jueves, 7 de noviembre de 2019

LA SEGURIDAD; FACTOR DETERMINANTE DE CALIDAD DE LAS CIUDADES - DESTINO.



Algunas ciudades tienen la capacidad de cautivar a habitantes, visitantes y turistas debido a un conjunto de atractivos vinculados al ocio, la recreación y el tiempo libre que, unidos a una serie de estrategias y tácticas; les convierten en ciudades – destino y generadores de vivencias y economías de gran transcendencia para sus intereses. Paralelamente, también se ha de hacer constar que son ciudades que, por su naturaleza terciaria, dispersa y multidisciplinar se vuelven muy sensibles y vulnerables ante cualquier tipo de alteración y más, si esta es de signo negativo.
Ciudades que requieren “tratamientos a doble cara”, ya que se trata de espacios donde coinciden y conviven la ciudadana y los visitantes, lo que les obliga a desarrollar servicios públicos habituales junto a otros más específicos y diferenciados. Dentro de ese abanico de servicios, deseo hacer referencia al servicio de la seguridad, algo que llega a convertirse en factor determinante de calidad de vida y por extensión, de calidad de oferta turística y terciaria.  
En ese sentido, y lo he comentado varias veces, son espacios muy sensibles que, cuando carecen de la seguridad necesaria, tienden a volverse “insostenibles”. Así ven como se “reducen y encojen sus dimensiones y atractivos” porque los momentos y escenarios críticos son cada vez más frecuentes, lo que impide su normal uso y disfrute. Asimismo, el tiempo relacional, ocioso y de producción tiende a recortarse y por añadidura, la imagen y proyección de las ciudades – destino se van deteriorando.
Llegados a este punto, y si la gestión de “la seguridad a doble cara” sigue siendo básica o inexistente; la tendencia es que las ciudades - destino sufran desajustes y se vuelvan contradictorias en muchas de sus iniciativas y proyectos. Así, se dan casos donde el servicio orientado a la ciudadanía no encaja con las demandas de los turistas y viceversa
Ante esta tesitura, es muy habitual que se siga negando la evidencia, se vayan atrasando la puesta en marcha de nuevos procesos, se dejen aislados y con escasos contenidos las acciones de marketing y comunicación, se siga imponiendo lo cotidiano y en algunos casos, se llegue a afirmar que la culpa de todos los males la tiene el turismo. Como es de suponer, estas actitudes no garantizan las soluciones que los responsables, públicos y privados, persiguen en y desde su fuero interno.
Por todo ello, sería aconsejable interiorizar que los procesos de seguridad disponen de propiedades y fines de tipo social y productivo. Esa doble función, es la que le dota de una fortaleza estratégica que, sería conveniente no desdeñar. En este sentido, convendría tener en cuenta la actual configuración de la seguridad de estas ciudades ya que, al llegar a ambos colectivos de manera asimétrica, invita a su revisión para ir generando intervenciones más tratadas y ajustadas.
Y es que la singularidad del hecho turístico exige que, la seguridad preexistente se vea complementada por una serie de servicios transversales e interconectados a fin de hacerla llegar a la ciudadanía y visitantes, sin que ello suponga ni desafección ni privilegio alguno para ambas partes. 
Me estoy refiriendo a una seguridad que se base en hechos concretos y que vaya evitando los (grandes) contrastes entre la parte social y la sectorial turística, como signo de mejora y de competitividad a medio y largo plazo.
Finalmente, y para que esta seguridad llegue a fraguar, abogo  una vez más, por disponer de una gran capacidad de liderazgo e interlocución turística y "orientada a los diferentes". Liderazgo que no desatienda la modernización estructural que se precisa y que, además sea capaz de compartir su labor diaria, evitando posibles frenos corporativos ante este escenario de cambio en lo relativo a la seguridad ciudadana y del sector