En artículos anteriores, he hecho
referencia a la necesidad de buscar soluciones para afrontar la falta de seguridad
en los destinos turísticos. Mencionaba el liderazgo del sector como factor
determinante para mejorar la relación entre la producción turística y la seguridad.
En una posterior entrega, escribía sobre la conveniente relación público - privada
a la hora de gestionar los destinos, lo que comportaba la revisión del marco
regulatorio, la superación de las barreras prestablecidas y con ello, concentrar
la mirada en los procesos internos para tender hacia el desarrollo de nuevos
diseños ministeriales.
Llegados a este punto, considero
que las organizaciones ministeriales en materia de turismo, han de estar a la
altura de lo que su actividad económica y social genera y produce. Y más,
cuando ésta se ve coartada por la inseguridad. Se necesitan gobiernos con
amplitud de miras en la que sus responsables dispongan de la sensibilidad
institucional necesaria para ir reforzando sus estructuras. Gobiernos que
tengan la capacidad de traducir su realidad sectorial en una (nueva)
organización ministerial y con ello, no conformarse con el modelo tradicional heredado.
Hemos de pensar que la política y
con ella la actividad turística y la seguridad, se está volviendo cada vez más
compleja, lo que la hace más urgente su tratamiento. El objetivo de los nuevos
ministerios turísticos, no es que se conviertan en pesadas estructuras
verticales, sino que tuvieran la facultad de ser elásticas, transversales y con
menores costes organizativos. Modelos que, partiendo de su quehacer diario,
tengan la capacidad de proponer y de trabajar en proyectos compartidos, ya que
la actividad turística y su seguridad así lo van exigiendo.
Por lo tanto, se han de ir superando
esas posturas del que “esto siempre ha sido y se ha hecho así”, resistentes al
cambio y que no quieren perder sus espacios de influencia y de confort. Además,
se ha de intentar superar esa otra frase tan manida,” La actividad turística es
una prioridad nacional” y que, normalmente, no deja de ser una mera declaración
de buenas intenciones.
Unas iniciativas y proyectos
compartidos con otros ministerios, donde la referencia de las demandas de la
sociedad y de los turistas en materia de ocio y de recreación han de disponer
de la cobertura y de los procesos en seguridad que se les supone. Cobertura preventiva
y paliativa, por una cuestión compasiva, de generación de riqueza y de credibilidad
como país y destino.
El no disponer de dicha cobertura
o que la misma se efectúe parcial y separadamente, donde cada ministerio asume
su implicación puntual y hasta en escala, y no dentro de un contexto de red de
servicios entrelazados; hará que el país - destino carezca de la competitividad
y del poder de atracción entre su ciudadanía y entre sus turistas y visitantes.
Con esta propuesta de ministerios
turísticos horizontales y en conexión permanente con otros; no se persigue que
el ministerio de turismo se convierta en un nuevo ente policial, judicial, de
salud, de transporte, etc., etc., sino que los servicios que estos generan, tengan
en cuenta la necesidad de extrapolarlos a esa población flotante que
representan los visitantes y turistas y más, cuando acecha la violencia e
inseguridad.
Finalmente considero que, para disponer
de la fluidez necesaria en las relaciones interministeriales, se ha de dar la
confluencia, y se reitera, entre el liderazgo de la clase política y las estructuras administrativas
existentes. Liderazgo que no desatienda la modernización que la administración
precisa y que, además disponga de una estructura profesional y administrativa
que sea capaz de compaginar y compartir su decisiva labor diaria superando con
ello, posibles frenos corporativos ante cualquier escenario de cambio en lo
relativo a la seguridad ciudadana y del sector.