Como profesional del sector, uno
de los aspectos que más me llama la atención, es la dimensión que el término “mecanismos
de defensa” puede alcanzar entre los destinos y agentes que conviven con
realidades violentas e inseguras.
Entendiendo como “mecanismos de
defensa” las actitudes que consciente e inconscientemente practica nuestro “yo” para adaptarse
y superar la angustia y ansiedad que nos produce la inseguridad existente.
Ante esa tesitura, vemos que nuestros
mecanismos se activan sobre todo para solapar lo evidente, rememorando y
ensalzando tiempos pasados, intentando superar el lastre que representan las
“nuevas costumbres”, imaginando e idealizando lo que actualmente es difícil desarrollar,
considerando como respuesta idónea el uso de mensajes llamativos y finalmente convirtiendo
el “mal de muchos…” en nuestro recurrente consuelo.
Son reacciones comprensibles, pero
evitemos una excesiva resignación porque la actividad sigue emparedada entre una
violencia y estructura institucional que le impiden disponer del servicio adecuado
ante un escenario tan sensible.
Por ello, considero necesario
reinterpretar la situación, donde la seguridad turística deje de verse como un
hecho insólito y hasta extravagante y así, tener más en cuenta las demandas de
unos turistas con parámetros (superiores) diferentes a las que ofrece actualmente
Quintana Roo.
En este sentido, conviene
recordar que México ha ido mejorando sus infraestructuras, equipamientos y
servicios en gran medida por su apuesta por el sector. La dotación en base a objetivos
interno-externos de autopistas, puertos, aeropuertos, el ferrocarril e inversiones
extranjeras así lo atestiguan.
Con estos antecedentes, la seguridad socio - turística puede ser otro equipamiento a desarrollar integralmente. Sigue en juego la mayor competitividad y modernización del país – destino por no hablar de su credibilidad.
Publicado en la revista Oveja Negra. Cancún, Quintana Roo, México
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