Como ya he expuesto en alguna otra
ocasión, el espacio o territorio turístico va perdiendo sus propiedades cuando
coincide y convive con la inseguridad y con todo tipo de violencias. Se puede afirmar
que se “encoje” su dimensión, se acortan sus tiempos, disminuye su producción,
se ponen en duda sus procesos y se van
diluyendo sus atractivos y reclamos.
Por el contrario, el carácter
positivo de la seguridad en el sector queda reflejado en la calidad de los
espacios donde se ubican, ya que van acompañados de un aura de “normalidad”.
Una seguridad nacional, del país
y de los destinos que podrá ser adoptada con mayor facilidad cuando la exigencia de su propia ciudadanía
vaya acompañada del sector y de sus turistas y visitantes. Esa doble exigencia
posibilitará que el acceso a la seguridad, no solo tenga un carácter meramente
social sino que disponga de un argumento productivo y de generación de riqueza incuestionables.
Por lo tanto, sería aconsejable apostar
por la actividad y su seguridad a la hora de intentar recuperar espacios “invisibles”,
en declive e improductivos. Espacios profundamente condicionados por el terror,
la violencia e inseguridad, que pueden llegar a ser catalogados como escenario
de oportunidades si la actividad turística y su seguridad social apuestan por
los mismos, y se van convirtiendo en motor de desarrollo y de reconversión.
En este sentido, muchos de los actuales
destinos de referencia internacional, sus infraestructuras, equipamientos y
servicios, en el momento de su despegue, tuvieron muy en cuenta el factor de la
seguridad existente y desde el mismo, apostaron por modelos de destino lo más resistentes
e inmunes ante todo tipo de violencia e inseguridad.
Si analizamos otros sistemas de
producción, veremos, que pueden desarrollar su actividad en escenarios con mayores niveles de violencia e inseguridad.
El motivo de esa resistencia y de su “fácil convivencia” es debido, a que sus
procesos de producción son más concretos, medibles y mecánicos y por lo tanto,
menos condicionados por la inseguridad existente en el entorno. Con salvaguardar
la seguridad interna de sus procesos, la producción estará más o menos
garantizada.
Pero volvamos a nuestro sector. La
actividad turística necesita de una paz y de una seguridad en el entorno para
desarrollar su actividad que está compuesta de unos procesos “menos mecánicos”
si los comparamos con otros sistemas de producción. Ese entorno y su sociedad
civil necesitan de esa misma paz y seguridad. Por lo tanto el unir ambos
objetivos, me parece del todo oportuno y necesario.
Con ello superaremos algunas visiones
y posiciones antagónicas, donde se llega a confrontar la seguridad del ciudadano
con la del sector turístico y viceversa.
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