¿Cómo se puede responder al reto de la seguridad turística a
nivel de destino, de localidad y por lo tanto a nivel urbano? ¿Cómo se pueden
plantear las respuestas en el marco de las políticas urbanas?
Y es que, en muchos casos, los turistas coinciden en tiempo y
lugar con la propia ciudadanía y ello conlleva escenarios muy positivos que
requieren de tratamientos especiales para que continúen siendo positivos.
La concepción de la seguridad turística en los destinos, no
tendrá que tener como objetivo el corto plazo sino que se ha de plantear como
un compromiso con objetivos diversos y a medio y largo plazo; calidad en la
oferta turística, promoción económica, integración cultural, mejora espacial y
ambiental, etc.
Para ello se han de establecer previsiones sobre los impactos
negativos estimados para reducirlos a la mínima expresión. En este sentido, la
implicación de los representantes sociales en la actividad turística y por
extensión, en la seguridad de dicha actividad no debe de ser una mera exigencia
retórica, sino que se ha de desarrollar en base a la intervención de diferentes
actores.
En ese hipotético debate debe de emerger los valores
culturales, sociales y económicos que se generan con la llegada de unos
turistas a los hemos atraído y seducido para que nos visiten y permanezcan
temporalmente entre nosotros.
A partir de este hecho, las administraciones locales, han de
interiorizar que su papel regulador e impulsor de transformaciones ha de tener
en cuenta a esa población flotante que suponen los turistas y visitantes. Un
papel que ha de estar dirigido a dar respuestas a la propia ciudadanía y
también a los turistas y visitantes.
Y es que la actividad turística y la seguridad requieren y se reitera,
del debate y participación social y cultural. ¿De quienes? La lista podría ser
muy amplia. Podemos simplificarla respondiendo de los “más directamente
interesados”.
Concretándonos en estos últimos, sería conveniente que los
profesionales del sector turístico admitan los beneficios que les generan los
espacios públicos, lugares donde están ubicados los motivos de atracción
turística (monumentalidad e identidad urbana) y también el interiorizar que en
esos mismos lugares, se pueden generar altas expresiones de inseguridad –
inseguridad turística.
En definitiva, los espacios públicos – espacios de motivos de
tracción turística, son un desafío para las políticas urbanas locales, donde la
actividad turística ha de estar presente, junto a las demandas y necesidades de
la propia ciudadanía. El no hacerlo así, supondrá el autoengaño y la falta de
competitividad tanto social como sectorial turística, incluido el factor de
seguridad.
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