domingo, 1 de diciembre de 2019

APORTACIÓN DE LA SEGURIDAD A LOS MOMENTOS CRITICOS DEL MEDIOAMBIENTE Y LA SOSTENIBILIDAD






Vivimos tiempos donde los problemas medioambientales y de sostenibilidad están a la orden del día. Escenarios cada vez más graves y preocupantes que hace difícil desatenderse de los mismos. Y claro está, la actual y futura actividad turística no es ajena a esta realidad. Garantizar la armonía y el equilibrio junto a otras actividades sociales y productivas; es y será una de los retos más decisivos a corto y medio plazo, para sus instituciones y sector empresarial.  
En este sentido, este clamor social y universal se va convirtiendo en un mantra y referencia desde el espacio local hasta el universal. Tendencia que irá obligando tanto a los países como a los mercados a revisar sus procedimientos y formas de desarrollo por la excepcional relación que ha de existir entre las comunidades, el medio ambiente y el sector del turismo. Por lo tanto, podemos hablar de un momento crítico, a la vez que cambiante y en permanente observación y análisis.  
En este momento, ¿tiene algún sentido seguir haciendo referencia a la seguridad estrictamente turística de los países y destinos, cuando se considera que ha de ocupar una posición menos urgente y preeminente? O, por el contrario, ¿la seguridad puede llegar a incidir en la causa y efectos del medioambiente y en la sostenibilidad de esos países?
Si profundizamos en el factor de la sostenibilidad en la actividad turística, cuesta extraer e identificar la seguridad en sus tres apartados; el económico, el medioambiental y el socio – cultural. Sin embargo, en este último y dentro de lo que podemos denominar el “mantenimiento de los equilibrios sociales”, podríamos incluir al factor de la seguridad de tipo social y sectorial.
Y es que la seguridad no es un objeto menor, ya que los riesgos ambientales y sociales están o pueden estarlo en los países – destinos; me refiero a impactos negativos que exigen de técnicas e iniciativas concretas de planificación y manejo de dichos momentos de crisis. 
Una seguridad que, si decae no sólo influye negativamente en dicho apartado, sino que por extensión incide en su factor económico y ambiental. Incidencia que se ve reflejada en la angustia de su ciudadanía, en el freno de la producción (turística), en el deterioro y baja utilización de los espacios y servicios existentes y, en una imagen - proyección que va decayendo, y donde se va imponiendo lo que denomino, “clima social negativo”.
Una (in)seguridad que, basada en unos desastres naturales y en la destrucción de sus atractivos y recursos, llega a alcanzar el apoyo y la solidaridad de la mayoría de los países y que, unida a la inseguridad generada premeditadamente por personas y dirigidas a las personas; hace que las ayudas y puesta en valor de servicios de seguridad integral sean más necesarios que nunca por una cuestión humanitaria y para poder restablecer la normalidad espacial, social y productiva.   
Si llegados a esta situación, se tiende a ningunear las necesidades de seguridad socio – sectorial; los países – destinos se verán abocados a sufrir carencias de difícil solución y recuperación. Por ello, y dentro de los objetivos de mejora, se debe superar la tentación de “involucrarse sólo superficialmente” en procesos de seguridad, por poder ser “más abruptos e impopulares” que el resto de los procesos de recuperación física y sociológica.
En definitiva, los países – destinos están sujetos a una serie de riesgos naturales y sociales con sus correspondientes impactos. No es posible que la actividad turística quede exenta de cualquier compromiso y responsabilidad ya que basa su producción en el uso estratégico de unos recursos y atractivos en buen estado. Cuando estos se ven deteriorados, el sector ha de hacer un esfuerzo suplementario sin esperar a que las instituciones realicen por si solas las mejoras necesarias. El no hacerlo, supondrá alargar los momentos de crisis e inestabilidad. Asimismo, y desde las instituciones, se ha de facilitar dicha implicación del sector en esos procesos de recuperación integral.

 



jueves, 7 de noviembre de 2019

LA SEGURIDAD; FACTOR DETERMINANTE DE CALIDAD DE LAS CIUDADES - DESTINO.



Algunas ciudades tienen la capacidad de cautivar a habitantes, visitantes y turistas debido a un conjunto de atractivos vinculados al ocio, la recreación y el tiempo libre que, unidos a una serie de estrategias y tácticas; les convierten en ciudades – destino y generadores de vivencias y economías de gran transcendencia para sus intereses. Paralelamente, también se ha de hacer constar que son ciudades que, por su naturaleza terciaria, dispersa y multidisciplinar se vuelven muy sensibles y vulnerables ante cualquier tipo de alteración y más, si esta es de signo negativo.
Ciudades que requieren “tratamientos a doble cara”, ya que se trata de espacios donde coinciden y conviven la ciudadana y los visitantes, lo que les obliga a desarrollar servicios públicos habituales junto a otros más específicos y diferenciados. Dentro de ese abanico de servicios, deseo hacer referencia al servicio de la seguridad, algo que llega a convertirse en factor determinante de calidad de vida y por extensión, de calidad de oferta turística y terciaria.  
En ese sentido, y lo he comentado varias veces, son espacios muy sensibles que, cuando carecen de la seguridad necesaria, tienden a volverse “insostenibles”. Así ven como se “reducen y encojen sus dimensiones y atractivos” porque los momentos y escenarios críticos son cada vez más frecuentes, lo que impide su normal uso y disfrute. Asimismo, el tiempo relacional, ocioso y de producción tiende a recortarse y por añadidura, la imagen y proyección de las ciudades – destino se van deteriorando.
Llegados a este punto, y si la gestión de “la seguridad a doble cara” sigue siendo básica o inexistente; la tendencia es que las ciudades - destino sufran desajustes y se vuelvan contradictorias en muchas de sus iniciativas y proyectos. Así, se dan casos donde el servicio orientado a la ciudadanía no encaja con las demandas de los turistas y viceversa
Ante esta tesitura, es muy habitual que se siga negando la evidencia, se vayan atrasando la puesta en marcha de nuevos procesos, se dejen aislados y con escasos contenidos las acciones de marketing y comunicación, se siga imponiendo lo cotidiano y en algunos casos, se llegue a afirmar que la culpa de todos los males la tiene el turismo. Como es de suponer, estas actitudes no garantizan las soluciones que los responsables, públicos y privados, persiguen en y desde su fuero interno.
Por todo ello, sería aconsejable interiorizar que los procesos de seguridad disponen de propiedades y fines de tipo social y productivo. Esa doble función, es la que le dota de una fortaleza estratégica que, sería conveniente no desdeñar. En este sentido, convendría tener en cuenta la actual configuración de la seguridad de estas ciudades ya que, al llegar a ambos colectivos de manera asimétrica, invita a su revisión para ir generando intervenciones más tratadas y ajustadas.
Y es que la singularidad del hecho turístico exige que, la seguridad preexistente se vea complementada por una serie de servicios transversales e interconectados a fin de hacerla llegar a la ciudadanía y visitantes, sin que ello suponga ni desafección ni privilegio alguno para ambas partes. 
Me estoy refiriendo a una seguridad que se base en hechos concretos y que vaya evitando los (grandes) contrastes entre la parte social y la sectorial turística, como signo de mejora y de competitividad a medio y largo plazo.
Finalmente, y para que esta seguridad llegue a fraguar, abogo  una vez más, por disponer de una gran capacidad de liderazgo e interlocución turística y "orientada a los diferentes". Liderazgo que no desatienda la modernización estructural que se precisa y que, además sea capaz de compartir su labor diaria, evitando posibles frenos corporativos ante este escenario de cambio en lo relativo a la seguridad ciudadana y del sector

