En primer lugar, deseo afirmar
que nunca he percibido que se haya hablado y escrito tanto de turismo y en
términos tan coléricos y negativos, como en estos últimos meses.
Y es que ha comenzado a
proliferar en algunos destinos turísticos españoles y europeos lo que muchos denominan la “turismofobia”.
Entendido el término, como una opinión o sentimiento que reniega de la
actividad turística por la (supuesta) incidencia negativa que llega a generar a
nivel social y sectorial. Opinión y sentimiento que, ciertos colectivos económicos,
culturales y políticos, tratan de proyectar de diferentes formas; desde el legítimo
rechazo a la actividad hasta, expandir diferentes acciones de violencia
callejera contra la misma.
Una violencia que va dirigida
hacia sus bienes; alojamientos, instituciones, recursos y atractivos,
comercios, servicios, transporte, y frente a los cuales y hasta la fecha, no se
percibe una respuesta firme tal y como la situación y el momento lo requieren.
Y esto no finaliza aquí, sino que por extensión, los turistas a los que se les
invita a visitar el destino, se ven coaccionados y afectados por esas formas de
presión.
Hasta ahora se puede afirmar que,
no pasa de ser un tipo de violencia puntual pero que si persiste, tenderá a ser
percibida de manera negativa y arbitraria entre los mercados emisores de
turistas y visitantes, con la consiguiente merma de atractivo.
La llamada turismofobia se da
sobre todo, en destinos donde coinciden y comparten espacios y vivencias los
lugareños y los turistas y visitantes, lo que exige de una gestión integral e
integradora y de “doble cara”, lo que aumenta el grado de responsabilidad, de
detalle y de minuciosidad entre el conjunto de los responsables públicos y
privados.
Cuando esta convivencia chirria o
no se da, se tiende a descargar la ira con los visitantes, cuando muy probablemente,
la localidad - destino no haya contemplado el desarrollo de ciertos procesos
para evitarlos.
Llegados a este punto, sería
recomendable que destinos afectados por esta situación, incluidos los de mayor
prestigio internacional, se autochequearan porque, muy probablemente sus
organizaciones estén condicionadas por todo un cúmulo factores, incluidos los
relativos a la seguridad.
Aspectos como las posibles
carencias estructurales, el no tratamiento de procesos y normativa básicos, la
existencia de algunos excesos y desajustes, ciertas dosis de autocomplacencia y
una débil visión transversal; pueden que estén dando pábulo a esos colectivos que
se enfrentan al sector, generándose otro tipo de inseguridad, en este caso, por
la no aceptación y no ser bienvenidos los respectivos turistas y visitantes.
Llegados a este punto, parece que
es más fácil defender otros sistemas de producción con sus consiguientes
servidumbres y cargas de todo tipo que, defender la producción turística que
lleva implícita, la convivencia con otras personas, los turistas y
visitantes.
Para hallar la mejora de la
situación, considero que se ha de trabajar a nivel de país -destino, es decir a
nivel social y sectorial. El desarrollar campañas internas de información
relativas a las características y propiedades del turismo, algo que muchos
consideran obsoleto e improductivo, parece que se está volviendo indispensable
para retomar el cauce adecuado y necesario.
Entre otros, la seguridad ha de
ser uno de los aspectos a tratar desde ambas esferas. Considerar que la
seguridad existente en los países es válida y suficiente para responder a las
exigencias del sector y de sus turistas y visitantes, es no conocer las
auténticas necesidades de los mismos.
Y es que invitar a que se vayan a
los turistas mediante carteles y escritos en vías públicas, les genera zozobra,
inestabilidad e inseguridad, hechos del todo antipáticos y con fuertes dosis de
xenofobia.
El profundizar en unos servicios
y en una seguridad complementaria para los turistas y visitantes, no ha de ser
contemplada como un privilegio, sino como una mejora más que incide
directamente en la producción y en la modernización de toda localidad.
Y es que una planificación de
doble cara, social y turística, ha de hacer compatible la vida del ciudadano
con la del visitante y turista, lo que lleva implícito mejoras de calidad de
vida y calidad en la oferta - destinos.
Por todo ello y lo reitero, creo
que se impone la explicación detallada y minuciosa de las características del
sector. El no hacerlo supondrá seguir a remolque de unos acontecimientos que
seguirán pillando desprevenidos y con pocas respuestas a los respectivos responsables
públicos y privados.
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