martes, 26 de marzo de 2019

LA CENTRALIDAD TURÍSTICA COMO MEJ0RA DE SU SEGURIDAD



Para ir conociendo algunos de los motivos por los que la actividad turística y su factor de seguridad no son reconocidos como se merecen; me voy a remitir a una frase que es utilizada con bastante ligereza; “Todo es turístico”.
Es una frase que, desde bastantes instituciones y con más asiduidad de la deseada, se emite para justificar las diferentes posturas que se toman en el desarrollo de sus respectivas políticas turísticas.
Una frase que por sí sola permite justificar que, toda mejora en las infraestructuras y equipamientos del país supone una mejora directa en la actividad, obviando las necesidades y exigencias propias del sector; una visión que normalmente va unida a destinos con escaso arrojo y protagonismo turístico.
Por otro lado, la frase también es utilizada cuando las mejoras se realizan primando la actividad sectorial frente a las particularidades y demandas sociales. En este caso podríamos hablar de destinos de fuerte impacto, desarrollo y cuasi monocultivo sectorial. Una frase que, en definitiva, refleja “lo propio y su contrario”. O sea que “toda iniciativa social mejora la actividad y viceversa”.
Ello nos va trasmitiendo una débil concreción; desde lo social hacia el sector y de éste hacia la sociedad donde se ubica. Y es que en el fondo, y teniendo en cuenta la coincidencia, espacial y temporal, de la ciudadanía con los turistas y visitantes, es muy probable que se sigan teniendo dificultades para discernir donde comienza lo social y termina lo sectorial y; no digamos cuando se trata de escenarios con violencia e inseguridad.
Por lo tanto, esta relación – no relación no es tan fluida como muchos suponen o desean suponer, sino que hay algo forzado e incomprendido entre ambas partes lo que dificulta el desarrollo y aceptación de un sector que llega a ser percibido como “aséptico y difuso”.
Pero admitamos que el centro de las políticas de un país puede que no sean las propias del sector pero éste, como parte de esa sociedad debe de tener su correspondiente y armoniosa cabida. Por ello, las instituciones han de facilitar el desembarco y ubicación de un sector singular y no dejarlo desatendido y menos, cuando la inseguridad existente le puede afectar de manera desproporcionada. Y es que se trata de preservar la seguridad de la sociedad y como tal se ha de intervenir pero, sus instituciones también se han de inmiscuir sobre esa “desproporción” que la violencia genera en el sector.

Hacerlo básicamente, nos ubicaría en un bucle de difícil salida. “La responsabilidad es de la sociedad y sus instituciones”, “la responsabilidad la tiene el sector y los turistas”, “los turistas no deben de tener un trato de privilegio”, “la seguridad ciudadana es suficiente”, “el sector ya aporta más de lo debido”, “este es un país seguro”, nada de alarmismos”, “a nosotros no nos compete”…

 En definitiva, se pretende que los países – destinos preserven la seguridad como un bien prioritario superando ideas y prejuicios que pueden estar muy asentados y que dificultan el inicio de procesos lógicos a la vez que inhabituales.
En este sentido, la consabida delimitación de funciones y cometidos en la mayoría de las instituciones ha de dar paso a una mayor transversalidad so pena de que, todas las partes vayan perdiendo competitividad particular y colectiva.

Por lo tanto, se debe de mejorar las capacidades organizativas para evitar los nefastos efectos que la inseguridad genera y que nuestro “inconsciente desatino” posiblemente esté ayudando a crecer. Deberemos dedicar más energías a combatir las incomprensiones internas.
Y por favor, no nos engañemos. Si el sector y la sociedad llegan a alcanzar la centralidad deseada; externamente no existirán “ni complots ni feroz competencia” ya que seremos capaces de gestionar algo tan categórico como nuestra propia seguridad.




