligado a tolerar en su entorno, se repitan en su destino vacacional.  
Por ello, está sugiriendo que se le dote de una seguridad supranacional, integral e integradora. Una seguridad que, sin perder su consabido carácter social, llegue a formar parte de los servicios en destino.
Y es que, para ir adquiriendo una nueva competitividad, habrá que incorporar procesos  “escasamente convencionales” para que formen parte de nuestro quehacer diario. Competitividad que tome como referencia las personas y una nueva ética turística. Con ello, se han de ir superando actitudes predecibles, argumentos escasamente convincentes e iniciativas de maquillaje que, en nada benefician a una credibilidad que decimos perseguir.  
En definitiva, creo que es momento de que gobiernos y organismos internacionales adquieran un rol mucho más concluyente en turismo y su seguridad. El fortalecimiento de la vertebración nacional y europea a través del sector turístico es uno de los retos que nadie puede obviar.
No creo que sea necesario recordar que, se trata de un sector muy sensible que nos hace vulnerables ante cualquier alteración de signo negativo. Lo estamos sufriendo. Pues eso…