martes, 5 de junio de 2018

LA CLASE POLITICA Y EL MANEJO DE LA SEGURIDAD TURÍSTICA (I)




Antes que nada, deseo hacer constar que la raíz, la dimensión y la incidencia de la violencia e inseguridad sobre los destinos e intereses turísticos pueden ser totalmente diferentes de un país a otro, y hasta dentro de un mismo país, si analizamos un periodo de tiempo con respecto a otro.

Sin embargo, si deseo aportar mi visión sobre una serie de comportamientos que, salvo matices muy concretos, se repiten entre las instituciones de la mayoría de los destinos internacionales cuando éstos,  conviven con situaciones de violencia e inseguridad, sea esta real y/o percibida.

Cuando me refiero a la clase política y su incidencia en la actividad y seguridad turística; deseo hacer referencia a los responsables institucionales, incluidos los turísticos, que deciden, gestionan y controlan, desde sus diferentes atalayas el desarrollo de un sector que se ve muy condicionado por la inseguridad. Con unas estructuras asentadas a las que les cuesta asumir nuevas exigencias a la hora de gestionar la inseguridad sectorial porque, no deja de ser un hecho de difícil ubicación dentro del conjunto de las políticas nacionales. Ello se traduce en que la inseguridad sectorial difícilmente es catalogada como acción prioritaria ya que, ninguna institución/es dispone o se le otorga esa función integral e integradora.
Así, el manejo de la seguridad socio - turística se vuelve en muchos casos incomprensible ya que, el conjunto de las administraciones no consiguen hacer visible una salida a la crisis porque sus argumentos y propuestas carecen de la solidez y contenidos necesarios.
El origen de esa falta de respuesta, reside en que no disponen de políticas que permitan manejar estos escenarios violentos e inseguros con la mayor presteza posible.
Sin respuestas, el sector empresarial y la propia sociedad tienden a adoptar una actitud conformista, dando como aceptables la puesta en marcha de unas medidas políticas muy básicas a la vez que desajustadas. Se impone lo “políticamente correcto”, con lo que el nivel de exigencia se va difuminando, lo que permite que se consolide, ese “mal común que a todos afecta”
Otro aspecto a señalar es la globalización de nuestros días, muy presente en todas las instituciones. Y se percibe porque “lo global” va diluyendo la influencia de los gobiernos nacionales, ya que su función de guía va siendo compartida con otros actores e intereses que llegan a ejercer de analistas, mediadores y consejeros. Por lo tanto, las instituciones se ven cada vez más observadas y examinadas.
Unas instituciones que tenían asignado un rol, más o menos definido, cuando la información no era tan extensa como lo es en nuestros días. Por eso las administraciones  nacionales de turismo deben de lidiar con ese obstáculo añadido; la existencia de una comunicación que viaja en todas direcciones lo que dificulta más si cabe, la definición del diagnóstico y las posibles políticas a implementar en esos escenarios tan críticos.
Debido a ello, el responsable político se ve desbordado por un exceso de comentarios, consejos, mensajes, información variopinta y opiniones de diversa índole, que le impiden centrarse y poder tomar las decisiones más correctas y oportunas sobre este tema tan  escabroso.
En ese quehacer diario, es difícil basarse en la “economía de la atención” ya que, todo se vuelve urgente además de importante, donde procesos ni idóneos ni ajustados se ejecutan de manera acelerada y donde la extrañeza que genera el mero hecho de plantear la seguridad para el sector; hace que la situación se siga urdiendo en lo que yo denomino “limbo institucional”

Para superar este desconcierto y desde las instituciones turísticas, se tiende a utilizar dos grandes herramientas o tácticas, ambas y hasta la fecha bastante exiguas; me refiero a la comunicación y proyección y al recurso de un saber hacer que es desempeñado por los expertos.  

Continúa en la segunda parte…

LA CLASE POLITICA Y EL MANEJO DE LA SEGURIDAD TURÍSTICA (y II)



 Viene de la primera parte…


Cuando hablamos de la comunicación interna, me refiero a los responsables institucionales turísticos que son los que deciden en materia turística. ¿También en seguridad turística?  Pero he de confesar que, transmitirles una mera queja o reclamación por la incidencia negativa de la inseguridad, no hace más que simplificar y serenar puntualmente el desconcierto que la violencia crea en la sociedad y sector. Y esto ocurre porque es más sencillo orientar el foco sobre esa institución que, demandarle una solución más sólida con respecto a la realidad existente.
Por otro lado, cuando la violencia se hace más presente, la indignación y las llamadas a la ejemplaridad van en aumento pero, tampoco existen garantías que se esté obrando conforme a lo que exige el momento social y sectorial.
Asimismo, cuando la violencia desborda toda línea roja, surge una fuerte explosión emotiva y reivindicativa en la sociedad y sector. Pero esta fuerte expresión tampoco ayuda a que se sepa realmente lo que se está haciendo para superar esta situación límite. Es más, los resultados alcanzados normalmente son menores de lo que se tenían in mente poder obtener.
El otro gran recurso para intentar superar la de inseguridad de los destinos; es la de los expertos que trabajan en esta materia. Normalmente, la actividad marcada por la inseguridad, hace que los expertos se encuentren cohabitando con todo un cúmulo de contradicciones, lo que hace que sus actuaciones y propuestas no coincidan con el nivel de conocimiento que se les supone ni con los objetivos que se desean alcanzar.
En este escenario tan movedizo e indefinido, considero que la sociedad y el sector han de desarrollar una rigurosa función reivindicativa y de fiscalización sobre las instituciones turísticas y no turísticas.
Pero también quiero reseñar que, realmente el problema no son las tácticas de comunicación ni la supuesta falta de entronque de los expertos. Y con ello me adelanto y afirmo que, haríamos mal en responsabilizar solamente a determinadas personas e instituciones.
¿Y por qué hago esta afirmación? Porque lo que se debe mejorar entre las instituciones es, el conjunto de procesos que se han de poner en marcha para contrarrestar la violencia e inseguridad social y por extensión turística. Y para ello se deberán de mejorar las capacidades de colaboración. En concreto, no tendría por qué aumentar la musculatura de la institución turística, sino que la misma deberá de actuar inteligentemente dentro de una obligada dotación de conocimiento colectivo.
En este sentido deseo señalar que, los márgenes que tienen la mayoría de los ministerios de turismo no están en consonancia con su nivel de producción y de exportación. Son márgenes muy estrechos debido al reparto de  unas cuotas de poder y de influencia que les impiden disponer de una gama más amplia y variada de recursos humanos, fondos, soportes, etc..

Pensemos que la complejidad de la violencia e inseguridad no tiene porqué suponer una pérdida de protagonismo para ninguna de las instituciones, sino que dicha complejidad, les está invitando a poner en marcha iniciativas de aprendizaje transversal.

Por lo tanto, la seguridad social y turística de la mayoría de los destinos exige que las instituciones interactúen, “también en solfa turística”, desde sus diferentes influencias políticas.

Con ello, los gobiernos deben de ir superando la mera utilización retórica de la frase “el turismo debe de convertirse en una política de estado”.  Esperemos que así sea y más, cuando la violencia hace que todo se vuelva más frágil e inestable.   

El no hacerlo, supondrá que la verticalidad propia de unas instituciones trasnochadas siga disponiendo de una visión cortoplacista que, en nada beneficia a la seguridad de las naciones y de su sector turístico.