martes, 30 de junio de 2015

Seguridad Turística. ¿Hasta cuándo?



De nuevo se repite la historia. Sangrientos atentados encadenados y sincronizados en diferentes zonas del planeta. Y de nuevo, la sociedad civil de dichos países se ve contrariada y agredida por unos hechos totalmente lamentables.
Qué duda cabe que se han de hallar soluciones de tipo social, relacional, policial, etc, etc, etc. Nadie lo cuestiona. El mejorar, prevenir y paliar los hechos acaecidos es labor de todos, y en concreto, de las instituciones y gobiernos con responsabilidades en materia de seguridad.
Junto al perjuicio social que los actos terroristas ocasionan, existe un perjuicio de tipo productivo y económico que es necesario resaltar. Las pérdidas por estos hechos, llegan a ser incalculables.
Como ya lo he resaltado en otras ocasiones, la actividad (económica) turística, es uno de los sectores que más se ve afectado. Su sistema de producción vinculado al ocio, la recreación, el tiempo libre, le hace muy vulnerable ante cualquier alteración negativa, violenta e insegura.
A esa vulnerabilidad, hay que añadirle una actitud premeditada al utilizar al sector turístico como “diana prioritaria” para la ejecución de ciertos actos violentos y terroristas. Y ello, se ve claramente reflejado en dos niveles de violencia e inseguridad, me estoy refiriendo a:
a)      Los actos violentos e inseguros de carácter domestico y con escasa repercusión externa, donde los turistas son “piezas codiciadas” para los delincuentes, ladrones, etc. Los turistas son percibidos como personas más vulnerables porque, normalmente, carecen de referencias para moverse y actuar con total normalidad en los destinos elegidos.
b)      Los actos violentos y de terror de gran magnitud, que actúan de manera premeditada contra el turismo y los turistas, porque saben que la repercusión a nivel mundial va a ser muy potente e inmediata. El carácter humano de los turistas y la sensibilidad que la violencia genera en los mismos; hace que la repercusión esté garantizada.
Como en el caso de París de hace unos meses, soy de la opinión que intervenir, prevenir y erradicar la violencia y el terrorismo desde un perspectiva puramente espacial, social y policial militar, no será suficiente. Y es que se trata a esos países y ciudades, como lo que son, países y ciudades.
Sin embargo, esos países y ciudades afectados por el azote terrorista, sin dejar de serlo, son también destinos turísticos que producen economías y experiencias turísticas, de ocio y de recreación, etc. etc. etc.
En este sentido, el recurrir solamente a instancias policiales internacionales, nacionales, y hasta a las policías (turísticas) locales, no son suficientes y además muchos de sus servicios, carecen del acabado adecuado.
Para luchar contra la desmoralización, la impotencia generalizada, la alta dependencia de factores ajenos y la falta de soluciones prácticas, será necesario ampliar los procesos turísticos, de lo contrario se seguirá viviendo en una incertidumbre nada recomendable. Y en esa ampliación de los servicios a los turistas, “servicios de seguridad que se suponen que existen”, las instituciones y el sector turístico han de jugar un papel fundamental.
En este sentido, mientras los gobiernos no sean capaces de adaptar la verticalidad de sus políticas, funciones y cometidos a la transversalidad que el sector turístico reclama, sobre todo en momentos de crisis; la actividad turística seguirá mostrando signos de gran debilidad y padeciendo un castigo injusto y desproporcionado.
Además, el sector empresarial ha de interiorizar que, sus prestaciones no han de finalizar, con los servicios preestablecidos y pactados con los TTOO y los turistas, sino que han de implicarse con mayor precisión en las “las motivaciones positivas y negativas” que emanan del entorno donde están ubicados.
El que las instituciones y empresas turísticas no lo hagan por comodidad, por que las funciones de seguridad dependen de otros ministerios, por no generar más alarma que la ya creada, porque ya se pagan impuestos, por la escasa capacidad de interlocución frente a otros instituciones, porque una buena campaña “lo soluciona casi todo”, por puras políticas de maquillaje y de relaciones públicas, etc., etc., etc.; hará que ciertos destinos e intereses turísticos se vean reiteradamente superados y a expensas de iniciativas que no controlan y que no tienen en cuenta ni su sensibilidad ni sus reales necesidades.
Ante ello, el ir reivindicando un mayor protagonismo e implicación del sector en materia de seguridad ante otras instituciones y colectivos, se convierte en factor básico e inicial para poder llegar a controlar, algo tan riguroso y determinante en la competitividad de los destinos como es, el componente de la seguridad.


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