miércoles, 23 de marzo de 2011

Soluciones competitivas a los problemas de seguridad turística

Me voy a referir a un mal endémico, el relativo a la planificación de muchos destinos turísticos, que no tienen en cuenta factores vinculados a la seguridad de los mismos y de sus respectivos turistas, contraviniendo con ello las leyes básicas de los mercados.

Normalmente, dicha omisión hace que se consolide una convivencia y/o coincidencia, más o menos explícita, entre una actividad turística debilitada y todo un conjunto de realidades y escenarios de inseguridad, generando con ello fugas económicas y una clara improductividad sectorial.

Partiendo de este hecho, me gustaría intentar acabar con la idea que anida en muchos gestores turísticos, tanto públicos como privados, de que la utilización de herramientas en materia de seguridad turística es incompatible con la competitividad de los destinos turísticos porque argumentan que la mera aceptación de ciertas normas de seguridad turística puede generar ciertas taras a nuestros intereses y a nuestra imagen exterior.

Habitualmente se considera que la realidad turística y la mera mención de la seguridad son realidades que frecuentemente se repelen o entran en conflicto. Ello proviene de una postura clásica y acomodada en materia de gestión integral de los destinos, donde la mera mención de aspectos vinculados a la seguridad turística se toman como nocivos y alarmistas para la competitividad de nuestros respectivos intereses, tanto públicos como privados.

Sin embargo, estoy convencido que la competividad y la modernidad de los destinos turísticos internacionales, se irá incrementando siempre que se incorporen a los mismos procesos, también, de seguridad.

En este sentido, el conocimiento profundo y detallado de todo destino turístico nos puede dar innumerables pistas sobre los efectos que generan la violencia, la inseguridad y las crisis en esos mismos destinos.

Consideremos por tanto, que la mejora e inversión en materia de seguridad turística servirá para aumentar la competitividad de los destinos a través del desarrollo de experiencias y vivencias turísticas más seguras y placenteras. Con ello se compensará los costes de esa mejora, esto es, la implantación de ciertas normas integrales e integradoras en materia de seguridad turística.

Dicha norma de seguridad turística deberá centrarse en reducir los riesgos y los efectos negativos y en facilitar la innovación y la creatividad de los productos y servicios preexistentes. Con ello, tanto las empresas como los destinos turísticos deberán de concebir las mejoras en seguridad como una (nueva) parte esencial de su productividad.

La implantación de dichas normas en materia de seguridad turística se ve ralentizada por la escasa asunción de compromisos y responsabilidades, tanto desde la parte turística como de la no turística, desde lo público como desde lo privado, etc. Ello hace que la seguridad turística siga siendo vista como un tema tabú por muchos destinos, agentes e intereses turísticos, lo cual les aboca a una clara falta de competitividad.

Para evitarlo, en vez de obsesionarnos con saber cual es nuestra auténtica reputación externa deberemos de marcarnos el objetivo de crear destinos turísticos armoniosos, que generen riqueza y empleo, y para ello, el factor de seguridad integral ha de estar presente, aunque muchos eviten cualquier referencia al mismo.