Ello se debe a que el clima social existente se ha visto modificado y a que dicho cambio está incidiendo negativamente en los intereses turísticos egipcios, y por supuesto, en sus visitantes y turistas. A eso hay que añadir la alteración en la imagen y percepción del país–destino en el exterior, ahora mucho más sensible, inestable y negativa. Por otro lado, entre los profesionales de todo sector turístico que se precie, existe una formación y una preparación orientada a favorecer la acogida y la hospitalidad de todo visitante y turista.
Cuando ocurre un hecho negativo de esta envergadura, percibimos que los turistas y visitantes demandan un mayor grado de seguridad y/o la inmediata salida o evacuación hacia sus lugares de procedencia por una cuestión de mera supervivencia. En esos momentos críticos, deben seguir imperando las demandas de nuestros clientes, aunque se conviertan en la antítesis de nuestros objetivos empresariales, profesionales y de destino.
En el fondo estamos hablando de una realidad social que está condicionando la actividad turística nacional, generando en ella experiencias negativas, irrecuperables e irreversibles. En estos momentos y con carácter prioritario, toca incorporar procesos que faciliten la seguridad de los turistas en Egipto y que pasen a un segundo plano los intereses economicistas que puedan anidar entre sus instituciones, profesionales, intereses y sector empresarial.
Este problema no sólo afecta a las instituciones nacionales, sino también al cuerpo diplomático existente en El Cairo. Por todo ello, una relación más fluida entre la actividad turística, la seguridad nacional y el cuerpo diplomático por un lado, y los turistas y visitantes por otro, mejorarán los servicios que se prestan en estos momentos críticos.