martes, 27 de febrero de 2018

INSEGURIDAD TURÍSTICA: EL LLAMATIVO PROTAGONISMO DE LAS CIFRAS EN EL MARKETING DE LOS DESTINOS.





Nos está tocando vivir una época donde la información fluye en todas direcciones y donde su ciclo de vida se acorta siendo sustituida de inmediato por otras informaciones igual de fugaces. Una información donde priman los aspectos cuantitativos frente a los cualitativos. Así podemos ver que en el turismo internacional imperan los rankings, los likes, indicadores, los tenedores, las estrellas, las espigas, todo tipo de clasificaciones, datos de llegadas, inversiones, pernoctaciones, de ofertas, mercados, conexiones, atractivos, establecimientos singulares,  y todos ellos, traducidos en cifras.
En este escenario, cuando un destino turístico sufre los efectos de la violencia e inseguridad tiende a auto chequearse con mayor profundidad y asiduidad. Chequeo que se puede percibir, salvo pequeños matices, en la actitud y reacción de la mayoría de los destinos del planeta cuando viven con realidades violentas e inseguras.
Chequeo que conlleva la traslación estratégica de ciertas realidades hasta convertirlas en cifras y datos muy concretos. Con esa actitud se tiende a simplificar y a facilitar la comprensión de los mensajes entre los mercados “sin que estos pierdan mucho tiempo en interpretarlos”. Simplificación que desea orientar el interés de los turistas hacia unos parámetros positivos y con ello solapar otras realidades. El uso de los fríos números aplaca el desconcierto que produce la inseguridad, lo que permite a los destinos considerar que pueden “llegar a compararse a otros con mejor perfil”. Llegados a este punto, la necesidad de auto convencimiento entre los responsables del destino es tan grande que, proyectar esas cifras y darlas como absolutas, lo consideran como el mejor antídoto contra la violencia e inseguridad.
Por ello, los destinos priman su percepción e imagen frente a otros contenidos sociales y sectoriales en este caso, a través del uso de estudios e informes numéricos. Parece que al sector turístico no se le asigna otra misión que la de gestionar su propia reputación y la de sus respectivos países. Y es que puede haber distintas maneras de gestionar los destinos turísticos, su disposición ante la inseguridad, la forma de medir y utilizar diferentes datos y cifras, el privilegiar otros criterios y descripciones, etc.
Desde mi punto de vista el uso reiterado de datos y cifras, no es más que otra expresión de la lucha por un mayor protagonismo en torno a esa falta de políticas y recursos a la hora de apostar por el desarrollo turístico y la seguridad. Gráficamente estas actividades de proyección, en muchos casos inverosímiles, nos recuerdan el estrecho margen que dispone el sector para poder defender sus intereses dentro de sus propios países que, admiten el valor del turismo y la seguridad, pero que lo hacen de una manera puramente testimonial.
Por lo tanto, superemos lo anecdótico que supone el uso desmedido de las cifras a la hora de defender la realidad condicionada de los destinos y, ubiquémoslo dentro de un contexto político y social mucho más amplio y comprensible. Y veremos que la pertenencia a un país inseguro que no es capaz de visualizar a un sector que sobrevive muy condicionado por la violencia y sin apenas herramientas y políticas transversales; no supone más que vivir con una permanente zozobra e inestabilidad social y sectorial.

La existencia de ministerios verticales como grandes compartimentos estanco, no les exime a los gobiernos de tener que mejorar la seguridad en la actividad turística, lo que redundará en la seguridad de su ciudadanía. No estamos hablando más que de otra “moderna infraestructura o servicio” que beneficia al país y a su exportación (turística).

jueves, 22 de febrero de 2018

MENCIONAR LA SEGURIDAD TURÍSTICA DE LOS DESTINOS. ¿GENERA RECHAZO ENTRE SUS RESPONSABLES?




Como lo he expresado en varias ocasiones, partimos de una realidad  objetiva. El turismo es un sector sensible y vulnerable en situaciones de inseguridad y con la repercusión que puede alcanzar a nivel interno y externo.
Por derivación; hablar de seguridad en el sector, es algo que crea inquietud e inestabilidad porque se considera que, puede alcanzar el objetivo contrario al perseguido, y que no es otro que, aumente la alarma social y sectorial lo que supondría “más presencia tangible” de una inseguridad, ya de por sí incómoda.
Sin embargo, el hecho de profundizar sobre la seguridad en el sector; es algo que se proclama como imprescindible para la buena marcha de la actividad.
Por lo tanto, se identifican unos conductas que van, desde evitar toda mención hasta la petición de asistencia para que se pongan en marcha mecanismos más firmes ante una violencia que, ya incide claramente en la captación de turistas y de inversiones.
Si se llega a este último extremo, es muy probable que la inestabilidad sea mayor porque, a la inseguridad que siempre ha estado presente, se une el reconocer que “ahora ya nos afecta de verdad”
Y entonces aflora, más si cabe, el temor por la inseguridad y se intuye que “estamos siendo chequeados en exceso” por los mercados emisores. Por lo tanto, se genera un doble temor; se teme a la inseguridad existente y a la vez, a las consecuencias y percepción negativa entre los mercados. Y ello hace que se esté forjando en el sector, una fuerte aversión al rechazo del destino, de sus intereses y atractivos.
Pero se ha de pensar que, en la mayoría de los casos, cuando se rechaza un destino, no lo es por motivos estrictamente turísticos, sino por otros factores ajenos pero coincidentes con la realidad turística. Normalmente, son “lagunas del país” las que afectan al sector productivo turístico.
Cuando un mercado y sus turistas rechazan un país - destino por violencia e inseguridad, se debe de interiorizar que dicho rechazo le está ayudando a descartar y a la vez a mejorar ciertos servicios y mecanismos. No es que el país – destino no sea lo suficientemente atractivo y seductor, sino que los turistas y mercados opinan que se han de revisar algunos detalles.
Por lo tanto, pensar que la solución a los problemas de seguridad en el sector dependen exclusivamente del mismo o por el contrario, pensar que los van a solucionar otros agentes y colectivos sin la implicación turística; es evitar tomar nuevos compromisos y responsabilidades, lo que agrava la situación.
En este sentido, destinos afectados por la inseguridad, siguen pensando que es preferible apostar por las campañas de marketing especializadas y llamativas  antes que admitir la necesidad de participar en la mejorar la seguridad integral del país y de los destinos. Es un rechazo irracional del sector que se sigue reprimiendo y ocultando para no ser “más rechazado” desde los mercados.
Por lo tanto, se ha de intentar que el sector ni quede paralizado ni sin participación en la mejora integral de los escenarios turísticos. Se debe de superar “el hacer lo mismo todos los años” cuando la violencia e inseguridad sigue estando presente.
No se debe confundir la mejora o modernización de ciertos procesos con el desarrollo de nuevos hábitos desde y para el sector. La asunción de esos nuevos hábitos, algo más profundo y constructivo, hará que las reacciones y actitudes previsibles ante la violencia vayan desapareciendo. En definitiva, se han de tomar serias decisiones para superar escenarios o zonas de confort excesivamente asentadas.