jueves, 29 de agosto de 2019

SEGURIDAD. MAYOR CONCRECIÓN EN LAS POSIBLES SOLUCIONES





En artículos anteriores, he hecho referencia a la necesidad de buscar soluciones para afrontar la falta de seguridad en los destinos turísticos. Mencionaba el liderazgo del sector como factor determinante para mejorar la relación entre la producción turística y la seguridad. En una posterior entrega, escribía sobre la conveniente relación público - privada a la hora de gestionar los destinos, lo que comportaba la revisión del marco regulatorio, la superación de las barreras prestablecidas y con ello, concentrar la mirada en los procesos internos para tender hacia el desarrollo de nuevos diseños ministeriales.
Llegados a este punto, considero que las organizaciones ministeriales en materia de turismo, han de estar a la altura de lo que su actividad económica y social genera y produce. Y más, cuando ésta se ve coartada por la inseguridad. Se necesitan gobiernos con amplitud de miras en la que sus responsables dispongan de la sensibilidad institucional necesaria para ir reforzando sus estructuras. Gobiernos que tengan la capacidad de traducir su realidad sectorial en una (nueva) organización ministerial y con ello, no conformarse con el modelo tradicional heredado.
Hemos de pensar que la política y con ella la actividad turística y la seguridad, se está volviendo cada vez más compleja, lo que la hace más urgente su tratamiento. El objetivo de los nuevos ministerios turísticos, no es que se conviertan en pesadas estructuras verticales, sino que tuvieran la facultad de ser elásticas, transversales y con menores costes organizativos. Modelos que, partiendo de su quehacer diario, tengan la capacidad de proponer y de trabajar en proyectos compartidos, ya que la actividad turística y su seguridad así lo van exigiendo.
Por lo tanto, se han de ir superando esas posturas del que “esto siempre ha sido y se ha hecho así”, resistentes al cambio y que no quieren perder sus espacios de influencia y de confort. Además, se ha de intentar superar esa otra frase tan manida,” La actividad turística es una prioridad nacional” y que, normalmente, no deja de ser una mera declaración de buenas intenciones. 
Unas iniciativas y proyectos compartidos con otros ministerios, donde la referencia de las demandas de la sociedad y de los turistas en materia de ocio y de recreación han de disponer de la cobertura y de los procesos en seguridad que se les supone. Cobertura preventiva y paliativa, por una cuestión compasiva, de generación de riqueza y de credibilidad como país y destino.
El no disponer de dicha cobertura o que la misma se efectúe parcial y separadamente, donde cada ministerio asume su implicación puntual y hasta en escala, y no dentro de un contexto de red de servicios entrelazados; hará que el país - destino carezca de la competitividad y del poder de atracción entre su ciudadanía y entre sus turistas y visitantes.
Con esta propuesta de ministerios turísticos horizontales y en conexión permanente con otros; no se persigue que el ministerio de turismo se convierta en un nuevo ente policial, judicial, de salud, de transporte, etc., etc., sino que los servicios que estos generan, tengan en cuenta la necesidad de extrapolarlos a esa población flotante que representan los visitantes y turistas y más, cuando acecha la violencia e inseguridad.

Finalmente considero que, para disponer de la fluidez necesaria en las relaciones interministeriales, se ha de dar la confluencia, y se reitera, entre el liderazgo de la clase política y las estructuras administrativas existentes. Liderazgo que no desatienda la modernización que la administración precisa y que, además disponga de una estructura profesional y administrativa que sea capaz de compaginar y compartir su decisiva labor diaria superando con ello, posibles frenos corporativos ante cualquier escenario de cambio en lo relativo a la seguridad ciudadana y del sector. 




martes, 20 de agosto de 2019

SOLUCIONES PARA LA SEGURIDAD SOCIO – TURISTICA


Las realidades de los destinos turísticos condicionados por la violencia e inseguridad, parten de circunstancias diferentes de las que se dan a entender desde el sector y sociedad. Eso es algo que a veces no gusta y, por ello, difícil de ser admitido entre los propios responsables del sector y del país.
En estos escenarios, y teniendo en cuenta la urgencia cortoplacista del sector afectado, no es extraño que prevalezca los eslóganes con propuesta muy concretas y positivistas. Consideran que el uso de dichas tácticas de comunicación, les permiten ahorrar esfuerzos a la hora de buscar soluciones sobre el entorno inseguro al que pertenecen o representan.
Sin embargo, los responsables de la promoción y del marketing se sorprenden de que determinados mercados y clientes no admitan como buenas o duden de sus mensajes y comunicados. El procedimiento para alcanzar una real o hipotética solución tendría que basarse según mi opinión en:

·         La necesaria presencia turística a la hora de gestionar la seguridad social y sectorial.  Teniendo en cuenta que los escenarios inseguros influyen de facto en el sector, el país ha de interiorizar que la seguridad no debe de estar unitariamente configurada, ya que influye de manera asimétrica en los diferentes sectores sociales y productivos. Esta causa negativa para el sector ha de dar paso a intervenciones mucho más definidas teniendo en cuenta lo que representa a nivel social y económico.

