Culminada esa fase, da la impresión
que la crisis está perdiendo el protagonismo y gravedad que se le supone, pero sus
secuelas están ahí, y con ello, llega el momento de gestionar – superar sus efectos,
que son tan importantes o más que la causa que los generó.
Una actividad que carece de
referencias pretéritas, y donde las rutinas habituales quizás no estén en
consonancia con el tipo de servicio que se precisa. Se trata de un escenario novedoso
con la presencia de un amplio abanico de instituciones y procedimientos, que
trascienden de las competencias y responsabilidades habituales, ya que hablamos
de una crisis de grandes dimensiones.
Situación que obliga a sus
gestores a hacer coincidir intereses y objetivos muy dispares. Así, sería aconsejable
que éxitos de tipo económico tuvieran su reflejo a nivel social y
medioambiental y viceversa, mediante el desarrollo de esfuerzos proactivos con agentes
de muy diversa procedencia, a los que denomino “grupos de interés”.
Y ante esta prioridad, no sería
nada descabellado considerar que su gestión se convirtiera en proveedora de
futuras ventajas competitivas, que orienten a la isla hacia escenarios de
liderazgo, de excelencia y de referencia para crisis venideras. Pero, siendo
muy conscientes que se parte del peor escenario ya que, en algunos casos, no se
podrá volver a la añorada época anterior. Se trataría pues, de una gestión de
crisis que posibilite extender y modernizar, de la manera más justa y
equitativa, el nuevo contexto social y productivo de la isla.
Gestión – superación donde se da
por sentado que la solidaridad y la dotación de fondos y recursos están llegando
para quedarse. Una “sobredotación de recursos” que, sería aconsejable que fuera
arropada por estructuras técnicas especiales, ya que todos se están viendo
sobrecargados por la dimensión de las nuevas tareas y responsabilidades.
Crisis que, debido al gran
impacto humano que ha tenido y tiene en la sociedad isleña, debería de ir
creando espacios de convivencia, de encuentros, de reciprocidad y conexión. En
este apartado, conviene hacer mención la más que probable aparición de procesos
de tensión y ansiedad, tanto entre los destinatarios como entre los
administradores. Un mayor y firme
compromiso de las instituciones con la gestión de la crisis y un conocimiento
exhaustivo de la conducta implacable de los volcanes, facilitaría la distensión
y comprensión entre todas las partes.
En materia de comunicación, y
ante una demanda de información finalista que no cesa, la gestión de la crisis se
está viendo obligada a divulgar sus atractivos con sus “últimas novedades” y
paralelamente, ve aumentada la información a nivel local, la emisión de los
procesos de recuperación, la ampliación de los vínculos con los “grupos de
interés”, el mayor esfuerzo en acciones de relaciones públicas, etc., etc.
En definitiva, la gestión de esta
crisis si desea solucionar alguno de sus muchos frentes, debería de solucionar
“el todo”, priorizando con ello los criterios y políticas de
compatibilidad. La isla de La Palma ha
de convertirse en referencia en superación de crisis, en un perfecto mecano que
sea capaz de acoplar sus diferentes sensibilidades, y todo dentro de la
necesaria mesura para no generar más alarmas de las que ya soporta.