martes, 20 de noviembre de 2018

LOS PUNTOS NEGROS COMO REFLEJO DE LA INSEGURIDAD EN LOS DESTINOS




La vinculación de la inseguridad con los intereses turísticos puede darse por acciones puntuales y por situaciones más perdurables en el tiempo. Una inseguridad que se relaciona de inmediato a su especio físico y que, en mayor o menor medida, queda señalado tanto entre los mercados como entre su propia sociedad.
Acciones y situaciones que inciden negativamente aunque las cifras digan que la productividad y la llegada de turistas y estancias se vayan incrementando. Y sería aconsejable que nadie lo ponga en duda porque la violencia se ha hecho presente en “esa” avenida, parking, paseo, centro temático, zona, parque, establecimiento de alojamiento, restaurante, etc, etc.
De inmediato ese lugar, pasa a ser definido como un “punto negro” interna y sobre todo, externamente. El motivo de esta diferencia es debido a que sociedad local, tienen la facultad de percibir in situ, el tamaño y la gravedad de la realidad dentro de un contexto más amplio, donde existen otras realidades que revelan “cierta normalidad”.
Sin embargo, la percepción desde la lejanía puede ser mucho más concreta, y vinculada estrictamente al hecho y/o situación violenta, ya que es más fácil que se convierta en noticia porque se basa en un suceso polémico que, posiblemente despierte más la atención que otro tipo de realidades más “normales y habituales”.
“Puntos negros” que no solamente influyen en los lugares antes citados sino que, por onda expansiva llegan a influir en espacios limítrofes y/o adheridos por cuestiones territoriales, políticas, sociales, culturales y sectoriales. Y como digo muchas veces, lo hace de manera injusta y desproporcionada lo que llega a exasperar al sector.
Unos “puntos negros” en destinos que exige tener que gestionar, negociar y proyectar su realidad e imagen de un “destino normal” pero que se ve sujeto y condicionado por el efecto que supone tener destinos de proximidad con lastres en esta materia.
Manejar estas situaciones por sus responsables, supone tener que asumir nuevas funciones y compromisos nada convencionales. En ese sentido, el sector afectado por la inseguridad propia o ajena, debe de realizar esfuerzos adicionales para llegar a compensar esa tara. Y lo debe de hacer no solamente, utilizando con mayor intensidad los medios y herramientas habituales, sino que se deberán de inmiscuir y hasta diseñar nuevas iniciativas de las que muy probablemente, no existan modelos o referencias pretéritas.
Unos “puntos negros” que por lo tanto, demandan actuaciones internas, externas, propias y ajenas al sector, coordinadas y en escala para poder llegar a contrarrestar la diabólica influencia que les genera la violencia e inseguridad.

 Unos “puntos negros” que exigen el tratamiento inmediato sobre la causa, posiblemente “no turística”, la lógica implicación de los agentes no turísticos y turísticos, la necesidad de  informar de la congoja que sufre el sector y la búsqueda de una reacción urgente, genérica y específica a la vez.
La causa, debe de ser contrarrestada por intensas medidas correctoras que persigan, no solamente unos objetivos sociales sino que se han de añadir los objetivos ajustados a la actividad. Ello conllevará la ampliación y modernización de las medidas preventivas y paliativas, que han de estar trazadas desde una mirada interna o social junto con otras dirigidas hacia el exterior, hacia los turistas y visitantes.
Medidas enfocadas hacia las mejoras de la calidad de vida y de la calidad de oferta turística, lo que conllevará la progresiva desaparición del calificativo “punto negro” mediante la minimización de sus efectos y carencias.
Finalmente, sería aconsejable que estas mejoras sociales y sectoriales formaran parte de un contexto o paraguas nacional que, en base a políticas específicas de erradicación de la violencia e incidencia en el sector, se convirtiera en referencia y facilitador del propio país y de unos destinos ya más seductores y atractivos.

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