·         La necesaria revisión del marco regulatorio existente. La presencia turística comentada, ha de dar paso a una revisión de las relaciones, donde los gobiernos han de permitir la modificación de los poderes, superando con ello, las reglas establecidas también materia de seguridad. Y es que no es ninguna herejía plantearlo teniendo en cuenta la lacra que supone y soporta el sector. Por ello, cuando se habla de la necesaria revisión se debe de pensar en los valores de un sector clave en muchos países y de la necesaria negociación política interna.   

·         La superación de barreras preestablecidas. Plantear como condición innegociable que la seguridad de los países y destinos, con sus causas y efectos, tenga un perfil puramente vertical; seguirá dificultando el acceso a una verdadera solución, así como su mutuo entendimiento. ¿Por qué no intentar algo que enriquezca la actual distribución de poderes que se da en los gobiernos? Algo que no sólo gire en torno a la seguridad establecida y al escaso protagonismo del sector. Una vía que reconociera las vicisitudes que soporta el sector y que, a los ministerios de seguridad e interior les abriría un espacio más integrador mientras que al sector, se le iría reconociendo un papel más activo sin que ello suponga, poder tomar decisiones finales en las políticas de seguridad de sus respectivos países. Así, los ministerios de seguridad llegarían a admitir la necesidad de una implicación más personalizada en “seguridad turística” y por su parte el sector, vería con agrado la percepción más actualizada que va teniendo entre su propia ciudadanía y mercados.

  
Todo ello, exige concentrar la mirada en procesos internos, ya que la solución al problema de la seguridad de las naciones y por extensión de los destinos turísticos, anida en el interior de los mismos. Como lo he comentado en varias ocasiones, los esfuerzos de maquillaje en marketing, la utilización puntual de ciertas cifras positivas, la mera reacción ante actos y escenarios violentos; no garantizan las soluciones que todo responsable persigue en y desde su fuero interno.
En ese sentido, se debería de tender a gobiernos que asuman con fluidez nuevas arquitecturas ministeriales, donde se puedan combinar ministerios clásicos con ministerios con nuevos servicios derivados de las nuevas prioridades, entre ellas las turísticas y de seguridad social y sectorial. La (in)seguridad exige flexibilidad y una amplia visión e interpretación de la realidad. El reto sigue presente.  



martes, 4 de junio de 2019

SOLUCIONES ANTE LA INSEGURIDAD; CUESTION DE LIDERAZGO




Cuando un país convive con la violencia e inseguridad soporta una serie de efectos negativos que se pueden cotejar rápidamente. Junto a los económicos y de imagen, suele ir aflorando, el cansancio, hartazgo, confusión y mucho desconcierto.
Por derivación se desarrollan iniciativas normalmente voluntaristas pero insuficientes, lo que hace que crezcan las dudas e incertidumbre y que se vaya consolidando un “sesgo de cotidianidad” bastante preocupante.
En este escenario, sería aconsejable que las entidades turísticas no perdieran el rumbo y apostaran por mantener y/o recuperar su deseado nivel de competitividad. Para ello, considero que se ha de profundizar en el desarrollo de una función esencial; la que denomino “binomio de innovación y seguridad” además de tener muy presente la incómoda posición de la que se parte.

Entendiendo el “binomio de innovación y seguridad” como el desarrollo de mejora en los métodos del tratamiento de la seguridad y de la prestación del servicio, donde la singularidad y demanda específica turística ha de estar presente. Con ello se conseguiría controlar el coste de la seguridad con fines sociales y disponer de una seguridad turística, que se convertirá en uno de  los baluartes más fiables, si ya no lo es, del correspondiente sistema de producción nacional.
Para que todo ello se vaya dando, será necesario desarrollar una clara posición de liderazgo a fin de alterar el ambiente decaído existente en muchos países y sectores. Un liderazgo que sepa discernir entre el difícil camino a tomar y los “milagrosos atajos” que normalmente, habitan en muchas mentes. 
En este sentido los gobiernos, ministerios de turismo o estructuras similares, deben de convertirse en auténticos líderes capaces de catalizar y estimular la actividad, también y sobre todo, en tiempos y escenarios de crisis.

Liderazgo que deberá tener en cuenta la estructura organizativa gubernamental de la que se parte, la negociación y el apremio ante otros ministerios y colectivos, lo que supondría el ir superando los habituales procesos de mejoras operativas que se dan en la seguridad de muchos destinos. Se trataría de interiorizar y exponer que la seguridad turística parte de una posición muy sui generis lo que exige y deseo reiterarlo; que tenga un encaje real y multidisciplinar en las políticas de seguridad de las naciones.
Para ello, se han de ir estableciendo nuevas normas reguladoras que permitan al sector maniobrar con mayor destreza y profundidad y con ello, llegar a compartir con la sociedad las mejoras que se vayan alcanzando.

En este sentido, los  ministerios de turismo han de transmitir las aportaciones que pueden tener en la mejora de la seguridad, para ir creando un mayor y mejor marco de empleo, de generación de riqueza, de fijación de población, y de producción y exportación.
Pero atención, y teniendo en cuenta el papel de otras áreas gubernamentales, desde donde se priorizan sus intereses frente a los del sector; sería aconsejable disponer de una equilibrada visión intelectual que actué de balanza y dirija la estrategia y su respectiva implementación. 

Y es que se trata de ir provocando el desarrollo de escenarios regenerados como lugares que permitan acelerar el ritmo social y de los servicios. Esa doble exigencia en materia de seguridad no debe de alarmarnos y suponer freno alguno, ya que permitirá que las mejoras en las prestaciones públicas sean más rápidas y visibles en calidad de vida y competitividad. 
Recordemos que, los turistas regresan a sus lugares de residencia; las reformas quedan en el país – destino. Reformas en infraestructuras, equipamientos, servicios y también, en lo relativo a la seguridad.

