Escribo estas líneas, a inicios del mes de octubre, cuando
salta la noticia del primer caso de contagio de ébola en España que, a la
postre, ha sido el primero fuera del continente africano. Y lo hago desde una
perspectiva turística y pensando en una “posible alarma y crisis turística” que,
espero y deseo, no sea tal. La alarma ya parece inevitable. Pasar a un estadio
de crisis sería una fatalidad para los intereses turísticos españoles.
Si contextualizamos el actual escenario, el destino turístico
español va camino de otro año record. Según algunas estimaciones, a finales del
año 2014, se podrá llegar a la cifra de los 66 millones de turistas extranjeros.
Por el contrario, una de las primeas reacciones a este caso
de ébola en España es que, en el IBEX, las empresas del sector de la hotelería,
del transporte aéreo y de las agencias
de viajes han sufrido caídas que van del 6,54%
al 3,85%.
Se ha de ser consciente que la actividad turística se muestra
muy sensible ante cualquier alteración negativa del entorno donde se generan
sus prestaciones y servicios. Y, este caso de “incipiente” crisis sanitaria, no
es una excepción. Ahora bien, más decisiva que la propia alteración, resulta la
percepción e imagen que se genera entre los mercados emisores de turistas.
Y es que, la noticia del primer caso de contagio de ébola en
España y en Europa, puede trastocar los objetivos marcados por el sector
turístico español, aunque esta circunstancia no tenga ni raíz ni naturaleza
turísticas.
Si se compara con
otros sistemas de producción y de generación de riqueza, se percibe que la
actividad turística, al coincidir con este tipo de escenarios en crisis, se ve
mucho más afectada.
Además, la emisión
de noticias vinculadas a la fiebre ébola va a solapar, en gran medida,
cualquier otro tipo de hechos, realidades y noticias, entre ellas, las
relativas a la actividad turística, a las que puede llegar a enturbiar y
desvirtuar.
En este caso, se
puede afirmar que la comunicación y divulgación de esta noticia este teniendo
una repercusión universal que no beneficia en nada, ni como país ni como destino
turístico. A nivel de impacto, se desea que tenga escasa duración en el tiempo,
y se convierta en una noticia pasajera o puntual.
Todo este tipo de
factores y otros más, hace que entre los mercados emisores de turismo, surgen
dudas y una inseguridad manifiesta con respecto al destino turístico español.
Dudas e
inseguridad que, a nivel receptivo, generan
cierta vulnerabilidad y carencia de referencias entre los propios
agentes, instituciones y colectivos.
Vulnerabilidad y carencia de referencias, basadas en unas
actitudes y comportamientos:
a)
Al
mantenerse visual y estéticamente las propiedades y atractivos del destino y
ver que no sufren alteración alguna; se considera que la situación sigue siendo
“normal” y competitiva.
b)
Al
ser la raíz de la crisis, en este caso sanitaria y de salud, hace que sea percibida
como una crisis ajena, esperando mejorías en los acontecimientos, en este caso
de tipo sanitario.
c)
El
tener una escasa capacidad de interlocución y de protagonismo ante otras áreas
administrativas y colectivos, impide el desarrollo de relaciones transversales
tan importantes en momentos críticos.
d)
Ante
el temor de crear más alarma de la que ya se está soportando, la parte pública
y privada tienden a refugiarse en sí mismas, remitiéndose a ampliar el
desarrollo y la mejora de procesos habituales, con el hipotético objetivo de
contrarrestar, los efectos negativos que pueden estar sufriendo.
e)
A
la hora de comunicar, se mantiene un discurso eminentemente técnico plano y una
estética positiva intentando evitar toda vinculación, con la crisis sanitaria.
Por lo tanto, se percibe una postura predecible y
diplomática, donde se espera la intervención de otros sectores e instituciones para alcanzar la “normalización
deseada” aunque, el sector es consciente que, la crisis de la fiebre ébola puede
comenzar a afectarle.
Por ello, la crisis sanitaria sin dejar de serlo, se puede
convertir en una crisis también turística. (Esperemos
que no y que la duración y la salida de sea lo más corta posible)
Una hipotética crisis sanitaria – turística que llevaría
consigo una implicación del sector diferente a su desempeño habitual. Implicación
atípica, discreta y transversal que facilitaría la salida del, por ahora
momento crítico, siendo el sector uno de los primeros beneficiados.
Una implicación desde una posición de “generosidad real”; que se irá convirtiendo en “generosidad estratégica”, tanto para el
sector como para el resto de sectores implicados.
La aportación de factores positivos propios
del sector turístico a los intereses generales en momentos de crisis, hará que
la salida de la misma se realice de manera más fluida y menos traumática, con
un retorno nada despreciable para los intereses generales, sanitarios y, también,
turísticos.
Asimismo, el estimular y catalizar la participación
turística, en lo que esperamos se quede en un mero “inicio de crisis sanitaria”,
permitirá al sector promover nuevas normas que, en un futuro inmediato,
incidirán positivamente en el manejo de otros tipos de crisis turísticas, menos
llamativas pero más asentadas en el tiempo y presentes entre los servicios y
procesos propios del sector.
En definitiva estamos hablando de una alarma sanitaria con
poca incidencia turística que, esperemos no vaya a más. Sin embargo, no nos
exime de tener que disponer de un protocolo turístico diseñado y creado para
las diferentes formas de crisis e inseguridad turística que puedan ir
surgiendo.
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