Nunca habíamos sentido tanta necesidad por viajar, hasta que nos hemos visto privados de ella, hecho que se ve condicionado, por nuevos y no tan nuevos parámetros y exigencias que se dan, tanto entre los gestores de los destinos como entre los turistas y consumidores. Y es que, pasada la pandemia, surgen otros factores de inestabilidad como la guerra de Ucrania, la política y geopolítica mundial, la llegada de una posible hambruna, un nuevo colapso económico, además de la urgente adaptación de los destinos a esos u otros motivos más triviales.
Por añadidura, debemos admitir
que, el turismo es un fenómeno del que todo el mundo entiende y opina, lo que
da lugar a que se den posturas encontradas. Es parte de su grandeza, la de un
sector al que la mayoría desea vincularse por su componente ocioso, hedonista,
vacacional, recreativo, etc., etc., y por propiciar el acceso a diferentes países,
sociedades, culturas, tradiciones...
Situación que, con las nuevas
tecnologías, da pie a que esté en boca de todos, con ideas muy diversas y subjetivas,
pero todas respetables, que pueden llegar a generar presión y atención añadidas
y que, deberán de tenerse en cuenta por todos sus agentes.
Y es que, nos adentramos, en un
escenario donde se da el binomio conocimiento – desconocimiento, donde se puede
admitir-renegar del turismo a través de posturas y visiones favorables - desfavorables.
Y todo, en unos tiempos, donde se
tiende a cuestionar y descodificar con suma facilidad lo existente -
inexistente, mediante la aparición de ciertas posturas preconcebidas,
mecanismos inducidos, comentarios sesgados, información manipulada, el uso de ideas
falsas y poco testadas, etc., etc., y; lo más peligroso es que, todas ellas pueden
llegar a ser presentadas como verídicas e irrebatibles.
Y es que estamos hablando de un
sector atomizado, dependiente y multidisciplinar, al que se incorporan y
descabalgan determinados elementos y funciones, lo que hace que su capacidad de
“poner orden” se convierta en factor determinante de su actual y futura
competitividad.
Pero pese a todo, el sector sigue
asentado y mostrándose resiliente aunque, en escenarios cada vez más abruptos y
con (nuevas) incertidumbres, por lo que, sería aconsejable que el turismo
dispusiera de un nuevo marco o contexto de contenidos y relaciones, para
reforzar su estatus con medidas y políticas lo más concluyentes posibles.
Para ello, se parte de la actual
distribución de poderes y responsabilidades públicas, desde donde se diseñan y
se envían servicios bienintencionados que se incorporan a la actividad con sus respectivas
visiones y patrones y ante los que, el sector debe adaptarse y entrelazarlos con
otros servicios para que la prestancia turística y social no quede desequilibrada
sino mejorada.
Se trata de “servicios satélites”
que surgen y se incrustan por exigencias ajenas y colaterales, que no afectan a
otros sistemas de producción, pero que sí alteran e inciden en la producción y reputación
del sector e instituciones.
Ante esta tesitura, es lógico
pensar que el turismo desee disponer de un entramado que le permita desarrollar
sus funciones con una mayor comprensión, fluidez, naturalidad y con las
herramientas y políticas más ajustadas a su responsabilidad y quehacer diario.
De ahí, el objetivo de disponer
de un nuevo marco o contexto donde sus responsables interioricen que lo fundamental
para su consolidación, parte de controlar todo un conjunto de procesos para generar
acercamientos en base a “reglas no establecidas” y todo, de la manera más oportuna
y precisa posibles.
Y es que, en un entorno tan
cambiante y fragmentado donde todos tenemos la facultad de opinar, el
reconocimiento de la actividad turística vendrá dada por su capacidad de “poner
orden” y generar contextos que mejoren la actual maraña de relaciones turísticas
y no turísticas.