Ni que decir tiene que, de nuevo la imagen y credibilidad de los países - destinos se verían altamente beneficiados al disponer de mayor rigor y contenido argumental, algo decisivo a la hora de fortalecer la marca nacional en el exterior. 


miércoles, 15 de mayo de 2019

EL USO DEL MARKETING Y DE LAS RRPP EN LOS DESTINOS INSEGUROS




Ref: Educa Business School


Por lo general, los destinos turísticos utilizan esquemas y frases muy concretas para facilitar la  comprensión y proyección de sus respectivas realidades socio – sectoriales. Esquemas y frases que normalmente parten de ideas preconcebidas, que obedecen a lo establecido y que permiten ir construyendo un “poso social y turístico” en el que se apoyan sus intereses y tácticas.
Pero la utilización de contados o pocos estereotipos no hace sino menoscabar otras realidades nacionales y sectoriales y su proyección entre los mercados internos y externos.  Y es que se ha ido imponiendo una “realidad parcial” que se utiliza como la más “lógica y auténtica” sobre todo, cuando se vive en escenarios de violencia e inseguridad, tanto de gran como de escasa repercusión.
Con ello, se desea alimentar un imaginario colectivo, un sentimiento de identificación (turística) con una determinada descripción de la realidad de ese país o destino. El sector persigue la construcción de un mensaje en la que sus destinatarios lo admitan y se identifiquen con él. Paralelamente, y desde ese mismo país, puede que se estén  propagando  otros mensajes sobre realidades de violencia e inseguridad que nada tienen que ver con los anteriores.
Ambos esferas intentan ganar prioridad ante “el otro”. El sector intenta captar turistas evitando cualquier referencia a la violencia y por otro lado, se sigue luchando contra esa violencia con desigual resultado; lo que genera un desencuentro entre los promotores turísticos y las otras realidades sociales. Y así se va germinando el “estás conmigo o contra mí” dentro del propio país y también ante los intermediarios y mercados.
Es por ello que muchos debates internos están marcados por estas posturas llamémosle, engañosas. Y es que se parte de dar prioridad a la seguridad nacional ante la seguridad turística o viceversa, cuando ambas son inseparables. 
Esa dicotomía no hace sino que frenar las políticas y compromisos ante posibles duplicidades, ante el desarrollo de nuevas estrategias y con ello, evitar el tratamiento de cuestiones más complejas y precisas. Desde cada parte, se persigue que su respectivo relato sea claro y conciso, que no desquicie y que no nos hagan esforzarnos en la necesaria reflexión. En definitiva, se persigue “mi prioridad inmediata e incondicional ante el otro”. Todo esto no hace sino fortalecer la verticalidad institucional que en nada favorece la búsqueda de la tan preciada seguridad transversal, integral e integradora.  
Para superar estos escenarios, es necesario que ambas partes perciban la necesidad de colaborar. Interiorizar que la diferente valoración que se otorga a la seguridad nacional con respecto al sector turístico ha de dar paso a un mutuo beneficio, admitiendo carencias y errores, superando determinadas fijaciones, descubriendo puntos ciegos en el país - destino, así como tener la valentía de adoptar la perspectiva “del otro tan diferente” para definir qué se puede ofrecer desde ambos lados. En definitiva, atrevernos a desechar lo establecido en materia de seguridad, algo que obedece a la versión parcial de ciertos colectivos, mediante la participación activa, donde podamos equivocarnos y permitir que nos puedan convencer y aportar nuevos puntos de vista.
Todo ello se traducirá en la aparición de países y destinos con un tejido más rico en matices, mucho más elásticos y adaptados y con mayor facilidad para la búsqueda conjunta de la mejora en seguridad.
Todo un trabajo previo, interno y discreto, pero no por ello menos urgente y necesario, que dotará a la promoción y a las acciones de RRPP de unos contenidos mucho más sólidos y convincentes, lo que facilitará un mayor vinculo con los mercados, superando las suspicacias que actualmente se generan entre muchos de ellos. 




miércoles, 24 de abril de 2019

COMO SUPERAR LAS ACTITUDES TOXICAS DE LOS DESTINOS




De forma expresa, y a través del conjunto de artículos colgados en este blog, he intentado transmitir mis conocimientos y opiniones sobre la inseguridad, basándome sobre todo en el comportamiento de los agentes, colectivos e instituciones turísticos y colaterales. Y deseo continuar haciéndolo, ya que determinadas formas de gestión pueden llegar a convertirse en contrarias y hasta tóxicas para los objetivos que se declaran perseguir.

Esa peligrosa y en muchos casos, “inconsciente toxicidad” parte de una violencia negativa e injusta con el sector, lo que genera que la mayoría de sus responsables:

·         Deseen escuchar solamente opiniones positivas del destino.
·      Utilicen reiteradamente estudios y tácticas donde se reflejen “afirmaciones positivas sobre el sentir general” y, a ser posible, sin que nadie les contradiga.
·     Adopten una conducta que no expresa claramente estar en desacuerdo con otras posibles vías de intervención, evidenciando una actitud de resistencia y de ralentización
·    Consideren que se puede mantener la zona de confort y la fidelidad de los mercados con los automatismos ya existentes.
·         Estén convencidos de que los hechos violentos se han de ceñir a sus objetivos.
·     Veneren la seguridad integral pero sigan sin definir sus (nuevos) métodos y colaboradores externos. 
·     Por otro lado, el espectro turístico no deja de ser corporativo, bastante endogámico y remiso a relacionarse con otros agentes sociales.
·         Asimismo, existen otros colectivos e instituciones que también dan muestras de corporativismo, de endogamia y siguen siendo remisos a entenderse con el sector y a su alta dependencia de la seguridad. 

En definitiva y entre sus agentes:

ü  Se va consolidando una percepción deformada entre lo que se desea y la realidad integral del sector - país, lo que les causa enormes frustraciones.
ü  Se van habituando a todo un conjunto de actitudes perjudiciales que les hacen recelar de casi todo, pero en el fondo, tienen una gran necesidad de ser aceptados.
     

