En momentos como éste, con un
aumento considerable de acciones violentas y de alta repercusión internacional,
los destinos turísticos se ven obligados a transmitir e informar sobre su
seguridad, aunque no se vean afectados directamente por esa violencia; todo
ello, con el objetivo de mejorar su imagen externa e intentar contrarrestar, si se da el caso,
cualquier atisbo de inseguridad interna.
El hecho de tener que divulgar
las propiedades y virtudes de seguridad por parte de los destinos turísticos internacionales,
impensable hace muy poco tiempo, está poniendo sobre el tapete la necesidad de
tener que utilizar argumentos de seguridad para promover, fortalecer y
garantizar la credibilidad deseada.
En este sentido, la seguridad está pasando de ser un término
residual, utilizado solamente en momentos muy críticos y de clara conveniencia,
a ser utilizado habitualmente, como un activo de primera magnitud.
Y es que hasta la fecha, cualquier
curioso o potencial turista ha podido detectar que la divulgación de todo
conjunto de bondades turísticas, que “existir existen”, ha permitido a los
destinos paliar y maquillar ciertas carencias estructurales, entre ellas, los
relativas a la seguridad del sector.
En este sentido, países con
buenas dotaciones en infraestructuras, equipamientos y servicios y con una sólida
presencia en los mercados emisores, en su fuero interno y aunque no lo expresen;
son conscientes en mayor o menor medida de la necesidad de mejora de sus
respectivos procesos de seguridad turística. Y es que no se explica que sigan
soportando, discreta y paralelamente, desajustes de tipo territorial, de falta
de conectividad, de la dificultad en reorientar el servicio en momentos críticos,
de los frenos y carencias a la hora del manejo integral de esos momentos y de su
comunicación correspondiente.
La interdependencia que existe
entre país/ciudad y destino turístico, y que se ve reflejada en varios
apartados, parece que todavía no ha tenido en cuenta al componente de la
seguridad sectorial. Y es que se ha de ser consciente que ser competitivos en
un sector tan singular y atomizado como el turístico conlleva la puesta en
marcha de procesos con alta especialización y singularidad.
Así como un esmerado y cuidado
cultivo de viñedos y su correspondiente producción de la uva, facilitan la
posterior elaboración de los caldos, pero sin garantizar la calidad final de
los mismos; los países y destinos con
altas prestaciones y hasta catalogados como seguros, facilitan la seguridad
sectorial pero no la pueden garantizar en su totalidad. En ambos casos, es y
será necesario desarrollar procesos finalistas muy concretos y específicos.
Por todo lo expuesto considero
que, en breve espacio de tiempo, las campañas ingeniosas e imaginativas de
promoción y el conjunto de encuestas y rankings existentes en el mercado, tenderán
a utilizar con mayor asiduidad “el factor de la seguridad” para que sus
representados y ellos mismos, vayan ganando en rigor y credibilidad.
Pero deberá de ser un “factor de
seguridad” que supere la pura retórica para convertirse en espejo de lo que
realmente se está desarrollando a nivel de destino sino, volveremos al intento
de paliar y maquillar realidades y situaciones negativas que nos seguirán
superando.
En definitiva, “informar de lo
que existe o se hace” en vez de “informar para contrarrestar lo que no existe o
no se hace”