lunes, 11 de febrero de 2019

DESDE EL SECTOR ¿SE DEBE OBVIAR LA INSEGURIDAD?



Desde mi punto de vista, confieso que existe una actitud muy generalizada en cuanto al tratamiento de la seguridad en la mayor parte de los destinos turísticos internacionales. Desde el Lejano Oriente, pasando por la cuenca mediterránea, tanto europea como africana y en bastantes destinos del continente americano; se pueden identificar intentos de evitar la posible relación del sector con la inseguridad, sea esta puntual o asentada en el tiempo lo que normalmente, se traduce en “una no participación e implicación” en la solución de la seguridad nacional y sectorial. 

Analizado esta actitud, y tal y como lo he descrito en otras ocasiones, parece lógico que el sector tienda a blindarse para que la inseguridad le afecte lo menos posible. Pero esa actitud puede llegar a ser percibida como interesada (mejoren la situación para que mejore nuestra industria turística). Pero esa demanda en muchas ocasiones se ve taponada desde el propio sector que considera, que dichos procesos de mejora, les perjudica más que beneficia.
 
En bastantes casos, parece que:

“Se prefiere soslayar la realidad social de violencia e inseguridad antes de hacer peligrar el crecimiento del sector turístico de los países”.
“No es aconsejable tocar los escenarios de inseguridad si ello conlleva peligrar la actividad turística”.
“Se prefiere no tener en cuenta los efectos nocivos y medidos que la inseguridad ya está teniendo sobre el sector” 

Todo esto está convirtiendo a bastantes destinos en cautivos de un desarrollo turístico muy sesgado y limitado ya que los entornos siguen careciendo de las garantías sociales y productivas necesarias. Qué duda cabe que todo ello se traduce en que sigue existiendo una visión mal entendida sobre el propio desarrollo cuando éste convive o coincide con hechos violentos e inseguros.
En este sentido, ya no se puede comprimir toda la oferta turística en base a los intereses de una oferta fisiológica de calidad, comer y dormir fuera de mi lugar de residencia, sino que las mismas están teniendo de compartir protagonismo con escenarios, factores y atractivos que, hasta hace escasas fechas, era del todo innecesario. La balanza y los equilibrios entre los diferentes y más amplios subsectores, se están modificando a pasos agigantados y por ello, se han de revisar actitudes y relaciones preexistentes.

Y es que, con la llegada de los nuevos tiempos, el medir el éxito turístico a través de unos pocos parámetros, resulta cada vez más pobre e inadecuado para sus intereses y mercados. Éstos últimos están solicitando contenidos y retratos mucho más reales y actualizados, también en materia de seguridad.
En este sentido, una buena y palpable seguridad en los países, es la base más adecuada para su desarrollo turístico. Por añadidura una seguridad sectorial, público – privada, fortalecerá y modernizará la seguridad nacional existente.
Es más, a estas alturas nadie duda que afrontar el reto de la seguridad del país con el acompañamiento de la “seguridad productiva turística” mejora la calidad del servicio al ciudadano, la imagen de los países, la captación de un mayor y mejor número de visitantes, incrementándose el nivel de consumo, de gasto y de captación de capitales, lo que ayudará a mejorar las actuales cifras y el incremento del factor turismo en el PIB de los destinos. Y es que las cifras del PIB mundial en materia de servicios, están subiendo ininterrumpidamente, y en ellas la actividad turística sigue adquiriendo un papel cada vez más notorio.

En definitiva, y para poder maximizar la actividad turística en los años venideros; el sector se verá escrutado desde diferentes puntos de vista, con el factor de la sostenibilidad muy presente y dentro del mismo, con una seguridad que tendrá unos tratamientos cada vez más concretos, específicos a la vez que multidisciplinares. El reto sigue estando pendiente...