Para que estas actitudes vayan siendo sustituidas por otras,y con ello, ir superando los frenos y la “toxicidad establecida”, sería conveniente que:

Ø  La búsqueda y consolidación de la auténtica seguridad integral obligue a modificar los hábitos y las relaciones establecidas.
Ø  Se ha de evitar que la implicación por la seguridad se convierta en un episodio incómodo y que pueda ser manejado por meras “iniciativas de maquillaje” y de corto recorrido 
Ø  El escenario perverso que supone la inseguridad, ha de ser combatido desde la objetividad porque se pretende alcanzar la mayor credibilidad y virtud posibles entre la sociedad, los mercados y las personas – turistas.
Ø  En la ofensiva por la recuperación de la seguridad ha de primar la armonía para que, las tesis que provienen de otras esferas, estilos e intereses, posibiliten el engarce entre sociedad y sector. Desarrollo de novedosas evaluaciones que superen la actual falta de consideración.
Ø  Para doblegar la inercia negativa que soportan muchos destinos es aconsejable templarse, dotarse de voluntad de dialogo y rebatir y, así evitar prejuicios, ofensas y quejas.
Ø  Templarse para no contribuir con más agresividad a la agresividad que ya sufre la actividad por la violencia e inseguridad.
Ø  Evitemos responder a los ataques e incomprensiones, ni siquiera con ironía. Pero a la vez, se ha de ser capaz de exponer y centrar la realidad y el contexto socio – turístico.   
Ø  Es aconsejable poner freno, no solamente a las alertas que causan la inseguridad entre los mercados sino, a las propuestas y argumentos de insuficiente valor y ética que frecuentemente se presentan desde los destinos.
Ø  En lo relativo a “lo que hay que decir y lo que hay que callar”, es muy probable que todas las partes se pongan de acuerdo pero, eso no les exime de tener que forjar hechos y argumentos mucho más sólidos y convincentes.

En definitiva, la violencia es tóxica y genera reacciones tóxicas entre los que se ven afectados por ella.
Pero a partir de ese principio, el menor grado de toxicidad en las actitudes e intervenciones del sector; garantizan un mayor nivel de credibilidad, algo fundamental en todo país – destino competitivo. 
Es una apuesta necesaria para superar la violencia e inseguridad. La clave sigue estando en el país y destino, entre todos sus agentes, sociales y turísticos.  


lunes, 8 de abril de 2019

SUPERAR LA ANSIEDAD QUE GENERA LA INSEGURIDAD EN EL SECTOR





En la mayoría de los destinos el estigma de la inseguridad se ha ido convirtiendo en uno de sus trastornos más acuciantes aunque, en algunos casos, la percepción externa no sea lo alarmante que llegan a considerar sus responsables turísticos.
Además, se va extendiendo una visión colectiva sobre la incidencia de la seguridad en la producción de experiencias y servicios turísticos.  A las ya reconocidas acciones de promoción y de relaciones públicas, se van uniendo otras estrategias para evitar ser rehenes de esa violencia que tanto afecta. Se trata de procesos de mejora para superar el tabú y los trastornos emocionales que soportan muchos agentes público - privados.
En este sentido, lo que se persigue es que “se bucee en nuestro propio yo” algo que,  habitualmente se evita por temor a nuestra fragilidad y por creer que somos y estamos en peores condiciones que el resto de los destinos e intereses. 
Dentro de este contexto, y a la utilización de argumentos de seguridad turística y mercantil, sería conveniente añadir la visión de otros campos que tengan la capacidad de motivar mediante nuevos alegatos.  
Y es que se debe interiorizar que la falta de seguridad es un  problema más complejo de lo que se piensa. Por ello, y si no se suman aditivos, el embalaje de la seguridad turístico – mercantil se convierte en un asunto poco atractivo que es rechazado reiteradamente.  
Inseguridad y su correspondiente ansiedad que conviene diseccionar para definir el mejor tratamiento posible. Así y ante esa ansiedad que nos domina:
·      Debemos centrarnos en la incidencia que la inseguridad genera en nuestra personalidad, conciencia y forma de comportarnos. Ante esa inestabilidad que parece que no tiene prisa en desaparecer y nos hace más inseguros y dubitativos; intentemos tomar las riendas aunque sea dificultoso. Por favor, y sobre todo, admitamos que tenemos un problema. Así de simple y de sencillo.
·   Debemos centrarnos en lo que condiciona nuestro interés profesional. Analizada la situación, es posible que la raíz del problema no sea turístico, sino más bien social o de otra naturaleza. Pero, ¡¡¡es nuestro problema!!! ¡¡¡no huyamos!!! No engañarse, y ser consciente que la situación. Se ha de realizar un esfuerzo añadido y por favor, que no sea ni testimonial, ni basado en una dejación de funciones ni esté lleno de evasivas.
·   Debemos centrarnos en las relaciones que se han de crear ante esta situación de inseguridad. Utilizar las herramientas y técnicas de destinos sin violencia no son suficientes y su reiteración no nos lleva al escenario deseado. Con ello, el comportamiento sectorial clásico se convierte en una “postura tóxica” para si mismos. Se han de identificar otros agentes y redes que nos apoyen. Ellos también necesitan de nuestra compañía.
·    Debemos centrarnos en la alteración que se da en el entorno y en la implicación del sector. Ese país – destino contiene los atractivos que forman la base de nuestra producción y que pueden verse alterados – no alterados, por lo que debe de primar la intervención en su entorno socio - sectorial. Y es que sigue  estando en juego la generación de una mayor calidad de vida, de oferta, empleo y riqueza.
·       Debemos centrarnos en una comunicación con contenidos más fiables y resolutivos. Por ello, la vulnerabilidad existente no debe de convertirse en una oportunidad permanente de marketing. La innovación deberá dar paso a una mayor gama de productos y de servicios, reflejando comportamientos emocionales, la renovada actitud profesional, la nueva red de colaboradores y la apuesta por un entorno más controlado y generador de nuevas oportunidades.

En definitiva, la ansiedad basada en el temor y en el inmovilismo deberá de dar paso a un nuevo compromiso, lo que reforzará nuestra autoestima y credibilidad personal y profesional. 


