Nadie pone en duda que nuestras
instituciones turísticas y de seguridad ven mejorados sus procesos cuando
cuentan con el apoyo y utilización de las nuevas tecnologías, algoritmos, big
data, etc. Y es que, como la mayoría de sectores, la seguridad en el turismo se
ve forzado a relacionarse con subsectores tan diversos como los que conforman
la seguridad general de los países más, otros de diferente naturaleza.
En ese sentido, sería conveniente
informar que, el turismo y su seguridad parten de una no – relación y de un
notable descreimiento porque, la distribución de responsabilidades socio políticas son difíciles de alterar, con un claro perjuicio para el sector turístico. Y en este punto, permítanme hacer un inciso;
me resisto a pensar que esa no - relación y descreimiento se deban a desavenencias
con el sector, sino que más bien se ha ido asentado una concepción secundaria
sobre su certidumbre y desarrollo.
Partimos pues, de unas relaciones
complejas, de una capacidad de interlocución - no interlocución y de un momento
bastante enmarañado. Y en este escenario, sería aconsejable que las políticas
genuinamente turísticas y de seguridad partieran de sus propias entrañas, de
sus promotores más interesados.
Como interesados e implicados en
la materia, pensemos que las TICs y los algoritmos nos permiten alcanzar metas
turísticas y de seguridad preestablecidas, pero que no sean solamente ellos quienes
deban decidir y determinar cuáles han de ser esas metas. Por lo tanto, evitemos
la tentación descargar sobre sus espaldas la responsabilidad inicial de nuestra
seguridad.
Y es que, implantar una novedosa
política de seguridad turística exige poner en marcha procedimientos de aprendizaje
colectivo para llegar a acuerdos entre diferentes, donde su gobernanza, ha de
ser capaz de disponer de la unidad necesaria respetando al mismo tiempo la
diversidad institucional de sus miembros, con un claro objetivo; el ir superando
ciertos vetos, la división de tareas preexistentes y la dificultad para participar
que todo ello conlleva.
Me refiero a miembros e
instituciones que desempeñan sus funciones con total pericia, pero se tienen problemas
para implicarlos en la requerida seguridad turística. De ahí, el objetivo
inicial de superar “la incompatibilidad” entre la seguridad establecida y la seguridad
turística añadida y necesaria.
Y es que, hemos de ser
conscientes que la seguridad existente está pensada para resolver situaciones
aisladas y perfectamente definidas, pero que se ven superadas cuando la
inseguridad se vuelve enrevesada como es el caso de la seguridad en el sector.
Es lo que tiene ser un país que, sin dejar de serlo, también es un destino
turístico.
Teniendo en cuenta estos y otros
factores y escenarios, es probable que inicialmente las TICs, big datas,
algoritmos, etc., carezcan de los formatos requeridos, pero hemos de ser
conscientes que, con su participación, se pueden mejorar los sistemas y tiempos de todo proyecto de seguridad. Desde una mutua confianza, se irían definiendo los participantes estratégicos, las mediciones avanzadas, los manejos
de flujos y localizaciones y las
diferentes formas de intervención sobre la inseguridad en destinos, sector y
turistas. Hecho que obligaría a disponer urgente y estratégicamente de auténticos
“intérpretes e intermediarios” entre ambas esferas.
Se trataría pues, de acceder a mejoras que incidirán directamente en la calidad de vida de los países - destinos, y así poder trabajar con las mínimas taras posibles.
En definitiva, somos uno de los
sectores que mejor se ha adaptado a las nuevas tecnologías en su
faceta de producto, comunicación, proyección, comercialización, imagen, etc.
Pero para que el sector sea más competitivo, parece que los nuevos protocolos
de seguridad han de estar cada vez más presentes. Cuestión de credibilidad, algo
que reclama permanentemente nuestra atención.
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