martes, 12 de marzo de 2019

LA GESTION DE LAS REALIDADES TURÍSTICAS INSEGURAS



El paso del tiempo hace posible que destinos turísticos condicionados por la inseguridad, puedan ver mejoradas su situación porque afortunadamente, la inseguridad puede ir perdiendo el perverso protagonismo de épocas no tan lejanas, lo que les va permitiendo tomar de nuevo las riendas y el pulso a su futuro como destino y sector.
Por contra, destinos que disponían de un alto grado de credibilidad, pero que comienzan a perder parte de su prestigio por una violencia e inseguridad cada vez más presente; ven como su escenario social y productivo se ve cada vez más coartado.
Esto les exige adaptarse, individual y colectivamente, a un clima social poco favorable para el conjunto de los subsectores que conforman cualquier entramado turístico. Debido a ello, y en la mayoría de los destinos, surge la necesidad de tener que desarrollar una gestión adicional para contrarrestar esos difíciles momentos y escenarios.
Una gestión esencial que es desplegada desde las instancias turísticas que son quienes dictaminan “la realidad socio -turística en materia de seguridad” y en base a la misma, desarrollan los procesos que consideran más adecuados para llegar a contrarrestar los efectos dañinos que la inseguridad les genera.
Una gestión turística que tiende, como no puede ser de otra manera,  a primar los factores positivos frente a los hechos y escenarios violentos, y a la que denomino de "neutralización” y que va dirigida sobre todo a los mercados externos y que, con el paso del tiempo, se ve siendo sometida al examen de nuevos y diferentes actores lo que le obliga a tener que dotarse de un mayor grado de rigor y credibilidad.
En este sentido, y pese a las muchas advertencias y recomendaciones que se hacen llegar a los responsables de esa “gestión de neutralización”, ésta suele quedar frecuentemente en evidencia porque surge la realidad insegura que deja sin valor la mayoría de los objetivos y estrategias previstas, por lo que se sigue careciendo de argumentos sólidos y convincentes a la hora de transmitir ciertos relatos y realidades.

Y es que, en el fuero interno de la mayoría de sus responsables, prima el no admitir “la existencia de otras realidades” lo que, normalmente, les hace errar en sus diagnóstico y apreciaciones ya que se basan solamente en “las realidades más beneficiosas” para sus intereses.
La resistencia a esas otras realidades, hace que los responsables del sector se vayan enfrentando a sí mismos y a lo que ven sus ojos y que no es otra cosa que; una oferta turística que convive y comparte espacio y tiempo con determinados grados de violencia e inseguridad. Y recordemos que, el no hacer referencia a dicha violencia no garantiza el descenso o desaparición de la misma.

Por lo tanto, rechazar una realidad y sustituirla por otra de marcado tinte positivista desgraciadamente, no llega a beneficiar como se desea tanto entre el sector como entre las instituciones. Por ello, los agentes y responsables deberán de interiorizar que ese ideal e imaginario destino turístico que se proyecta y que, “existir existe”, deberá de implicarse por añadidura en la resolución de una violencia e "inseguridad ajena", pero que tanto le afecta.
Y es que tanto en los países como en los mercados emisores se va imponiendo un tipo de liturgia, cada vez más exigente. En ese sentido, todas las facetas de la “gestión de contención” deberán de estar basadas no solamente en los efectos comentados, sino que deberá de implicarse en la/s causa/s que le condicionan.

No se puede vivir a espaldas de otras realidades que nos afectan como sector, o implicarnos en su solución de manera muy dispersa y superficial. Año tras año y experiencia tras experiencia, vemos que el uso de ciertas estrategias, siguen quedando en entredicho.

La gestión de una posible solución reside en el necesario tratamiento de las causas internas, del propio país – destino. En ese sentido, sustanciales mejoras internas se convertirán en la base de futuros reconocimientos entre los mercados, algo que nos obsesiona y que perseguimos con probada insistencia. 

martes, 5 de marzo de 2019

LA INSEGURIDAD NOS VA CONDICIONANDO EL CAMINO…



Cuando me ha tocado visitar diferentes países – destinos con problemas de imagen y credibilidad, he tenido la ocasión de percibir que la inseguridad les afectaba de manera más o menos integral. Una inseguridad de diferente raíz y motivos que incide en su estructura social, económica, productiva etc.
Carencias que se ven reflejadas de muy diversa manera. Así, y urbanísticamente hablando, se puede identificar todo un conjunto de mobiliario urbano y de servicios públicos que están orientados a prevenir y persuadir las muy diferentes formas de violencia que puedan llegar a darse.
Si además se analiza la parte residencial y la oferta del sector y de los servicios; de nuevo se perciben unos equipamientos condicionados por la inseguridad y que con el tiempo, llegan a formar parte de la vida, costumbres y del paisaje urbano.

