Como
cualquier sector económico y productivo, el sector turístico desarrolla toda una
batería de procesos y actividades que le confieren de una singular personalidad.
Procesos y actividades vistosas y tangibles que dotan al sector de un reconocimiento
inmediato entre sus respectivas sociedades.
Son
procesos de producción turística,
basados en demandas de ocio, recreación, que van desde las más básicas hasta
las más sofisticadas. Procesos donde el componente de seguridad se considera
incluido o que no existe la necesidad de profundizar más sobre el mismo.
Pero,
cuando la inseguridad supera todo límite; el sector se ve abocado a ampliar las
relaciones y procesos establecidos. Cuando la ampliación depende del propio
sector, la gestión y desarrollo de los mismos, se realiza sin grandes
obstáculos aunque, en la mayoría de los casos, sin abordar integralmente el
problema.
Por
el contrario, cuando es necesaria la participación de otros colectivos públicos
o privados en la mejora o superación de los efectos de la inseguridad; se ve
necesario revisar el papel que ha de desempeñar el sector en momentos y
situaciones tan criticas.
De
partida y ante los nuevos colectivos, los intereses turísticos están en una posición
desigual. Para contrarrestar esta situación, el sector ha de desarrollar una
habilidad primaria, “el arte de la influencia” que consiste, en ser capaz de
influir en el estado de ánimo, posición y actitud de los nuevos colectivos ante
la inseguridad sectorial.
Todo
ello, mediante el envío de “información urgente y emocional” que constituya una auténtica “economía intersectorial
invisible” y que ha de estar presente en las nuevas interacciones.
Si
somos capaces de reunir a los colectivos claves y les transmitimos, con fluidez
y rigor, nuestro estado de ánimo por la inseguridad; se pueden dar las primeras
señales de superación de nuestras (muchas) carencias estructurales en materia
de seguridad turística.
Nuestras
emociones y sensibilidad nos irán indicando en qué debemos concentrar nuestra
actividad y con ello la atención de nuestros interlocutores, en definitiva; cuándo
prepararnos para transmitir y actuar. Hemos de ser captadores de atención por
seguridad turística mediante informes, advertencias, invitaciones, alarmas,
etcétera.
Con
ello, hemos de convertir nuestras emociones en un método de información supereficiente. Se trataría de mensajes
potentes, que transmiten información crucial. Excuso decir que la discreción y
la sutiliza han de estar presentes en todo este movimiento.
Con
ello iremos percibiendo cambios sustanciales entre nuestros interlocutores que
irán; desde el desapego inicial a un “contagio emocional” con y por la
seguridad turística, lo que llevará implícito, mayores dosis de participación y
compromiso.
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