La situación geoestratégica
mundial, cada vez más eventual e
insegura, está afectando a la actividad turística de muchas partes del planeta.
Esta situación está comenzando a incidir en la línea de pensamiento de muchos
de sus responsables; así, se empiezan a cuestionar ciertos planteamientos, se
interioriza que “hay que hacer algo más” y se va admitiendo que el sector sigue
siendo muy vulnerable ante ciertas realidades violentas y de crisis.
Por derivación, de todos es
sabido que, la percepción e imagen de los destinos es factor fundamental para
alcanzar y disponer del nivel de competitividad deseado.
La incidencia de los actos
violentos e inseguros hace que los países, sobre todo en su apartado de destinos
turísticos, entren en crisis y tengan serias dificultades para reorientar y
superar la situación en la que se encuentran. Llegado a ese momento, y por lo
general, se desarrolla un cúmulo de procesos…
a) Donde
existe un conjunto de instituciones y colectivos “no turísticos” que desempeñan
un papel importantísimo en esos momentos clave
b) Un
papel que puede desembocar en el éxito de las operaciones y en el
reconocimiento social de dicha intervención.
c) Éxito
y reconocimiento que, sin embargo, no permite al sector turístico superar las
secuelas negativas que se han generado y que inciden directamente en sus
intereses tanto sociales como económicos.
Una clara expresión de lo que
hablo, se da en las denominadas “recomendaciones de viajes”, donde muchos
destinos turísticos quedan “marcados negativamente”, y por mucho tiempo, por un
acto violento e inseguro del cual poco o nada han tenido que ver.
Ante esta situación de clara
indefensión, considero que el sector ha de tender hacia el desarrollo de otro tipo
de mecanismo, ya expresamente turísticos y de crisis, al objeto de ir superando
esos momentos de zozobra e inestabilidad.
Nuevos mecanismos que supongan un
cambio drástico en la visión corporativa del sector y que sean percibidos como
una verdadera necesidad estratégica. Quizás este punto inicial basado en el
cambio y en la necesidad del mismo, sea uno de los obstáculos más difíciles a
superar por los propios responsables turísticos. La propia naturaleza del
sector, en la antítesis de cualquier situación de violencia y de crisis, no facilita
la implicación en nuevos y diferentes mecanismos.
Pero volvamos a los mismos. Unos
nuevos mecanismos que dotarán a sus responsables de una doble visión; la
vinculada a un sistema de producción reconocido y de vanguardia y, esa otra
visión, por la cual la actividad turística puede llegar a convertirse y ser
utilizada como un sistema potencialmente fallido y autodestructivo.
Este nuevo mecanismo a implantar,
permitirá a sus directivos, no solamente hablar del éxito, del liderazgo y de
la excelencia, sino que consideren, expongan y discutan sobre aspectos que
tienen que ver con potenciales fracasos, deterioros, situaciones límite, etc.
Por lo tanto, este nuevo
mecanismo puesto en marcha, permitirá desarrollar la capacidad de imaginar el
peor de los escenarios, lo impensable, lo indecible, como una nueva forma de
hacer todo lo posible para evitar esos u otros sucesos y escenarios.
Todo ello, en contra de lo que
habitualmente se cree y se trasmite; “que la crisis no existe y punto”, que
unas “acciones de relaciones públicas y de unos estudios predefinidos
permitirán salir del fondo en la que se encuentran”, etc.
Y es que los destinos no solamente
tienen la responsabilidad de ofrecer los mejores productos y servicios en
condiciones ventajosas sino que, a los turistas, se les debe de proteger de las
consecuencias más peligrosas con las que puedan encontrarse.
Finalmente, las crisis están
dando la oportunidad de extender realmente los servicios a los turistas y
visitantes. De la frase, ¿qué y cómo afecta la crisis a los destinos?, se pasa
a esta otra, ¿qué y cómo afecta la crisis a los turistas y visitantes?
En definitiva, tener en cuenta el
servicio humanitario hacia los turistas en momentos de crisis, se antoja
decisivo para la actual y futura competitividad sectorial.
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