La idea de crisis en el turismo, es un aspecto que no se llega a exponer abiertamente porque se intenta proteger al sector, aunque todos sean conscientes que pueden verse afectados por realidades violentas e inseguras hasta en las zonas más recónditas de Quintana Roo.
Sí, también en sus lugares más
exclusivos, en sus establecimientos all inclusive y en unos clientes de proximidad
que, son las fórmulas y personas que supuestamente, mejor se adaptan a este
tipo de situaciones. Y es que, nadie absolutamente nadie, está a salvo de esta
ola violenta. Es algo latente, explícito a la vez que velado, y donde se tiende a mostrarse de la forma más “normal y natural” posibles.
Si nos centramos en su espacio
físico, vemos que cada vez es menos utilizado, perdiendo mucha de su capacidad
de convivencia y producción, y donde sus (nuevas) edificaciones tienden a
encastillarse, ofertando como alternativa más aconsejable, una mayor y mejor
vida privada.
Si analizamos a sus organizaciones,
vemos que continúan desarrollando iniciativas limitadas para los tiempos que
toca vivir. Y es que hay dimensiones del binomio seguridad y turismo que no se
explican porque unos desean avanzar y otros esperar al tratarse de escenarios
superpuestos y enrevesados.
Y todo esto tiene su fiel reflejo en una ciudadanía y profesionales que se ven obligados a gestionar sus emociones sin perder un ápice de su saber - hacer. Con este bagaje, han de manejar entornos, relaciones, establecimientos, procesos de trabajo y recursos humanos cuando, por añadidura e íntimamente, se ven condicionados por presiones inconfesables, hasta para sus más allegados. Para todos ellos, mi más profundo reconocimiento y admiración.
Iñaki Garmendia Esnal
Articulo publicado por la revista Oveja Negra. Cancún. Quintana Roo. México
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