En esa tesitura esperamos, con cierta ansiedad, la aparición de alguna fórmula salvadora y milagrosa que nos permita superar o contrarrestar, sin grandes esfuerzos o compromisos añadidos, esta situación de zozobra, vulnerabilidad y debilidad. No es la actitud más aconsejable. No asumir la crisis, la violencia y la inseguridad hace que las mismas se vayan asentando y paralelamente descienda el flujo de visitantes y turistas.
Admitir en nuestro fuero interno que convivimos con situaciones de inseguridad, crisis o violencia puede ser el camino más corto para superarlas. Admitir esto significa trabajar de forma estratégica, sin autoengaños ni cortapisas. Trabajar para contrarrestar la crisis no está reñido con mantener nuestra reputación e imagen turísticas.