jueves, 11 de octubre de 2018

GOBERNANZA PARA LAS CRISIS E INSEGURIDAD TURÍSTICAS.



En el mes de junio colgué en este mismo blog, dos artículos sobre la relación entre las instituciones turísticas y no turísticas con la inseguridad en el sector. “La clase política y el manejo de la seguridad turística, I y II”.

Con esta nueva entrega deseo retrotraerme un poco más, para poder identificar más las actitudes, comportamientos  teniendo en cuenta el futuro social y relacional que nos espera. Unas instituciones y sector con dificultades para discernir y anticiparse a las crisis que, por diferentes causas, se presentan y lo seguirán haciendo en muchos destinos internacionales.
La gobernanza en materia de turismo y seguridad es muy difícil que se dé si los responsables públicos y privados se retraen ante los problemas de seguridad existentes, tanto si son perceptibles como si no lo son. En este sentido, existe un freno a la hora de aceptar la realidad y una “cómoda imposibilidad” a la hora de tener que intervenir.
En bastantes destinos y después de mucho sopesar; se llega a la conclusión que ha arraigado una invalidez público-privada, turística y no turística, a la hora de enfrentarse a un problema  que “está ahí”.
Instituciones y sector que, no solamente no están preparados para anticiparse a los acontecimientos sino que, ni siquiera pueden garantizar procesos de urgencia básicos y diarios. Es más, las discusiones sobre cómo han de ser las respuestas, hace que los responsables se distraigan sobre el camino a tomar en el corto, medio y largo plazo.
En este sentido, es conveniente que se interiorice que la inseguridad en las sociedades y en el sector va seguir estando presente y por ello, se debe de prever cómo, cuándo y de qué forma se va a presentar y con qué herramientas se ha de contar para hacerles frente. El poder informar sobre la creación - anticipación de unos servicios interconectados y diseñados expresamente para tal fin, permitiría a los destinos ganar en credibilidad, algo que todos codiciamos.
Por lo tanto, se necesita una gobernanza que sea consciente que se ha de interactuar e interrelacionar con otros agentes e intereses, si realmente se desea desarrollar nuevas y competitivas praxis sociales, turísticas y de seguridad.  
En suma, gobernanzas dinámicas que requieren de ejercicios de imaginación sobre los actuales y futuros escenarios de inseguridad, dado que cada realidad violenta e insegura será siempre diferente al resto, por lo que la extrapolación de realidades pasadas o de otros destinos, no serán suficientes para superar las crisis de cada uno.
   Además la regulación de las futuras y necesarias competencias en materia de seguridad social y turística, actualmente están fragmentadas y dependientes de otras entidades e instituciones que, no disponen de la visión sobre el futuro papel que pueden llegar a desempeñar en este campo.
Y es que existen unas instituciones y competencias enmarañadas que, si se implican lo hacen de forma puntual, normalmente en aspectos policiales y, lo que pudiera suponer una solución estable, se convierte en un nuevo problema que es necesario resolver, porque no se ha pensado y actuado estratégicamente en un escenario que está cambiando radicalmente.
Por lo tanto, existe un problema de inadaptación que se ve reflejado en la verticalidad de las estructuras y sus respectivas funciones, algo que ya lo he comentado anteriormente en otros artículos. Por ello, el éxito de la gobernanza en materia turística y de seguridad vendrá dado por la capacidad que tenga de adaptarse con otras entidades e instituciones y viceversa.
La gobernanza turística y de seguridad se tiene que preparar para gestionar un sector en el que no habrá crisis ocasionales, sino que se tenderá a convivir con fluctuaciones mayores de los que se es capaz de gestionar actualmente.
Gobernanzas turísticas y de seguridad que sean capaces de reinventarse, de pensar y transformar las políticas y con ello, alcanzar unas reformas administrativas donde el sector turístico ocupe el espacio que se le exige y le corresponde.
Finalmente y por todo ello, sería conveniente que las crisis por violencia e inseguridad pudieran ser aprovechadas para diseñar un sistema estable y en base a unas regulaciones totalmente novedosas.  Y es que cuando las “crisis desaparecen” o se simplifican sus efectos negativos de manera premeditada; el problema, normalmente sigue existiendo.

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