jueves, 12 de noviembre de 2020

TURISMO – COVID 19; INCERTIDUMBRE Y NUEVOS ESCENARIOS

 


El temor y las dudas continúan estando presentes en nuestras vidas y en el desarrollo del sector turístico y de los servicios. Con el Covid 19, ambos apartados nos están deparando escenarios que hablan de un incierto futuro.

Ante esta tesitura, ¿es posible poder administrarlas con cierta pericia y racionalidad? Hasta la fecha, la operatividad institucional y turística han sido validadas y reconocidas, lo que nos ha permitido desarrollar unas relaciones y consumos más o menos desacomplejados.

Sin embargo, el coronavirus enturbia este escenario generando situaciones de enredo e inseguridad que obligan a revisar las políticas y procedimientos que probablemente, deban de ser reformuladas conforme a esta nueva realidad. 

Un enredo que fuerza al turismo a moverse fuera de su trayectoria habitual y ante la cual, no dispone de herramientas e iniciativas adicionales. Eso se traduce en que se siga viviendo de lo heredado, donde los estrictos procesos de producción sigan acaparando la mayoría de las atenciones, dando lugar a que la angustia y temores continúen estando presentes.

Debido a ello, se ha ido imponiendo cierto ensimismamiento y una reiteración en la revisión de los procesos internos, cuando esta crisis nos aconseja dirigir la mirada hacia otros factores que ayudarán a mitigar sus efectos. En este punto, la inseguridad de tipo social de convierte en inseguridad turística, lo que obliga al sector a tener que realizar esfuerzos específicos para intentar recuperar su ansiada competitividad.

Esto ha posibilitado el que se consolide lo que denomino un “clima social negativo” donde muchas de las certezas, se están viendo reducidas y cuestionadas. Así, los alojamientos, bares, restaurantes y cafeterías, de ser percibidos como espacios lúdicos y de esparcimiento, han pasado a ser vistos como factores de riesgo sanitario y de seguridad. Además, los espacios de convivencia se ven oprimidos y con descensos en usos y relaciones. Es más, se nos aconseja que éstos se desarrollen en lugares más abiertos y menos concurridos de los habituales.  

Ante tal reducción de alternativas y la mayor cautela con la que actuamos, se tiende a dirigir la mirada a otras zonas donde las requeridas recomendaciones se puedan realizar con mayor flexibilidad. Todo país y destino dispone de dichos espacios que ya son utilizados por muchos de sus ciudadanos por vínculos familiares, de proximidad, etc. 

Situación que está permitiendo redescubrirlos, propuestos en su día como lugares de atracción pero que, han tenido un escaso reconocimiento si los comparamos con otros de mayor demanda. Lugares de referencia patrimonial, medioambiental, cultural, etc., que también pueden ser visitados por otros ciudadanos o turistas que, careciendo de los vínculos antes citados, puedan conocer unos destinos impensables que, estoy convencido les sorprenderá positivamente. 

Por ello, convendría que las estructuras turísticas nacionales, consideren hacer compatible “lo que se es como sector e instituciones” con la posibilidad de desarrollar todo un conjunto de nuevos procesos que fortalezcan armoniosamente su entramado y funciones. En este caso, vinculados al factor territorial, pero unidos inexcusablemente a otros que lo complementen y enriquezcan. 

Como dije en otras ocasiones, vivimos con una “incomodidad que nos incomoda a todos” pero esta pandemia ha de representar la posibilidad de ampliar la visión y el brillo turístico, de ocio y de los servicios, porque nos obliga a orientar nuestra mente hacia “la identificación de otras situaciones, agentes y escenarios que muy posiblemente estén ahí”, superando en lo posible estas condiciones draconianas y los tics preexistentes.

Como responsables sociales y del sector, tenemos el desafío de gestionar esta incertidumbre lo que nos exige convivir y cultivarnos en su compañía e ir apostando por unos riesgos diría que calculados. En definitiva, los resquicios de tipo territorial que nos obliga a utilizar el coronavirus, han de ser vistos como una nueva oportunidad, que no la única, para la reactivación del sector, de sus relaciones sociales y seguridad.

En fin, que tenemos que tratar la seguridad, incluida esta pandemia, como una amenaza constante, tal y como lo hacemos con los incendios y otros tipos de catástrofes.

 

 


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