De nuevo se repite la historia. Sangrientos
atentados encadenados y sincronizados en diferentes zonas del planeta. Y de
nuevo, la sociedad civil de dichos países se ve contrariada y agredida por unos
hechos totalmente lamentables.
Qué duda cabe que se han de
hallar soluciones de tipo social, relacional, policial, etc, etc, etc. Nadie lo
cuestiona. El mejorar, prevenir y paliar los hechos acaecidos es labor de
todos, y en concreto, de las instituciones y gobiernos con responsabilidades en
materia de seguridad.
Junto al perjuicio social que los
actos terroristas ocasionan, existe un perjuicio de tipo productivo y económico
que es necesario resaltar. Las pérdidas por estos hechos, llegan a ser
incalculables.
Como ya lo he resaltado en otras
ocasiones, la actividad (económica) turística, es uno de los sectores que más
se ve afectado. Su sistema de producción vinculado al ocio, la recreación, el
tiempo libre, le hace muy vulnerable ante cualquier alteración negativa,
violenta e insegura.
A esa vulnerabilidad, hay que
añadirle una actitud premeditada al utilizar al sector turístico como “diana
prioritaria” para la ejecución de ciertos actos violentos y terroristas. Y
ello, se ve claramente reflejado en dos niveles de violencia e inseguridad, me
estoy refiriendo a:
a) Los
actos violentos e inseguros de carácter domestico y con escasa repercusión
externa, donde los turistas son “piezas codiciadas” para los delincuentes,
ladrones, etc. Los turistas son percibidos como personas más vulnerables
porque, normalmente, carecen de referencias para moverse y actuar con total
normalidad en los destinos elegidos.
b) Los
actos violentos y de terror de gran magnitud, que actúan de manera premeditada
contra el turismo y los turistas, porque saben que la repercusión a nivel
mundial va a ser muy potente e inmediata. El carácter humano de los turistas y
la sensibilidad que la violencia genera en los mismos; hace que la repercusión
esté garantizada.
Como en el caso de París de hace
unos meses, soy de la opinión que intervenir, prevenir y erradicar la violencia
y el terrorismo desde un perspectiva puramente espacial, social y policial
militar, no será suficiente. Y es que se trata a esos países y ciudades, como
lo que son, países y ciudades.
Sin embargo, esos países y
ciudades afectados por el azote terrorista, sin dejar de serlo, son también
destinos turísticos que producen economías y experiencias turísticas, de ocio y
de recreación, etc. etc. etc.
En este sentido, el recurrir solamente
a instancias policiales internacionales, nacionales, y hasta a las policías (turísticas) locales, no son suficientes y además muchos de sus servicios,
carecen del acabado adecuado.
Para luchar contra la
desmoralización, la impotencia generalizada, la alta dependencia de factores
ajenos y la falta de soluciones prácticas, será necesario ampliar los procesos
turísticos, de lo contrario se seguirá viviendo en una incertidumbre nada
recomendable. Y en esa ampliación de los servicios a los turistas, “servicios
de seguridad que se suponen que existen”, las instituciones y el sector
turístico han de jugar un papel fundamental.
En este sentido, mientras los gobiernos no sean capaces de adaptar la
verticalidad de sus políticas, funciones y cometidos a la transversalidad que
el sector turístico reclama, sobre todo en momentos de crisis; la actividad
turística seguirá mostrando signos de gran debilidad y padeciendo un castigo
injusto y desproporcionado.
Además, el sector empresarial ha
de interiorizar que, sus prestaciones no han de finalizar, con los servicios
preestablecidos y pactados con los TTOO y los turistas, sino que han de implicarse
con mayor precisión en las “las motivaciones positivas y negativas” que emanan
del entorno donde están ubicados.
El que las instituciones y
empresas turísticas no lo hagan por comodidad, por que las funciones de
seguridad dependen de otros ministerios, por no generar más alarma que la ya
creada, porque ya se pagan impuestos, por la escasa capacidad de interlocución
frente a otros instituciones, porque una buena campaña “lo soluciona casi todo”,
por puras políticas de maquillaje y de relaciones públicas, etc., etc., etc.;
hará que ciertos destinos e intereses turísticos se vean reiteradamente
superados y a expensas de iniciativas que no controlan y que no tienen en
cuenta ni su sensibilidad ni sus reales necesidades.
Ante ello, el ir reivindicando un mayor protagonismo e implicación del
sector en materia de seguridad ante otras instituciones y colectivos, se
convierte en factor básico e inicial para poder llegar a controlar, algo tan
riguroso y determinante en la competitividad de los destinos como es, el
componente de la seguridad.
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