lunes, 13 de octubre de 2014

La fiebre ébola y su incidencia en la actividad turística española.







Escribo estas líneas, a inicios del mes de octubre, cuando salta la noticia del primer caso de contagio de ébola en España que, a la postre, ha sido el primero fuera del continente africano. Y lo hago desde una perspectiva turística y pensando en una “posible alarma y crisis turística” que, espero y deseo, no sea tal. La alarma ya parece inevitable. Pasar a un estadio de crisis sería una fatalidad para los intereses turísticos españoles.
Si contextualizamos el actual escenario, el destino turístico español va camino de otro año record. Según algunas estimaciones, a finales del año 2014, se podrá llegar a la cifra de los 66 millones de turistas extranjeros.
Por el contrario, una de las primeas reacciones a este caso de ébola en España es que, en el IBEX, las empresas del sector de la hotelería, del transporte aéreo y de las agencias de viajes han sufrido caídas que van del 6,54%  al 3,85%. 
Se ha de ser consciente que la actividad turística se muestra muy sensible ante cualquier alteración negativa del entorno donde se generan sus prestaciones y servicios. Y, este caso de “incipiente” crisis sanitaria, no es una excepción. Ahora bien, más decisiva que la propia alteración, resulta la percepción e imagen que se genera entre los mercados emisores de turistas.
Y es que, la noticia del primer caso de contagio de ébola en España y en Europa, puede trastocar los objetivos marcados por el sector turístico español, aunque esta circunstancia no tenga ni raíz ni naturaleza turísticas. 
Si se compara con otros sistemas de producción y de generación de riqueza, se percibe que la actividad turística, al coincidir con este tipo de escenarios en crisis, se ve mucho más afectada.
Además, la emisión de noticias vinculadas a la fiebre ébola va a solapar, en gran medida, cualquier otro tipo de hechos, realidades y noticias, entre ellas, las relativas a la actividad turística, a las que puede llegar a enturbiar y desvirtuar.

En este caso, se puede afirmar que la comunicación y divulgación de esta noticia este teniendo una repercusión universal que no beneficia en nada, ni como país ni como destino turístico. A nivel de impacto, se desea que tenga escasa duración en el tiempo, y se convierta en una noticia pasajera o puntual.  
Todo este tipo de factores y otros más, hace que entre los mercados emisores de turismo, surgen dudas y una inseguridad manifiesta con respecto al destino turístico español.  
Dudas e inseguridad que, a nivel receptivo,  generan  cierta vulnerabilidad y carencia de referencias entre los propios agentes, instituciones y colectivos.
Vulnerabilidad y carencia de referencias, basadas en unas actitudes y comportamientos:
a)     Al mantenerse visual y estéticamente las propiedades y atractivos del destino y ver que no sufren alteración alguna; se considera que la situación sigue siendo “normal” y competitiva.  
b)    Al ser la raíz de la crisis, en este caso sanitaria y de salud, hace que sea percibida como una crisis ajena, esperando mejorías en los acontecimientos, en este caso de tipo sanitario. 
c)     El tener una escasa capacidad de interlocución y de protagonismo ante otras áreas administrativas y colectivos, impide el desarrollo de relaciones transversales tan importantes en momentos críticos.
d)    Ante el temor de crear más alarma de la que ya se está soportando, la parte pública y privada tienden a refugiarse en sí mismas, remitiéndose a ampliar el desarrollo y la mejora de procesos habituales, con el hipotético objetivo de contrarrestar, los efectos negativos que pueden estar sufriendo.
e)     A la hora de comunicar, se mantiene un discurso eminentemente técnico plano y una estética positiva intentando evitar toda vinculación, con la crisis sanitaria.
Por lo tanto, se percibe una postura predecible y diplomática, donde se espera la intervención de otros sectores e  instituciones para alcanzar la “normalización deseada” aunque, el sector es consciente que, la crisis de la fiebre ébola puede comenzar a afectarle.
Por ello, la crisis sanitaria sin dejar de serlo, se puede convertir en una crisis también turística. (Esperemos que no y que la duración y la salida de sea lo más corta posible)
Una hipotética crisis sanitaria – turística que llevaría consigo una implicación del sector diferente a su desempeño habitual. Implicación atípica, discreta y transversal que facilitaría la salida del, por ahora momento crítico, siendo el sector uno de los primeros beneficiados. 
Una implicación desde una posición de  “generosidad real”; que se irá convirtiendo  en “generosidad estratégica”, tanto para el sector como para el resto de sectores implicados.
La aportación de factores positivos propios del sector turístico a los intereses generales en momentos de crisis, hará que la salida de la misma se realice de manera más fluida y menos traumática, con un retorno nada despreciable para los intereses generales, sanitarios y, también, turísticos. 
Asimismo, el estimular y catalizar la participación turística, en lo que esperamos se quede en un mero “inicio de crisis sanitaria”, permitirá al sector promover nuevas normas que, en un futuro inmediato, incidirán positivamente en el manejo de otros tipos de crisis turísticas, menos llamativas pero más asentadas en el tiempo y presentes entre los servicios y procesos propios del sector.  
En definitiva estamos hablando de una alarma sanitaria con poca incidencia turística que, esperemos no vaya a más. Sin embargo, no nos exime de tener que disponer de un protocolo turístico diseñado y creado para las diferentes formas de crisis e inseguridad turística que puedan ir surgiendo.

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