Con
relación al binomio seguridad y turismo, confieso que me he visto desbordado
por la cantidad de información y artículos de opinión publicados en los últimos
días, tanto en prensa genérica como en la específica.
La
causa de esta situación, viene dada por la acumulación de hechos violentos acaecidos
recientemente; me refiero a París, Bruselas, Túnez, Bankok, Egipto, ayer mismo en Estambul, etc., etc., etc., y muy posiblemente, por la llegada del verano a
Europa y la celebración de unos acontecimientos muy especiales.
Como
he escrito en alguna otra ocasión, junto a estos hechos, existen otros que, aún
con menor repercusión, también inciden negativamente en esos o en otros países y destinos.
El
efecto que tienen estos hechos en los mercados emisores de turismo, es el de hacer
pensar y analizar más las ofertas y destinos,
que se tomen medidas adicionales que
tiendan a garantizar nuestra seguridad integral como personas – turistas y en
muchos casos, que optemos por desviar nuestra atención hacia otros destinos más
seguros.
Debido
a ello, considero que la seguridad de los mercados y de sus correspondientes
personas - turistas, es y debe de ser el objetivo prioritario de todo interés
turístico si desea alcanzar el estatus y competitividad necesarios.
En
este sentido, existen instituciones públicas y privadas que informan y
aconsejan a sus conciudadanos, lectores, clientes; en definitiva, a turistas, sobre la conveniencia de elegir un destino para disfrutar de sus bien
ganadas vacaciones.
Así,
las Secretarias de Estado, los Ministerios de Asuntos Exteriores, los diferentes
puntos de información en la red, los medios de comunicación, los agentes de
viajes y TTOO, etc., etc. etc.; difunden todo tipo de información y consejos
prácticos.
Información
y consejos con los podemos estar de acuerdo o no, que nos pueden beneficiar o
no, que los podemos catalogar como oportunos o inoportunos, como reales o
arbitrarios, proporcionados o desproporcionados, justos o injustos, no
ajustados a un tiempo o momento crítico, etc., etc.
Por
lo tanto, existen unos hechos y una información procedente de entidades y colectivos
externos que nos influye sobremanera y sobre los que no tenemos una gran
influencia ni capacidad de poder contrarrestarlos.
Ello
se traduce en una actitud público - privada que va; desde el silencio más absoluto,
con el objetivo de no generar más alarma hasta, la queja y el lamento, cuando
la situación negativa ha desbordado todo lo previsible y se ha convertido en
algo “no manejable” desde los intereses del sector.
En
esta tesitura, considero que el papel del sector ha de ser mucho más relevante.
Y me explico, si la actividad económica – empresarial turística se ve directamente
afectada; es el sector quien se debe implicar en procesos de seguridad.
Procesos que tengan que ver, no solamente, con sus instalaciones empresariales,
sino con la seguridad del entorno y de
los recursos que son, en definitiva, donde residen las motivaciones de visitas
y estancias / producción económica.
Con
ello no deseo trasladar la idea que nos tengamos que convertir en policías,
bomberos, jueces, médicos de urgencia, vigilantes, agentes de seguridad, etc,
etc, etc. Sino que, esas y otras funciones han de estar orientadas a dotar de
seguridad a los entornos urbanos que, sin dejar de serlo, son espacios de
producción y de exportación turística integral. Y ello, y a mi entender, requiere de
un tratamiento o barniz de seguridad añadido.
Si
no nos preocupamos que esto se vaya dando, seguiremos disfrutando de una “cierta
comodidad”, dependiendo de visiones y voluntades externas y a remolque de unos acontecimientos
que nos superan.
Es
el momento de visualizar integralmente los destinos y desarrollar el arte de la
influencia que comenté en el artículo anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario