En la mayoría de los países y
destinos turísticos, existen diferentes servicios policiales. Unos servicios reconocidos, asentados y que forman parte de sus respectivas
instituciones, organigramas y funciones. Me estoy refiriendo a servicios
policiales como la policía judicial, el servicio científico, el de extranjería,
el fiscal, el de fronteras, el antiterrorista, el de estupefacientes, el
servicio de delitos tecnológicos, de emergencia, de operaciones especiales, de
tráfico, de protección del medio ambiente, el de seguridad ciudadana, etc.,
etc., etc.
Unos servicios que están
organizados en escala y que, por lo tanto, tienen presencia a nivel nacional,
regional y local. Servicios que, en principio, y como no puede ser de otra
manera, están orientados a dar servicio a la propia ciudadanía y que, disponen
de una trayectoria y de un reconocimiento que les avala y les dota de un merecido
prestigio.
Servicios policiales que
pertenecen a países, regiones y localidades que, son también destinos
turísticos ya que reciben un importante número de turistas que, en muchos
casos, han hecho que la actividad turística se haya convertido en una de sus
economías más boyantes.
Habitualmente, y desde una visión
interna de país y de destino, se considera que la estructura policial y de
seguridad antes citada, es tan sólida y profesional que, la mayoría de las demandas
y urgencias de los turistas pueden ser adecuadamente atendidas.
Sin embargo, la singularidad del
hecho turístico, basada en la temporalidad de sus estadías, en el factor
idiomático, en la escasa familiaridad con el espacio visitado, el
desconocimiento de ciertas costumbres, la dificultad para poder interpretar ciertos
momentos y escenarios y el desajuste en ciertos procesos burocráticos y administrativos;
hacen que el servicio policial turístico llegue a tener serias dificultades para
adaptarse a los verdaderos requerimientos de los turistas y visitantes. O dicho
de otra manera, los turistas tienen serias dificultades, en algunos casos
insalvables, para ver colmadas sus demandas, sobre todo, en momentos
críticos.
Ante esta situación más o menos
generalizada, se está considerando oportuno el mejorar -
implantar un servicio policial turístico, con personalidad propia, como
cualquier otro cuerpo o servicio policial especializado. Una tendencia que se
está dando a nivel universal, entre la mayoría de los destinos turísticos que
se precien, aunque con notables diferencias ya que se parte de diferentes
realidades locales - nacionales.
Así podemos citar, desde la
existencia de cuerpos especiales de “Policías de Turismo” que operan
permanentemente en toda una nación, hasta los servicios de “atención al
turista” que operan puntual o temporalmente, en determinadas zonas turísticas o
vacacionales. Además, existen otro tipo de diferencias, en este caso de
carácter dotacional, lo que nos permite afirmar que, existen grandes
desigualdades en el servicio de seguridad y de atención turística a nivel
internacional.
En este sentido recordar que, para
que un buen “servicio policial de seguridad y de atención al turista” sea
realmente fructífero, ha de estar entrelazado con todo un conjunto de servicios
y procesos propios de la actividad turística. Me estoy refiriendo a la
necesaria conectividad con los diferentes subsectores turísticos, el
conocimiento de los procesos a seguir, el disponer de la formación y dotación
debida, el generar escenarios de confianza y proximidad, el conocer los
contactos a tener en cuenta, en definitiva; el poder desarrollar un servicio policial
de seguridad orientado realmente a las necesidades y demandas de los turistas.
A su vez, “este servicio policial de seguridad
turística ha de ir unido a otros servicios burocráticos y administrativos”
ajenos al sector pero necesarios ya que las situaciones urgentes y críticas así
lo exigen. Si todo esto no se diera, el buen servicio policial turístico se
vería seriamente condicionado.
Finalmente, hemos de ser
conscientes que la seguridad turística, en concreto su parte policial, no
solamente desarrolla una función de servicio público y humanitario, sino que
sin dejar de hacerlo; forma parte de la producción del servicio turístico
nacional con una clara incidencia en la imagen y marca de los destinos.
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