martes, 2 de febrero de 2021

TURISMO COVID; GESTION DE AFECTOS Y EMOCIONES

Parece que hemos superado el año 2020 aunque el azote, el sufrimiento y la angustia continúan estando presentes, lo que obliga a seguir en la brecha porque el momento y la actividad turística así lo requieren. Momento en que sus responsables están realizando ímprobos esfuerzos para poder mantener a flote tanto su tejido productivo como la fiabilidad entre los mercados y turistas. 
Debido a ello, se están programando y desarrollando toda una batería de medidas que, para algunos pueden ser consideradas como lógicas y de obligado cumplimiento mientras que, para otros, pueden tener un sesgo más ambicioso y transformador. 
Me refiero a todo un conjunto de intervenciones que tienden a socorrer los intereses y empleos propios del sector, junto a otras que van dirigidas a definir un escenario futuro a través de políticas e iniciativas más transversales. Así, nos hemos ido familiarizando con términos como las ayudas - rescates, ERTEs, PCRs, las vacunas, la sostenibilidad, el medioambiente, la inteligencia artificial y las energías renovables que, son presentados como elementos clave para superar la parálisis generada por esta pandemia. 
 Partiendo de que casi nadie pone en duda el papel que pueden llegar a desempeñar las iniciativas descritas sería apropiado, ya desde ahora, dotarles de un mayor engarce con sus potenciales turistas que, no nos olvidemos, se encuentran aislados y distanciados tanto física como sicológicamente. Es más, se ha de considerar que ellos no han elegido romper su relación con los destinos, sino que es esta crisis la que les impide seguir disfrutando de sus estancias y experiencias. Situación que emocionalmente les está deparando temor, tristeza, soledad, preocupación, etc. 
 Por ello, desean tener la sensación que la reactivación de los destinos se está llevando a cabo conforme a sus necesidades, incluida su seguridad. Una seguridad que fuera ofrecida, y permítanme el símil automovilístico, como un “equipamiento de serie” donde se incluyeran el conjunto de servicios que los turistas y visitantes precisan en momentos de crisis. 
Y es que en el fondo, todos deseamos sentirnos “seguros y cuidados” a través de un nivel de servicios extremadamente eficaz. Pensemos que en este siglo XXI, muchas de las ventajas competitivas se van a ir dando a través de un mayor compromiso afectivo con sus turistas y clientes. Por eso, junto al componente racional de las iniciativas antes descritas, sería oportuno que se orientaran y llegaran a coincidir con la variable de “la atención al turista”, como factor decisivo de comprensión y de reactivación sectorial. 
En este sentido y a la hora de informar de la situación de los destinos, convendría considerar que, el uso reiterado de herramientas y técnicas de “destinos normales y sin crisis”, pueden verse superadas por realidades que no se controlan y con ello, seguir alimentando las dudas además de no alcanzar el nivel de confianza deseado. 
Al contrario, y partiendo de una realidad que no gusta y que los mercados y turistas conocen al detalle; convendría ir divulgando los procesos progresivos de mejora que se están realizando y que han de pivotar y estar conectados de facto con el bienestar de la ciudadanía y turistas. Los mismos se han de ir convirtiendo en noticias de sesgo positivo que irán modificando nuestra realidad y percepción tanto interna como externamente. 
 Con ello, y mediante un esfuerzo intelectual añadido, el sector estaría generando lo que denomino un “afecto global” para con sus turistas, mediante el ejercicio de nuevas funciones y el desarrollo de una comunicación transparente para lograr una nueva aproximación a los mercados y turistas lo más cálida y humana posibles.  
Como conclusión, pensemos que los destinos más afectivos son sin duda alguna, los más efectivos, sobre todo cuando está en juego la seguridad de sus clientes y turistas

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