martes, 26 de marzo de 2019

LA CENTRALIDAD TURÍSTICA COMO MEJ0RA DE SU SEGURIDAD



Para ir conociendo algunos de los motivos por los que la actividad turística y su factor de seguridad no son reconocidos como se merecen; me voy a remitir a una frase que es utilizada con bastante ligereza; “Todo es turístico”.
Es una frase que, desde bastantes instituciones y con más asiduidad de la deseada, se emite para justificar las diferentes posturas que se toman en el desarrollo de sus respectivas políticas turísticas.
Una frase que por sí sola permite justificar que, toda mejora en las infraestructuras y equipamientos del país supone una mejora directa en la actividad, obviando las necesidades y exigencias propias del sector; una visión que normalmente va unida a destinos con escaso arrojo y protagonismo turístico.
Por otro lado, la frase también es utilizada cuando las mejoras se realizan primando la actividad sectorial frente a las particularidades y demandas sociales. En este caso podríamos hablar de destinos de fuerte impacto, desarrollo y cuasi monocultivo sectorial. Una frase que, en definitiva, refleja “lo propio y su contrario”. O sea que “toda iniciativa social mejora la actividad y viceversa”.
Ello nos va trasmitiendo una débil concreción; desde lo social hacia el sector y de éste hacia la sociedad donde se ubica. Y es que en el fondo, y teniendo en cuenta la coincidencia, espacial y temporal, de la ciudadanía con los turistas y visitantes, es muy probable que se sigan teniendo dificultades para discernir donde comienza lo social y termina lo sectorial y; no digamos cuando se trata de escenarios con violencia e inseguridad.
Por lo tanto, esta relación – no relación no es tan fluida como muchos suponen o desean suponer, sino que hay algo forzado e incomprendido entre ambas partes lo que dificulta el desarrollo y aceptación de un sector que llega a ser percibido como “aséptico y difuso”.
Pero admitamos que el centro de las políticas de un país puede que no sean las propias del sector pero éste, como parte de esa sociedad debe de tener su correspondiente y armoniosa cabida. Por ello, las instituciones han de facilitar el desembarco y ubicación de un sector singular y no dejarlo desatendido y menos, cuando la inseguridad existente le puede afectar de manera desproporcionada. Y es que se trata de preservar la seguridad de la sociedad y como tal se ha de intervenir pero, sus instituciones también se han de inmiscuir sobre esa “desproporción” que la violencia genera en el sector.

Hacerlo básicamente, nos ubicaría en un bucle de difícil salida. “La responsabilidad es de la sociedad y sus instituciones”, “la responsabilidad la tiene el sector y los turistas”, “los turistas no deben de tener un trato de privilegio”, “la seguridad ciudadana es suficiente”, “el sector ya aporta más de lo debido”, “este es un país seguro”, nada de alarmismos”, “a nosotros no nos compete”…

 En definitiva, se pretende que los países – destinos preserven la seguridad como un bien prioritario superando ideas y prejuicios que pueden estar muy asentados y que dificultan el inicio de procesos lógicos a la vez que inhabituales.
En este sentido, la consabida delimitación de funciones y cometidos en la mayoría de las instituciones ha de dar paso a una mayor transversalidad so pena de que, todas las partes vayan perdiendo competitividad particular y colectiva.

Por lo tanto, se debe de mejorar las capacidades organizativas para evitar los nefastos efectos que la inseguridad genera y que nuestro “inconsciente desatino” posiblemente esté ayudando a crecer. Deberemos dedicar más energías a combatir las incomprensiones internas.
Y por favor, no nos engañemos. Si el sector y la sociedad llegan a alcanzar la centralidad deseada; externamente no existirán “ni complots ni feroz competencia” ya que seremos capaces de gestionar algo tan categórico como nuestra propia seguridad.




martes, 12 de marzo de 2019

LA GESTION DE LAS REALIDADES TURÍSTICAS INSEGURAS



El paso del tiempo hace posible que destinos turísticos condicionados por la inseguridad, puedan ver mejoradas su situación porque afortunadamente, la inseguridad puede ir perdiendo el perverso protagonismo de épocas no tan lejanas, lo que les va permitiendo tomar de nuevo las riendas y el pulso a su futuro como destino y sector.
Por contra, destinos que disponían de un alto grado de credibilidad, pero que comienzan a perder parte de su prestigio por una violencia e inseguridad cada vez más presente; ven como su escenario social y productivo se ve cada vez más coartado.
Esto les exige adaptarse, individual y colectivamente, a un clima social poco favorable para el conjunto de los subsectores que conforman cualquier entramado turístico. Debido a ello, y en la mayoría de los destinos, surge la necesidad de tener que desarrollar una gestión adicional para contrarrestar esos difíciles momentos y escenarios.
Una gestión esencial que es desplegada desde las instancias turísticas que son quienes dictaminan “la realidad socio -turística en materia de seguridad” y en base a la misma, desarrollan los procesos que consideran más adecuados para llegar a contrarrestar los efectos dañinos que la inseguridad les genera.
Una gestión turística que tiende, como no puede ser de otra manera,  a primar los factores positivos frente a los hechos y escenarios violentos, y a la que denomino de "neutralización” y que va dirigida sobre todo a los mercados externos y que, con el paso del tiempo, se ve siendo sometida al examen de nuevos y diferentes actores lo que le obliga a tener que dotarse de un mayor grado de rigor y credibilidad.
En este sentido, y pese a las muchas advertencias y recomendaciones que se hacen llegar a los responsables de esa “gestión de neutralización”, ésta suele quedar frecuentemente en evidencia porque surge la realidad insegura que deja sin valor la mayoría de los objetivos y estrategias previstas, por lo que se sigue careciendo de argumentos sólidos y convincentes a la hora de transmitir ciertos relatos y realidades.

Y es que, en el fuero interno de la mayoría de sus responsables, prima el no admitir “la existencia de otras realidades” lo que, normalmente, les hace errar en sus diagnóstico y apreciaciones ya que se basan solamente en “las realidades más beneficiosas” para sus intereses.
La resistencia a esas otras realidades, hace que los responsables del sector se vayan enfrentando a sí mismos y a lo que ven sus ojos y que no es otra cosa que; una oferta turística que convive y comparte espacio y tiempo con determinados grados de violencia e inseguridad. Y recordemos que, el no hacer referencia a dicha violencia no garantiza el descenso o desaparición de la misma.

Por lo tanto, rechazar una realidad y sustituirla por otra de marcado tinte positivista desgraciadamente, no llega a beneficiar como se desea tanto entre el sector como entre las instituciones. Por ello, los agentes y responsables deberán de interiorizar que ese ideal e imaginario destino turístico que se proyecta y que, “existir existe”, deberá de implicarse por añadidura en la resolución de una violencia e "inseguridad ajena", pero que tanto le afecta.
Y es que tanto en los países como en los mercados emisores se va imponiendo un tipo de liturgia, cada vez más exigente. En ese sentido, todas las facetas de la “gestión de contención” deberán de estar basadas no solamente en los efectos comentados, sino que deberá de implicarse en la/s causa/s que le condicionan.