En estos escenarios, el sector turístico tiende a priorizar la falta de seguridad y se ve obligado a redefinir sus iniciativas sociales y productivas. Así los procesos productivos típicos se ven acompañados por otros, debidos al temor y a la inseguridad existente. Por derivación, el país - destino se vea cuarteado por zonas; donde ciertas zonas desarrollan la actividad conforme a los cánones aludidos, quedando otras totalmente al margen.
Quienes gobiernan esos países – destinos cuarteados, normalmente, muestran este escenario como “el mejor y el más idóneo” haciendo escaso hincapié en la oportunidad que supone ampliar el desarrollo y la gama del producto turístico nacional, mediante la incorporación de otros espacios que actualmente pueden estar degradados, entre otros motivos, por la inseguridad.
Esta “lógica sectorial turística” se fundamenta en que existe un impedimento estructural entre la gestión de los destinos y la seguridad socio - sectorial. Es más, esta situación se agudiza cuando es el propio sector quien intenta minimizar sus efectos y niega toda realidad negativa. A ello, sería conveniente añadir que, el resto de las estructuras públicas impiden siquiera estudiar la particularidad y singularidad que representa la falta de seguridad en y para el sector.
Un reflejo de lo comentado, se percibe en los discursos y contenidos positivistas de las campañas de comunicación y del marketing turístico en momentos de crisis y que ya forman parte de nuestra práctica cotidiana; pero alcanzar un mejor nivel de seguridad social y sectorial es algo totalmente diferente.
Son campañas bienintencionadas que sirven para reforzar las partes positivas y con ello, simplificar y reducir otras realidades no tan seductoras. Unas campañas y estrategias que nos permiten disponer de turistas y visitantes a corto plazo, pero que se vuelven poco útiles cuando realidades y escenarios de inseguridad cuestionan los mensajes y las tácticas de dichas campañas. Es más, cuanto más se vaya primando la “campaña estratégica”; más se irán debilitando otras posibles opciones para llegar a contrarrestar los efectos de la violencia e inseguridad en los destinos.
Y es que considerar que “la única” herramienta adecuada para contrarrestar la inseguridad en los destinos sean las campañas que todos conocemos, supone que el sector turístico, tanto público como privado, se va enrocando en procesos que le son conocidos y tiende a no relacionarse con otros intereses y actores.
Y por todo ello, seguimos desorientados y desequilibrados y van apareciendo las artimañas y los vicios en nuestro quehacer diario. Parece que carecemos de las referencias necesarias que nos permitan realmente gestionar los destinos en crisis. Y parece que carecemos tanto del diagnóstico adecuado como de la vacuna personalizada.

En definitiva, y para empezar a superar este escenario, sería conveniente que se comenzaran a ajustar las expectativas y contenidos de las campañas y por otro lado, se propiciaran escenarios que facilitaran los acuerdos y los pactos entre diferentes.
El sector turístico en crisis por violencia necesita de unas instituciones que contengan el peso de las clásicas campañas y que éstas vayan vinculadas a unos cambios drásticos en su filosofía corporativa, en un aumento de las relaciones con grupos de interés, en un mayor conocimiento de la conducta violenta hacia la ciudadanía y los turistas, en diseñar respuestas más personalizadas, en un mayor desarrollo de la transparencia emocional, en un refuerzo a los apoyos psicológicos, etc.

La inseguridad nos sigue marcando el camino; esperemos que vayamos sacando las conclusiones más adecuadas para ir superándola…