jueves, 2 de diciembre de 2021

ISLA DE LA PALMA: DEL DRAMA A LA INMEDIATA OPORTUNIDAD

                             

En bastantes casos, la actividad turística se ve en el disparadero y ha de justificar sus cometidos y características ya que su propia naturaleza puede estar generando cierta incomprensión entre determinadas capas sociales y económicas. A ello se unen unos tiempos y escenarios desgarradores, donde sector y subsectores se han visto afectados por la alteración de unos entornos que, nadie lo olvide, son elementos fundamentales para su desarrollo.

Pero a su vez, se trata de un sector que, entre alguna de esas peculiaridades cabria citar, su gran capacidad para adaptarse a escenarios inverosímiles siempre que, vaya acompañado por un cúmulo de circunstancias.

Un claro ejemplo lo tenemos en la erupción del volcán de la isla de La Palma, donde una vez delimitados los posibles riesgos, esa fatalidad se convierte en un nuevo motivo de atracción con la consiguiente llegada de curiosos y turistas. Situación dramática y provechosa a la vez, que da pie a un debate entre los intereses del sector y su relación con ese tipo de momentos especiales, por cierto; debate inexistente cuando se trata de otros sistemas productivos.

Y es que lo que siente un visitante y turista contrasta con lo que percibe y pueden estar sintiendo sus habitantes. Turistas que, después de unos primeros momentos de regocijo, puede que domine en ellos el silencio y la introspección, dando paso a una posible “mala conciencia” por un disfrute basado en un escenario siniestro. Pero cabe adelantar a turistas y ciudadanos que, muy probablemente, este hecho se convierta en un motor de desarrollo amén de convertirse en un eslabón turístico y de los servicios de suma importancia para la recuperación de la isla.  

En este sentido, sería oportuno recordar los múltiples procesos que se han de dar para generar realidades ociosas, como en el caso de la erupción del volcán. Pensemos que detrás de esa experiencia y su posterior recuerdo inmaterial, existe toda una red de servicios perfectamente interconectados para que se produzcan esta u otras prácticas parecidas.      

Servicios que, forzados por los acontecimientos, se han de orientar hacia la reinterpretación y adaptación de una “nueva - misma isla”. Y es que esa ineludible acción de transformación le permitirá conservar a la isla de La Palma su esencia como el territorio y destino que siempre ha sido.   

Para que se vaya dando, se debería tener en cuenta el cambio experimentado especialmente en los países y mercados desarrollados, donde ha quedado de manifiesto la importancia de los nuevos estilos de vida, con un claro ejemplo en la curiosidad mostrada por unos visitantes ávidos de experiencias únicas, singulares y exclusivas.

En este sentido, considero que la isla de La Palma va a quedar marcada por dos claros elementos diferenciales; el previo y el que se ha creado con esta erupción. Su competitividad y su potencial integrador serán más grandes cuanto más grande sea esa diferenciación, algo que ya se vislumbra a través de las expectativas que sobre su futuro se van creando.

Así, la reapropiación y aprovechamiento de las zonas afectadas se ha de convertir en factor determinante de una competitividad sectorial basada en su necesaria conservación – reestructuración. Para ello, sería conveniente priorizar los usos y potencialidades de esa “nueva zona” apostando por su nueva funcionalidad y “monumentalidad” y su consiguiente retorno económico.

Por derivación, sería aconsejable el desarrollo de proyectos públicos claros y dinámicos que marquen los espacios y las nuevas condiciones de intervención socio sectoriales.

Finalmente, reiterar la gran capacidad que tiene el turismo para adaptarse a situaciones inverosímiles o improbables, donde escenarios muy degradados puedan convertirse en escenarios de oportunidades algo que, no va reñido con las economías agro- ganaderas existentes en la isla, sino todo lo contrario. Y es que, ciudadanos y visitantes comienzan a idealizar el futuro inmediato de la isla…