Cuando me ha tocado visitar diferentes países – destinos con problemas de imagen y credibilidad, he tenido la ocasión de percibir que la inseguridad les afectaba de manera más o menos integral. Una inseguridad de diferente raíz y motivos que incide en su estructura social, económica, productiva etc.
Carencias que se ven
reflejadas de muy diversa manera. Así, y urbanísticamente hablando, se puede
identificar todo un conjunto de mobiliario urbano y de servicios públicos que están
orientados a prevenir y persuadir las muy diferentes formas de violencia que
puedan llegar a darse.
Si además se analiza la parte residencial
y la oferta del sector y de los servicios; de nuevo se perciben unos equipamientos
condicionados por la inseguridad y que con el tiempo, llegan a formar parte de
la vida, costumbres y del paisaje urbano.
En estos escenarios, el sector
turístico tiende a priorizar la falta de seguridad y se ve obligado a redefinir
sus iniciativas sociales y productivas. Así los procesos productivos típicos se
ven acompañados por otros, debidos al temor y a la inseguridad existente. Por
derivación, el país - destino se vea cuarteado por zonas; donde ciertas zonas
desarrollan la actividad conforme a los cánones aludidos, quedando otras
totalmente al margen.
Quienes gobiernan esos países –
destinos cuarteados, normalmente, muestran este escenario como “el mejor y el
más idóneo” haciendo escaso hincapié en la oportunidad que supone ampliar el
desarrollo y la gama del producto turístico nacional, mediante la incorporación
de otros espacios que actualmente pueden estar degradados, entre otros motivos,
por la inseguridad.
Esta “lógica sectorial turística”
se fundamenta en que existe un impedimento estructural entre la gestión de los
destinos y la seguridad socio - sectorial. Es más, esta situación se agudiza
cuando es el propio sector quien intenta minimizar sus efectos y niega toda
realidad negativa. A ello, sería conveniente añadir que, el resto de las
estructuras públicas impiden siquiera estudiar la particularidad y singularidad
que representa la falta de seguridad en y para el sector.
Un reflejo de lo comentado, se
percibe en los discursos y contenidos positivistas de las campañas de
comunicación y del marketing turístico en momentos de crisis y que ya forman
parte de nuestra práctica cotidiana; pero alcanzar un mejor nivel de seguridad
social y sectorial es algo totalmente diferente.
Son campañas bienintencionadas
que sirven para reforzar las partes positivas y con ello, simplificar y reducir
otras realidades no tan seductoras. Unas campañas y estrategias que nos
permiten disponer de turistas y visitantes a corto plazo, pero que se vuelven poco
útiles cuando realidades y escenarios de inseguridad cuestionan los mensajes y
las tácticas de dichas campañas. Es más, cuanto más se vaya primando la
“campaña estratégica”; más se irán debilitando otras posibles opciones para
llegar a contrarrestar los efectos de la violencia e inseguridad en los
destinos.
Y es que considerar que “la
única” herramienta adecuada para contrarrestar la inseguridad en los destinos
sean las campañas que todos conocemos, supone que el sector turístico, tanto
público como privado, se va enrocando en procesos que le son conocidos y tiende
a no relacionarse con otros intereses y actores.
Y por todo ello, seguimos
desorientados y desequilibrados y van apareciendo las artimañas y los vicios en
nuestro quehacer diario. Parece que carecemos de las referencias necesarias que
nos permitan realmente gestionar los destinos en crisis. Y parece que carecemos
tanto del diagnóstico adecuado como de la vacuna personalizada.
En definitiva, y para empezar a
superar este escenario, sería conveniente que se comenzaran a ajustar las
expectativas y contenidos de las campañas y por otro lado, se propiciaran
escenarios que facilitaran los acuerdos y los pactos entre diferentes.
El sector turístico en crisis por
violencia necesita de unas instituciones que contengan el peso de las clásicas campañas
y que éstas vayan vinculadas a unos cambios drásticos en su filosofía corporativa,
en un aumento de las relaciones con grupos de interés, en un mayor conocimiento de la
conducta violenta hacia la ciudadanía y los turistas, en diseñar respuestas más
personalizadas, en un mayor desarrollo de la transparencia emocional, en un refuerzo
a los apoyos psicológicos, etc.
La inseguridad nos sigue marcando
el camino; esperemos que vayamos sacando las conclusiones más adecuadas para ir
superándola…
2 comentarios:
Seria prudente pensar en la elaboración de indicadores de riesgo para la actividad turistica segun destinos. El foco en la seguridad es decisivo en la elección de destinos y los gobiernos pueden ser más activos si las referencias jerarquizadas les permiten actuar con variables comparables
Estimado Cesar: Disponemos de indicadores y referencias de riesgo que vamos revisando y actualizando conforme surgen nuevas vertientes. Como bien dices y así lo consideramos, los gobiernos pueden y deben de ser más activos pero, creemos que la débil capacidad de interlocución y protagonismo de las instituciones turísticas ante el resto de departamentos gubernamentales, impide poder ir desarrollando redes estratégicas para mitigar los efectos nocivos que la inseguridad genera en los países y destinos.
Saludos cordiales. Iñaki Garmendia.
Publicar un comentario