jueves, 1 de febrero de 2018

SEGURIDAD TURÍSTICA: NUEVOS TIEMPOS - NUEVA IMPLICACIÓN




Que se analice y califique a los destinos, cuando conviven con la inseguridad e inestabilidad, hace que se cree una inquietud mal disimulada entre sus responsables.
Las opiniones de los grandes prescriptores de viajes, desde los medios genéricos y específicos, las nuevas centrales de opinión y comercialización hasta las recomendaciones oficiales de los gobiernos; es algo que les afecta, aunque les cueste admitirlo.
En la mayoría de los casos, el sector asume posturas de “acuerdo – contención” con la violencia e inseguridad con tal de mantener el estatus y una posición privilegiada entre los mercados. Con ello se intenta solapar, consciente y estratégicamente, hechos y realidades negativas que pueden llegar a emborronar y obstaculizar el normal desarrollo de la actividad.
Postura muy enraizada la de solapar, hasta el punto de que una mera iniciativa tendente a investigar y verificar la incidencia de la seguridad en los destinos puede ser percibida como una “actividad contraproducente” y, por lo tanto, no ser tenida en cuenta. Es más, en bastantes ocasiones, el profundizar en la seguridad por cierto, elemento clave para el propio sector; no sólo no doblega a los que la rehúyen, sino que les convencen de que hay que seguir evitándola.
Otros ejemplos, como la organización de discretas reuniones, congresos, seminarios y cursos específicos, no llegan a convencer a los escépticos sino que, en muchos casos, estos ven reforzadas sus tesis de seguir evitando los foros e intervenciones de esta naturaleza. En definitiva, no les interesa que se hable de lo que “no interesa”, y con ello evitan que surjan marcos de opinión sobre temas espinosos.
La aparición de este escudo protector y lleno de suspicacias en el sector, se debe a que durante mucho tiempo, se ha visto indefenso ante la manipulación, ante los castigos injustos y desproporcionados que no le correspondían, ante las tácticas de la competencia y todo ello adobado, con una escasa capacidad de interlocución interna. Pero por eso mismo, considero que han de ir combinando esta actitud defensiva, con la asunción de nuevas funciones.
Llegados a este punto. ¿Cómo convencer al sector público – privado de una mayor implicación en seguridad siendo conscientes, como son, que la seguridad es factor fundamental de su actual y futura competitividad?  ¿Cómo convencer…?
…Cuando ellos conocen mejor que nadie sus propias fisuras en esta materia
…Cuando la gran cantidad de energías y fondos que se dedican la imagen del destino, no llegan a convencer del todo a los mercados emisores y turistas
…De la necesidad de “introducir otras formas y contenidos” cuando los gestores turísticos, son auténticos expertos en la filigrana de la comunicación.
…Que llegar a la súplica en la negociación con los mercados no es sino una expresión gráfica de las carencias (de seguridad) existentes en los destinos que representan
…Que en dichas negociaciones los interlocutores de los mercados exigen sin exigir “nuevos escenarios” y más garantías (de seguridad)
…Que han de presentarse en dichas negociaciones con sólidos argumentos turísticos y de servicios ajenos al sector
…Que solapar cierta información no sirva para mucho cuando probablemente el interlocutor dispone de una información más amplia y detallada sobre la realidad social y de seguridad del propio país – destino
Ante este escenario, considero que los que estamos en esta trinchera del binomio “turismo y seguridad” también debemos de realizar nuevos esfuerzos orientados a intentar convencer a los que no lo están. Pero no solamente para que reconozcan que se deben de implicar más y de diferente forma, sino para que realmente se impliquen.
Para ello deberemos de usar diferentes enfoques, dando a conocer los motivos y rebatirlos para ampliar la implicación del sector pero desde los sentimientos, colocando la fría lógica en un segundo plano. Debemos dotarnos de gran empatía y sensibilidad, debemos darles la palabra y mucho tiempo para que se explayen, conectarnos emocionalmente y abordar los escenarios y puntos más sensibles cuando la confianza sea franca y notable.

En definitiva, todos seguimos teniendo pendiente el reto de una mayor implicación en el binomio seguridad y turismo. Una argumentación que persuada desde el más profundo conocimiento de  la situación, ayudará a que todos aportemos algo más desde nuestros diferentes puntos de vista.