La vinculación de la inseguridad
con los intereses turísticos puede darse por acciones puntuales y por situaciones
más perdurables en el tiempo. Una inseguridad que se relaciona de inmediato a
su especio físico y que, en mayor o menor medida, queda señalado tanto entre
los mercados como entre su propia sociedad.
Acciones y situaciones que
inciden negativamente aunque las cifras digan que la productividad y la llegada
de turistas y estancias se vayan incrementando. Y sería aconsejable que nadie lo
ponga en duda porque la violencia se ha hecho presente en “esa” avenida,
parking, paseo, centro temático, zona, parque, establecimiento de alojamiento,
restaurante, etc, etc.
De inmediato ese lugar, pasa a
ser definido como un “punto negro” interna y sobre todo, externamente. El
motivo de esta diferencia es debido a que sociedad local, tienen la facultad de
percibir in situ, el tamaño y la gravedad de la realidad dentro de un contexto
más amplio, donde existen otras realidades que revelan “cierta normalidad”.
Sin embargo, la percepción desde
la lejanía puede ser mucho más concreta, y vinculada estrictamente al hecho y/o
situación violenta, ya que es más fácil que se convierta en noticia porque se basa
en un suceso polémico que, posiblemente despierte más la atención que otro tipo
de realidades más “normales y habituales”.
“Puntos negros” que no solamente influyen en los lugares antes citados
sino que, por onda expansiva llegan a influir en espacios limítrofes y/o adheridos
por cuestiones territoriales, políticas, sociales, culturales y sectoriales.
Y como digo muchas veces, lo hace de manera injusta y desproporcionada lo que llega
a exasperar al sector.
Unos “puntos negros” en destinos
que exige tener que gestionar, negociar y proyectar su realidad e imagen de un
“destino normal” pero que se ve sujeto y condicionado por el efecto que supone tener
destinos de proximidad con lastres en esta materia.
Manejar estas situaciones por sus
responsables, supone tener que asumir nuevas funciones y compromisos nada
convencionales. En ese sentido, el sector afectado por la inseguridad propia o
ajena, debe de realizar esfuerzos adicionales para llegar a compensar esa tara.
Y lo debe de hacer no solamente, utilizando con mayor intensidad los medios y
herramientas habituales, sino que se deberán de inmiscuir y hasta diseñar
nuevas iniciativas de las que muy probablemente, no existan modelos o referencias
pretéritas.
Unos “puntos negros” que por lo tanto, demandan actuaciones internas,
externas, propias y ajenas al sector, coordinadas y en escala para poder llegar
a contrarrestar la diabólica influencia que les genera la violencia e
inseguridad.
La causa, debe de ser
contrarrestada por intensas medidas correctoras que persigan, no solamente unos
objetivos sociales sino que se han de añadir los objetivos ajustados a la
actividad. Ello conllevará la ampliación y modernización de las medidas preventivas
y paliativas, que han de estar trazadas desde una mirada interna o social junto
con otras dirigidas hacia el exterior, hacia los turistas y visitantes.
Medidas enfocadas hacia las
mejoras de la calidad de vida y de la calidad de oferta turística, lo que conllevará
la progresiva desaparición del calificativo “punto negro” mediante la
minimización de sus efectos y carencias.
Finalmente, sería aconsejable que estas mejoras sociales y sectoriales
formaran parte de un contexto o paraguas nacional que, en base a políticas
específicas de erradicación de la violencia e incidencia en el sector, se
convirtiera en referencia y facilitador del propio país y de unos destinos ya
más seductores y atractivos.
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