Los hábitos en materia de
seguridad turística están formados por todo un conjunto de pautas, conscientes
e inconscientes que, de manera habitual y cotidiana, se han ido asentando en
nuestro día a día, pudiendo generar resultados tanto efectivos como
inefectivos.
Los hábitos que se perciben en esta materia
tienen un alto componente de cimentación y de asentamiento, mucho más de lo que
los propios responsables comprenden y admiten, lo que impide, en muchos casos,
romper, alterar y mejorar la situación existente en esta materia.
Con ello se genera indecisión,
impaciencia, temor, desajustes, ocultamiento, dudosa reputación, etc., lo que
se va traduciendo en una inefectividad tangible que puede llegar a ser definida,
en muchos casos, como “asumible” por parte de los diferentes responsables
turísticos.
El superar esta situación para alcanzar la nueva cohesión en
materia de seguridad turística, nos va a exigir que dispongamos de:
a) Una
capacidad de actuación e intervención que permita poner en marcha este nuevo
proyecto vinculado a la seguridad de nuestros destinos y por extensión, a la
seguridad de nuestros visitantes. Se estará definiendo el “como” se ha de
plantear y desarrollar este nuevo servicio, necesario y decisivo para los
intereses que se han de ver involucrados.
b) Un
conocimiento y un saber hacer que nos permita discernir claramente lo “qué y el porqué” se ha de hacer para adquirir
mayores dosis de mejora y competitividad.
c) Finalmente,
ha de estar presente el “querer”, la firme voluntad de superar amarras con unos
hábitos que nos unen a nuestra realidad, pero que son necesarios revisar y
renovar.
Para que ello se lleve a efecto con la mayor precisión posible; hemos de
saber escuchar y generar empatía entre diferentes y que están basadas en unas
estructuras y realidades de seguridad (turística) preexistentes y sus
respectivas particularidades.
El proceso puede generar, de
inicio, fricciones e incomprensiones pero, debe de estar motivado por objetivos
y propósitos superiores y necesarios, subordinando y retocando la “actual
realidad” a una “futura realidad” que percibimos como necesaria y decisiva para
nuestro futuro como sector y como destino.
Destinos exitosos, tanto
asentados como puntuales, hacen que la exigencia en materia de seguridad
turística se vea incrementada paulatinamente, lo que obliga a tratar y revisar
nuestros hábitos y costumbres.
Nuevos hábitos y costumbres de
deben de generar nuevas relaciones, adquirir una (nueva) madurez y experiencia contrastada
en el tiempo, lo que repercutirá positivamente, en la credibilidad y en la
confianza dentro del destino y entre los mercados emisores.