No se puede vivir a espaldas de otras realidades que nos afectan como sector, o implicarnos en su solución de manera muy dispersa y superficial. Año tras año y experiencia tras experiencia, vemos que el uso de ciertas estrategias, siguen quedando en entredicho.

La gestión de una posible solución reside en el necesario tratamiento de las causas internas, del propio país – destino. En ese sentido, sustanciales mejoras internas se convertirán en la base de futuros reconocimientos entre los mercados, algo que nos obsesiona y que perseguimos con probada insistencia. 

martes, 5 de marzo de 2019

LA INSEGURIDAD NOS VA CONDICIONANDO EL CAMINO…



Cuando me ha tocado visitar diferentes países – destinos con problemas de imagen y credibilidad, he tenido la ocasión de percibir que la inseguridad les afectaba de manera más o menos integral. Una inseguridad de diferente raíz y motivos que incide en su estructura social, económica, productiva etc.
Carencias que se ven reflejadas de muy diversa manera. Así, y urbanísticamente hablando, se puede identificar todo un conjunto de mobiliario urbano y de servicios públicos que están orientados a prevenir y persuadir las muy diferentes formas de violencia que puedan llegar a darse.
Si además se analiza la parte residencial y la oferta del sector y de los servicios; de nuevo se perciben unos equipamientos condicionados por la inseguridad y que con el tiempo, llegan a formar parte de la vida, costumbres y del paisaje urbano.

En estos escenarios, el sector turístico tiende a priorizar la falta de seguridad y se ve obligado a redefinir sus iniciativas sociales y productivas. Así los procesos productivos típicos se ven acompañados por otros, debidos al temor y a la inseguridad existente. Por derivación, el país - destino se vea cuarteado por zonas; donde ciertas zonas desarrollan la actividad conforme a los cánones aludidos, quedando otras totalmente al margen.
Quienes gobiernan esos países – destinos cuarteados, normalmente, muestran este escenario como “el mejor y el más idóneo” haciendo escaso hincapié en la oportunidad que supone ampliar el desarrollo y la gama del producto turístico nacional, mediante la incorporación de otros espacios que actualmente pueden estar degradados, entre otros motivos, por la inseguridad.
Esta “lógica sectorial turística” se fundamenta en que existe un impedimento estructural entre la gestión de los destinos y la seguridad socio - sectorial. Es más, esta situación se agudiza cuando es el propio sector quien intenta minimizar sus efectos y niega toda realidad negativa. A ello, sería conveniente añadir que, el resto de las estructuras públicas impiden siquiera estudiar la particularidad y singularidad que representa la falta de seguridad en y para el sector.
Un reflejo de lo comentado, se percibe en los discursos y contenidos positivistas de las campañas de comunicación y del marketing turístico en momentos de crisis y que ya forman parte de nuestra práctica cotidiana; pero alcanzar un mejor nivel de seguridad social y sectorial es algo totalmente diferente.
Son campañas bienintencionadas que sirven para reforzar las partes positivas y con ello, simplificar y reducir otras realidades no tan seductoras. Unas campañas y estrategias que nos permiten disponer de turistas y visitantes a corto plazo, pero que se vuelven poco útiles cuando realidades y escenarios de inseguridad cuestionan los mensajes y las tácticas de dichas campañas. Es más, cuanto más se vaya primando la “campaña estratégica”; más se irán debilitando otras posibles opciones para llegar a contrarrestar los efectos de la violencia e inseguridad en los destinos.
Y es que considerar que “la única” herramienta adecuada para contrarrestar la inseguridad en los destinos sean las campañas que todos conocemos, supone que el sector turístico, tanto público como privado, se va enrocando en procesos que le son conocidos y tiende a no relacionarse con otros intereses y actores.
Y por todo ello, seguimos desorientados y desequilibrados y van apareciendo las artimañas y los vicios en nuestro quehacer diario. Parece que carecemos de las referencias necesarias que nos permitan realmente gestionar los destinos en crisis. Y parece que carecemos tanto del diagnóstico adecuado como de la vacuna personalizada.

En definitiva, y para empezar a superar este escenario, sería conveniente que se comenzaran a ajustar las expectativas y contenidos de las campañas y por otro lado, se propiciaran escenarios que facilitaran los acuerdos y los pactos entre diferentes.
El sector turístico en crisis por violencia necesita de unas instituciones que contengan el peso de las clásicas campañas y que éstas vayan vinculadas a unos cambios drásticos en su filosofía corporativa, en un aumento de las relaciones con grupos de interés, en un mayor conocimiento de la conducta violenta hacia la ciudadanía y los turistas, en diseñar respuestas más personalizadas, en un mayor desarrollo de la transparencia emocional, en un refuerzo a los apoyos psicológicos, etc.

La inseguridad nos sigue marcando el camino; esperemos que vayamos sacando las conclusiones más adecuadas para ir superándola…

lunes, 11 de febrero de 2019

DESDE EL SECTOR ¿SE DEBE OBVIAR LA INSEGURIDAD?



Desde mi punto de vista, confieso que existe una actitud muy generalizada en cuanto al tratamiento de la seguridad en la mayor parte de los destinos turísticos internacionales. Desde el Lejano Oriente, pasando por la cuenca mediterránea, tanto europea como africana y en bastantes destinos del continente americano; se pueden identificar intentos de evitar la posible relación del sector con la inseguridad, sea esta puntual o asentada en el tiempo lo que normalmente, se traduce en “una no participación e implicación” en la solución de la seguridad nacional y sectorial. 

Analizado esta actitud, y tal y como lo he descrito en otras ocasiones, parece lógico que el sector tienda a blindarse para que la inseguridad le afecte lo menos posible. Pero esa actitud puede llegar a ser percibida como interesada (mejoren la situación para que mejore nuestra industria turística). Pero esa demanda en muchas ocasiones se ve taponada desde el propio sector que considera, que dichos procesos de mejora, les perjudica más que beneficia.
 
