Desde hace varias décadas, se puede afirmar sin temor a equivocarse, que el desarrollo turístico se ha cimentado sobre unas débiles estructuras además de llegar a ser subestimado y señalado como “la raíz de muchos de nuestros males”, cuando éstos, no se deben al sector en sí, sino y se reitera, a su debilidad estructural, lo que le ha impedido implicarse en otros procesos propios de su naturaleza multidisciplinar.
Con la llegada del Covid, esta
situación se acentúa hasta llamar poderosamente la atención. Y es que debido al
factor prioritario que representa la salud de las personas; su tejido
empresarial se ve obligado a funcionar en precario y, sin que se vislumbre
solución alguna que contrarreste esta situación.
Si se profundiza, se verá que el
turismo y la hostelería por si mismos no generan contagios, pero se entiende
que, al estar vinculados al ocio y el esparcimiento, hace que surja un cierto
relajo en el comportamiento de las personas con la consiguiente ahora sí, transmisión
del virus.
Por lo tanto, nos encontramos con
un sector que, aun cumpliendo todos los requisitos higiénicos sanitarios, ve
que no son suficientes para seguir desempeñando su labor diaria. Lo que indica que
su suerte no solamente está ligada a sus procesos internos, sino que su entorno
y clima social, se convierten en elementos determinantes para su estabilidad.
En ese sentido, la pandemia
obliga a definir con suma urgencia, no sólo los aspectos financieros vinculados
a sus empresas y pymes, sino que el sector debería revisar su actitud e
implicación sobre los espacios públicos, sobre la calle.
Aspectos tan dispares como unos
nuevos perfiles de servicios públicos, de empleo, las nuevas medidas de
seguridad social y sectorial, unas garantías de desarrollo diferentes, la nueva
regulación y armonización de ciertos lugares y negocios, la aparición de espacios
alternativos, la sostenibilidad relacional de entornos y personas y la
innovación tecnológica como base de adaptación permanente; deberían de estar
presentes en las agendas del sector a través de todo un conjunto de acciones
orquestadas.
Y es que, pese a la llegada de la
vacuna y su subidón entre una ciudadanía exhausta, es posible que
muchos de los nuevos hábitos hayan venido para quedarse, y que probablemente se
tienda “a relacionarnos y viajar de la misma manera, pero diferente”.
Nuevos hábitos que seguirán
valorando la cercanía, pero a ser posible con “más distancia”, lo que incidirá
en los aforos y oxigenación de los espacios, se seguirá reconociendo el
elemento emocional de los destinos siempre que profundicen en mi yo como
persona – turista, la comunicación tenderá a ser más auténtica siempre que, tengan
la capacidad de informar sobre las nuevas medidas de seguridad. En definitiva, se
irá imponiendo una nueva empatía turística y relacional donde al consabido
componente ocioso, se incorporen y citen los procesos que lo garanticen.
Nuevos hábitos y compromisos que superen
las predicciones acomodadas y basadas en los viejos modelos ya que, pueden estar
cargadas de excesivo optimismo, lo que nos obliga a reforzar la confianza que,
durante muchos años, han ido depositando mercados y clientes en nuestros
intereses.
Esperemos y deseamos que, durante
la llegada y distribución de las ayudas extraordinarias, se encuentre en la
mejor posición posible y sepa discernir, entre las necesidades de las grandes
empresas y de las pymes, su papel en el tiempo de las post vacunas y su
relación con el entorno. Momento decisivo, donde esperamos estar bien ubicados.
Pues eso…