Siguiendo con el artículo
anterior, deseo profundizar en la incidencia que la seguridad llega a tener en
los territorios y espacios de clara vocación turística y social.
De todos es sabido que el
desarrollo equilibrado y armonioso, la utilización racional y responsable de
sus atractivos y recursos, la necesaria relación transversal entre los
diferentes colectivos y administraciones y su incidencia en la calidad de vida; son algunos aspectos a tener en cuenta cuando vinculamos espacio
y actividad sectorial.
Pero considero que, a todos
ellos, se ha de unir expresamente el factor de la seguridad integral. Y es que
la falta de este requisito que incide en el clima social de los países y los
destinos; hace que potentes y ambiciosas iniciativas no terminen de germinar
del todo. Es más, llegado el caso, se intenta ocultar la inseguridad al objeto
de facilitar el desarrollo de los planes previstos. Normalmente, subsisten de
forma muy debilitada no alcanzando los objetivos previstos, van siendo aparcados a medio camino o, en el
peor de los casos, no llegan siquiera a nacer.
Hemos de darnos cuenta que los objetivos de los inversores, de los
turistas y de la propia sociedad civil, se vuelven coincidentes y eso llega a
tener una fuerza estratégica de gran calado. Todos desean y necesitan la paz,
la seguridad y la estabilidad de los países - destinos.
Por lo tanto, será más fácil que
se pongan en marcha políticas de seguridad integral donde la seguridad del país - ciudadano vaya unida a la seguridad del destino - turistas.
¿Eso que conlleva? Que la puesta
en marcha de estrictas medidas de seguridad policiales, judiciales, sociales,
de salud, en infraestructuras y equipamientos, etc., etc., tengan en cuenta ese doble objetivo, social y sectorial, para incidir de forma más categórica en espacios
y escenarios muy condicionados por la inseguridad.
Ello posibilitará que determinados
atractivos y recursos “recuperen” muy rápidamente sus propiedades y su
reconocimiento entre la ciudadanía y los consumidores. Una recuperación que, inmediata
e inicialmente, será capaz de producir servicios, vivencias, experiencias sin la
necesidad de realizar grandes desembolsos.
Es y será tan grande las expectativas que se
crean a partir del “final oficial” de todo hecho y situación de violencia e
inseguridad que el “nuevo espacio o territorio”, por sí mismo, llegará a
convertirse en motor de desarrollo, si se apuesta por la opción turístico - ociosa.
Ese valor que llegarán a alcanzar
esos “nuevos espacios y territorios” en términos económicos, socio culturales y
naturales deberán de estar basados en un liderazgo que, partiendo de
la visión turística, sea capaz de aglutinar voluntades para poder “decidir
desde un conocimiento integral y compartido”
Como vemos la recuperación de la
seguridad social y sectorial exigen toda una amalgama de relaciones y cruce de
servicios coordinados en tiempo y contenidos. Si la visión y los objetivos son
puramente verticales y sin la visión turística añadida, la debilidad del sector
y la pérdida de oportunidades estarán asegurados. Primará el factor del
territorio –país pero no el del territorio - país-destino turístico.
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