En bastantes casos, parece que:

“Se prefiere soslayar la realidad social de violencia e inseguridad antes de hacer peligrar el crecimiento del sector turístico de los países”.
“No es aconsejable tocar los escenarios de inseguridad si ello conlleva peligrar la actividad turística”.
“Se prefiere no tener en cuenta los efectos nocivos y medidos que la inseguridad ya está teniendo sobre el sector” 

Todo esto está convirtiendo a bastantes destinos en cautivos de un desarrollo turístico muy sesgado y limitado ya que los entornos siguen careciendo de las garantías sociales y productivas necesarias. Qué duda cabe que todo ello se traduce en que sigue existiendo una visión mal entendida sobre el propio desarrollo cuando éste convive o coincide con hechos violentos e inseguros.
En este sentido, ya no se puede comprimir toda la oferta turística en base a los intereses de una oferta fisiológica de calidad, comer y dormir fuera de mi lugar de residencia, sino que las mismas están teniendo de compartir protagonismo con escenarios, factores y atractivos que, hasta hace escasas fechas, era del todo innecesario. La balanza y los equilibrios entre los diferentes y más amplios subsectores, se están modificando a pasos agigantados y por ello, se han de revisar actitudes y relaciones preexistentes.

Y es que, con la llegada de los nuevos tiempos, el medir el éxito turístico a través de unos pocos parámetros, resulta cada vez más pobre e inadecuado para sus intereses y mercados. Éstos últimos están solicitando contenidos y retratos mucho más reales y actualizados, también en materia de seguridad.
En este sentido, una buena y palpable seguridad en los países, es la base más adecuada para su desarrollo turístico. Por añadidura una seguridad sectorial, público – privada, fortalecerá y modernizará la seguridad nacional existente.
Es más, a estas alturas nadie duda que afrontar el reto de la seguridad del país con el acompañamiento de la “seguridad productiva turística” mejora la calidad del servicio al ciudadano, la imagen de los países, la captación de un mayor y mejor número de visitantes, incrementándose el nivel de consumo, de gasto y de captación de capitales, lo que ayudará a mejorar las actuales cifras y el incremento del factor turismo en el PIB de los destinos. Y es que las cifras del PIB mundial en materia de servicios, están subiendo ininterrumpidamente, y en ellas la actividad turística sigue adquiriendo un papel cada vez más notorio.

En definitiva, y para poder maximizar la actividad turística en los años venideros; el sector se verá escrutado desde diferentes puntos de vista, con el factor de la sostenibilidad muy presente y dentro del mismo, con una seguridad que tendrá unos tratamientos cada vez más concretos, específicos a la vez que multidisciplinares. El reto sigue estando pendiente...

viernes, 18 de enero de 2019

LA SEGURIDAD TURÍSTICA EN EL AÑO 2018; PREVALECE LA VOLATILIDAD





La actividad turística está conformada por procesos donde su componente disperso, etéreo e intangible predomina más que en otras actividades productivas. Ello es debido a que bastantes de sus técnicas de producción son “difíciles de comprender” porque carecen de los procesos encadenados, visibles y mecanicistas tan propios de otros sectores.
A ello, se ha de unir que es un sector atomizado y coincidente en tiempo y especio con la vida preexistente de muchas países – destinos, por lo que definir donde finaliza el factor social y comienza el factor turístico y viceversa, se vuelve bastante complicado definir e intervenir en materia de seguridad. 
El componente etéreo de muchos de los procesos del turismo facilita que la volatilidad, lo impredecible, lo impalpable, el cuestionamiento de sus estructuras, la inacción, los bruscos cambios y la incertidumbre, lo efímero o gaseoso y lo sutil; se lleguen a convertir en sus referencias más perceptibles. Una volatilidad que bastantes veces se ve alimentada desde el propio sector. 

Un claro ejemplo lo tenemos cuando la mayor parte de los destinos se apresuran a encontrar atajos argumentales para restar gravedad a la inestabilidad con la que conviven, además de hacerlos “indispensables y a la medida de sus intereses”. Y es que las políticas turísticas llevan años acomodándose a una doble realidad; la de producción turística y su relación con la inseguridad. En ese contexto, y a través de iniciativas puramente testimoniales y comprensibles a la vez, se desarrollan inercias que intentan relegar la realidad violenta hasta hacerla invisible e irrelevante pero, por lo general, los resultados no son del todo satisfactorios. 
Ello se va traduciendo en que tanto la sociedad como el sector van a aprendiendo a convivir con la violencia e inseguridad, coincidiendo y esquivándola en mayor o menor medida, lo que sigue hablando de esa volatilidad sectorial. 
Otro aspecto reseñable de su volatilidad, se da cuando el sector aconseja a turistas y visitantes que tomen ciertas precauciones ante la inseguridad real o percibida en destino. Parece que se les informa de cómo comportarse y a no frecuentar determinados lugares. Pero por el contrario, se hacen escasos esfuerzos en buscar una solución sólida con aportaciones desde el sector contra esa violencia socio - turística. 
Así, raro es el caso en que el sector se implica o le permiten implicarse en la salida de “sus” crisis por falta de seguridad. Parece que el sector sigue sufriendo una falta de consideración dentro sus propias instituciones, lo que hace que siga imperando la comentada volatilidad. Además esa volatilidad sectorial se ve favorecida porque el tiempo, nuestro tiempo, se ha acelerado vertiginosamente. Así, y en situaciones de crisis e inseguridad, surgen las propuestas y las buenas intenciones pero, desgraciadamente se erosionan muy rápidamente y tienden a desaparecer. Y en esa volatilidad, se puede dar la paradoja que convivan la reivindicación más explícita con el estancamiento y la parálisis más profunda a la hora de tener que intervenir. 

En este escenario tan difuso y paralelamente, se ha de tener en cuenta que la crónica de la inseguridad socio -turística se ha de escribir con cierta distancia, no para restarle gravedad sino para que prime un contexto mucho más rico en matices, lo que permitiría participar e intervenir al sector con mayor consistencia e ir superando su consabida volatilidad. 
Un contexto donde sería aconsejable recuperar activos, herramientas, y métodos internos para evitar que la violencia extrema, la de menor rango, los disturbios, la inestabilidad diaria, etc., siga perjudicando al sector tan injustamente. 

Contexto y crónica que han de incidir en la credibilidad de los destinos. Y estos no se construyen en base a una reputación basada en lo que deseamos mostrar, sino que se impone “lo emocional y la autenticidad” de quien lo vive y lo experimenta, o sea; nuestros turistas y visitantes. Por lo tanto, dar por buena esa volatilidad sectorial con el objetivo de pasar desapercibido ante la inseguridad reinante; no nos favorece en absoluto.