Debido a ello, se están programando y desarrollando toda una batería de medidas
que, para algunos pueden ser consideradas como lógicas y de obligado
cumplimiento mientras que, para otros, pueden tener un sesgo más ambicioso y
transformador.
Me refiero a todo un conjunto de intervenciones que tienden a
socorrer los intereses y empleos propios del sector, junto a otras que van
dirigidas a definir un escenario futuro a través de políticas e iniciativas más
transversales.
Así, nos hemos ido familiarizando con términos como las ayudas -
rescates, ERTEs, PCRs, las vacunas, la sostenibilidad, el medioambiente, la
inteligencia artificial y las energías renovables que, son presentados como
elementos clave para superar la parálisis generada por esta pandemia.
Partiendo
de que casi nadie pone en duda el papel que pueden llegar a desempeñar las
iniciativas descritas sería apropiado, ya desde ahora, dotarles de un mayor
engarce con sus potenciales turistas que, no nos olvidemos, se encuentran
aislados y distanciados tanto física como sicológicamente. Es más, se ha de
considerar que ellos no han elegido romper su relación con los destinos, sino
que es esta crisis la que les impide seguir disfrutando de sus estancias y
experiencias. Situación que emocionalmente les está deparando temor, tristeza,
soledad, preocupación, etc.
Por ello, desean tener la sensación que la reactivación de los destinos
se está llevando a cabo conforme a sus necesidades,
incluida su seguridad. Una seguridad que fuera ofrecida, y permítanme el símil
automovilístico, como un “equipamiento de serie” donde se incluyeran el conjunto
de servicios que los turistas y visitantes precisan en momentos de crisis.
Y es que en el fondo, todos deseamos sentirnos “seguros y cuidados” a través de un
nivel de servicios extremadamente eficaz. Pensemos que en este siglo XXI, muchas
de las ventajas competitivas se van a ir dando a través de un mayor compromiso
afectivo con sus turistas y clientes.
Por eso, junto al componente racional de
las iniciativas antes descritas, sería oportuno que se orientaran y llegaran a
coincidir con la variable de “la atención al turista”, como factor decisivo de
comprensión y de reactivación sectorial.
En este sentido y a la hora de informar
de la situación de los destinos, convendría considerar que, el uso reiterado de
herramientas y técnicas de “destinos normales y sin crisis”, pueden verse
superadas por realidades que no se controlan y con ello, seguir alimentando las
dudas además de no alcanzar el nivel de confianza deseado.
Al contrario, y
partiendo de una realidad que no gusta y que los mercados y turistas conocen al
detalle; convendría ir divulgando los procesos progresivos de mejora que se
están realizando y que han de pivotar y estar conectados de facto con el
bienestar de la ciudadanía y turistas. Los mismos se han de ir convirtiendo en
noticias de sesgo positivo que irán modificando nuestra realidad y percepción
tanto interna como externamente.
Con ello, y mediante un esfuerzo intelectual
añadido, el sector estaría generando lo que denomino un “afecto global” para con
sus turistas, mediante el ejercicio de nuevas funciones y el desarrollo de una
comunicación transparente para lograr una nueva aproximación a los mercados y turistas lo más cálida y humana posibles.
Como conclusión, pensemos que los destinos más afectivos
son sin duda alguna, los más efectivos, sobre todo cuando está en juego la
seguridad de sus clientes y turistas
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