Ref: Educa Business School
Por lo general, los destinos
turísticos utilizan esquemas y frases muy concretas para facilitar la comprensión y proyección de sus respectivas realidades
socio – sectoriales. Esquemas y frases que normalmente parten de ideas
preconcebidas, que obedecen a lo establecido y que permiten ir construyendo un
“poso social y turístico” en el que se apoyan sus intereses y tácticas.
Pero la utilización de contados o
pocos estereotipos no hace sino menoscabar otras realidades nacionales y
sectoriales y su proyección entre los mercados internos y externos. Y es que se ha ido imponiendo una “realidad parcial”
que se utiliza como la más “lógica y auténtica” sobre todo, cuando se vive en escenarios de
violencia e inseguridad, tanto de gran como de escasa repercusión.
Con ello, se desea alimentar un
imaginario colectivo, un sentimiento de identificación (turística) con una
determinada descripción de la realidad de ese país o destino. El sector
persigue la construcción de un mensaje en la que sus destinatarios lo admitan y
se identifiquen con él. Paralelamente, y desde ese mismo país, puede que se estén
propagando otros mensajes sobre realidades de violencia
e inseguridad que nada tienen que ver con los anteriores.
Ambos esferas intentan ganar
prioridad ante “el otro”. El sector intenta captar turistas evitando cualquier referencia a la violencia y por otro lado, se sigue luchando contra esa violencia con desigual resultado; lo que genera un desencuentro entre los
promotores turísticos y las otras realidades sociales. Y así se va germinando el
“estás conmigo o contra mí” dentro del propio país y también ante los
intermediarios y mercados.
Es por ello que muchos debates
internos están marcados por estas posturas llamémosle, engañosas. Y es que se
parte de dar prioridad a la seguridad nacional ante la seguridad turística o
viceversa, cuando ambas son inseparables.
Esa dicotomía no hace sino que
frenar las políticas y compromisos ante posibles duplicidades, ante el
desarrollo de nuevas estrategias y con ello, evitar el tratamiento de
cuestiones más complejas y precisas. Desde cada parte, se persigue que su
respectivo relato sea claro y conciso, que no desquicie y que no nos hagan
esforzarnos en la necesaria reflexión. En definitiva, se persigue “mi prioridad
inmediata e incondicional ante el otro”. Todo esto no hace sino fortalecer la
verticalidad institucional que en nada favorece la búsqueda de la tan preciada
seguridad transversal, integral e integradora.
Para superar estos escenarios, es
necesario que ambas partes perciban la necesidad de colaborar. Interiorizar que
la diferente valoración que se otorga a la seguridad nacional con respecto al
sector turístico ha de dar paso a un mutuo beneficio, admitiendo carencias y
errores, superando determinadas fijaciones, descubriendo puntos ciegos en el
país - destino, así como tener la valentía de adoptar la perspectiva “del otro tan
diferente” para definir qué se puede ofrecer desde ambos lados. En definitiva,
atrevernos a desechar lo establecido en materia de seguridad, algo que obedece
a la versión parcial de ciertos colectivos, mediante la participación activa,
donde podamos equivocarnos y permitir que nos puedan convencer y aportar nuevos
puntos de vista.
Todo ello se traducirá en la
aparición de países y destinos con un tejido más rico en matices, mucho más
elásticos y adaptados y con mayor facilidad para la búsqueda conjunta de la
mejora en seguridad.
Todo un trabajo previo, interno y
discreto, pero no por ello menos urgente y necesario, que dotará a la promoción
y a las acciones de RRPP de unos contenidos mucho más sólidos y convincentes,
lo que facilitará un mayor vinculo con los mercados, superando las suspicacias
que actualmente se generan entre muchos de ellos.
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