Ha pasado una semana desde que colgué el articulo con este mismo título. Y he de admitir que la situación mundial del coronavirus está superando todos las expectativas y escenarios que me había formado sobre dicha epidemia a la que, quizás ya debemos de llamar pandemia.
Si me sigo retrotrayendo, veremos
que el 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud, OMS, promulgó
una serie de recomendaciones, entre las que no había restricción alguna a los
viajes y el comercio en general. Dicho organismo sigue trabajando en estrecha
colaboración con la Organización Mundial del Turismo (UNWTO), con expertos
globales, gobiernos y diferentes asociados para dar a conocer la base
científica de este nuevo virus y su posible incidencia en el mundo social y de
los desplazamientos.
En este contexto los gobiernos e
instituciones tienen el firme propósito de pensar y priorizar en las personas y
para ello, la colaboración internacional se presenta como factor decisivo. Y es que estamos inmersos
en un escenario que está alterando la vida y costumbres de muchos países y sus
respectivas actividades turísticas y de los servicios.
Pero como escribí en dicho
artículo, parece que “vamos a remolque de unos acontecimientos que superan lo
establecido”. En ese sentido, y teniendo en cuenta la dificultad que supone el
control de procesos, ideas e intereses ajenos y externos; se observa que la
mayoría de los organismos, trabajan por dotar a los países, destinos y
ciudadanía de la coordinación y/o sistematización de todo un conjunto de
servicios sociales, y entre ellos, los turísticos de los viajes y servicios.
Como consecuencia, es ahora
cuando surgen términos como “desarrollo de los necesarios protocolos”, “nuevos
procedimientos de actuación”, “sistemas de vigilancia y control”, “definición
de los espacios de riesgo”, etc., etc., etc. Y es que todos desean trasmitir su
honda preocupación y la necesidad de involucrarse en la revisión y
fortalecimiento de los servicios existentes.
Además, y aunque cueste
admitirlo; las instituciones y gobiernos se ven superados porque no llegan a contrarrestar
los efectos perversos de esta u otras crisis similares. Y para intentar resolverlas, admiten la
necesidad de identificar nuevas fórmulas de colaboración que supuestamente no
eran necesarias pero que, escenarios como el actual, así lo aconsejan.
Llegados a este punto, vuelvo a
proponer el desarrollo de políticas transversales en base a la seguridad de los
países y destinos. Políticas donde han de estar entrelazadas aspectos tan
dispares como la salud, el territorio, la justicia, las actividades del sector
turístico y de los servicios, la seguridad ciudadana y turística, su proyección
interna y externa, etc., etc., etc.
Qué duda cabe que en el caso que
nos ocupa, el eje central de las políticas citadas ha de ir unida a la salud de
las personas, con su correspondiente interactuación. Políticas de salud entrelazadas
a otros factores y sectores ya que se ven afectados por esta epidemia/pandemia,
totalmente ajenas a su quehacer diario. Así iniciativas finalistas de higiene y
de relaciones personales han de ser vistas dentro de un contexto mucho más
amplio para que la credibilidad de naciones y destinos y sus sistemas sociales
y de producción recuperen el perfil que se merecen.
La solución médica y científica
de este virus y su aplicación a nivel local y universal, facilitará la vuelta a
la “normalidad” pero, la mayoría de los países se habrán visto cuestionados
ante la falta de respuestas integrales, tanto de tipo interno como externo.
Por todo ello, propongo que nos vayamos
convirtiendo en “sujetos pensantes” que mediante nuevos protocolos, sistemas o relaciones
estratégicas entre diferentes, vayamos adquiriendo un grado de conocimiento y
preparación superior al que se dispone actualmente. Y es que, por muy
innecesarios que nos parezcan este tipo de protocolos, las crisis son cada vez más
cortas en el tiempo, pero mucho más frecuentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario