En el mes de junio colgué en este mismo blog, dos artículos sobre la relación entre las instituciones turísticas y no turísticas con la inseguridad en el sector. “La clase política y el manejo de la seguridad turística, I y II”.
Con esta nueva entrega deseo
retrotraerme un poco más, para poder identificar más las actitudes,
comportamientos teniendo en cuenta el
futuro social y relacional que nos espera. Unas instituciones y sector con dificultades
para discernir y anticiparse a las crisis que, por diferentes causas, se
presentan y lo seguirán haciendo en muchos destinos internacionales.
La gobernanza en materia de turismo y seguridad es muy difícil que se
dé si los responsables públicos y privados se retraen ante los problemas de
seguridad existentes, tanto si son perceptibles como si no lo son. En este
sentido, existe un freno a la hora de aceptar la realidad y una “cómoda
imposibilidad” a la hora de tener que intervenir.
En bastantes destinos y después
de mucho sopesar; se llega a la conclusión que ha arraigado una invalidez
público-privada, turística y no turística, a la hora de enfrentarse a un
problema que “está ahí”.
Instituciones y sector que, no
solamente no están preparados para anticiparse a los acontecimientos sino que,
ni siquiera pueden garantizar procesos de urgencia básicos y diarios. Es más,
las discusiones sobre cómo han de ser las respuestas, hace que los responsables
se distraigan sobre el camino a tomar en el corto, medio y largo plazo.
En este sentido, es conveniente
que se interiorice que la inseguridad en las sociedades y en el sector va
seguir estando presente y por ello, se debe de prever cómo, cuándo y de qué
forma se va a presentar y con qué herramientas se ha de contar para hacerles
frente. El poder informar sobre la creación - anticipación de unos servicios
interconectados y diseñados expresamente para tal fin, permitiría a los
destinos ganar en credibilidad, algo que todos codiciamos.
Por lo tanto, se necesita una gobernanza que sea consciente que se ha
de interactuar e interrelacionar con otros agentes e intereses, si realmente se
desea desarrollar nuevas y competitivas praxis sociales, turísticas y de
seguridad.
En suma, gobernanzas dinámicas
que requieren de ejercicios de imaginación sobre los actuales y futuros
escenarios de inseguridad, dado que cada realidad violenta e insegura será
siempre diferente al resto, por lo que la extrapolación de realidades pasadas o
de otros destinos, no serán suficientes para superar las crisis de cada uno.
Y es que existen unas
instituciones y competencias enmarañadas que, si se implican lo hacen de forma
puntual, normalmente en aspectos policiales y, lo que pudiera suponer una
solución estable, se convierte en un nuevo problema que es necesario resolver,
porque no se ha pensado y actuado estratégicamente en un escenario que está
cambiando radicalmente.
Por lo tanto, existe un problema
de inadaptación que se ve reflejado en la verticalidad de las estructuras y sus
respectivas funciones, algo que ya lo he comentado anteriormente en otros
artículos. Por ello, el éxito de la gobernanza en materia turística y de
seguridad vendrá dado por la capacidad que tenga de adaptarse con otras
entidades e instituciones y viceversa.
La gobernanza turística y de
seguridad se tiene que preparar para gestionar un sector en el que no habrá
crisis ocasionales, sino que se tenderá a convivir con fluctuaciones mayores de
los que se es capaz de gestionar actualmente.
Gobernanzas turísticas y de seguridad que sean capaces de reinventarse,
de pensar y transformar las políticas y con ello, alcanzar unas reformas
administrativas donde el sector turístico ocupe el espacio que se le exige y le
corresponde.
Finalmente y por todo ello, sería
conveniente que las crisis por violencia e inseguridad pudieran ser aprovechadas
para diseñar un sistema estable y en base a unas regulaciones totalmente
novedosas. Y es que cuando las “crisis
desaparecen” o se simplifican sus efectos negativos de manera premeditada; el
problema, normalmente sigue existiendo.
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