jueves, 6 de septiembre de 2018

FATALIDAD EN LAS VACACIONES. LA PRUEBA DE LA SEGURIDAD.



Mayormente, cuando uno se desplaza por ocio y por placer, el viaje representa una recompensa por el trabajo y las responsabilidades personales y profesionales, que se han tenido que asumir durante el resto del año.

Por ese motivo, las vacaciones se convierten en un espacio de tiempo especial e ilusionante entre la mayoría de las personas. Un periodo en las que el deleite se adelanta a las propias vacaciones; ya que todo se va interiorizando y organizando con la debida antelación y con sumo detalle. Si por el contrario, la decisión se toma a última hora ésta, tampoco está exenta de ilusión.
Ilusión que llegado al destino, puede engendrar tal vínculo entre el país y el turista que éste, hasta medita la posibilidad de mudarse y hacerlo del todo suyo. Por lo tanto, el estado emocional de los turistas está abierto al disfrute de experiencias placenteras y enriquecedoras.
Esta situación del todo positiva, se puede volver muy vulnerable cuando esos turistas coinciden, conviven y se ven afectados por situaciones y escenarios de violencia e inseguridad. Cuando esto se da, ese escenario idílico se puede llegar a convertir en una pesadilla. En este sentido, y en lo que llevamos de verano, han fallecido varios turistas por motivos tan dispares como son el “balconning” y por agresiones sexuales y de violencia de género.
Si cronológicamente se desmenuza un viaje turístico, se podrá observar que ese escenario de violencia nada tenía que ver con sus condiciones, ni con los mensajes emitidos por las campañas de marketing, ni con las actitudes y comportamientos que se fijaron, ni con las recomendaciones oficiales de viajes, donde se acotan y se recomienda no visitar ciertos espacios y, entre ellos, es posible que no estuviera el lugar elegido por no ser peligroso. Es más, las opiniones depositadas en las plataformas digitales “invitaban a visitar ese destino único y singular” y, el seguro de viaje contratado, aunque tuviera una amplia cobertura, tampoco hacía presagiar situación tan extrema y desagradable.
Por añadidura, cuando los turistas y viajeros llegan al lugar elegido, normalmente se les dota de unos “consejos prácticos”. Se trata de otro tipo de recomendaciones ya mucho más concretas que sugieren tomar algunas medidas preventivas y a pie de calle. De entrada y teniendo en cuenta todo lo expuesto; se ha de admitir que la programación contratada y la información recibida y recopilada; afortunadamente, son suficientes en la mayoría de los casos, pero en otros no.
La nota de “suficiente” se puede estar dando porque algunos países / destinos son capaces de convivir con carencias y con ciertos grados de inseguridad que intentan hacerlas compatibles y manejables desde sus respectivos intereses turísticos. Ello supone que algunos destinos admiten discretamente tener carencias, que sus ofertas pierdan el brillo y las propiedades que se les suponían y que las horas de producción ociosa se verán reducidas considerablemente.
Si además, esas realidades violentas e inseguras no tienen una fuerte proyección externa, porque se trata de un tipo de “violencia más doméstica y no tan peligrosa”; los responsables turísticos tienden a ahondar en este tipo de gestión, aunque son conscientes, que lo hacen de manera precaria, de difícil percepción desde los mercados pero que, una vez en destino y gradualmente, se irán haciendo presentes.
Precariedad e inestabilidad que exigen grandes dosis de viveza y cumplir con “ciertos códigos” para no coincidir con esos fatales momentos y escenarios. Una viveza que la ostentan los lugareños y que escasea entre la mayoría de los turistas y visitantes.
Cuando esa inadaptación se traduce en la muerte de un turista; se ha de interiorizar que hacer el mal es algo muy fácil y más, cuando el turista no hace caso de las recomendaciones y consejos recibidos o no dispone de las referencias e información que le permitan moverse con la facilidad y elasticidad que posee en su lugar habitual de residencia. En ese  momento, todo se vuelve traumático e insuficiente.
Y esto no solo ocurre en países emergentes o en vías de desarrollo, sino que países y destinos avanzados también tienen lagunas de este tipo. Por ello, y para evitar que se sigan produciendo ese tipo de situaciones irreversibles, sería aconsejable que, los destinos y todos los que conforman su estructura social y sectorial, se autoanalizaran.
Un chequeo donde se tengan en cuenta dos premisas fundamentales y decisivas. El alto componente humano y, el factor de exportación de servicios que se genera mediante la llegada de turistas, su incidencia económica y en la imagen del país.
La singularidad de la exportación turística a través de la llegada y estancia de turistas – personas, obliga a los destinos a tener que profundizar y desarrollar más la cualidad  humanitaria de la actividad hasta que forme parte consustancial de la misma.
Hace escasas fechas, cuando la pareja de una de las turistas asesinadas, hacía un claro llamamiento: “No nos fallen otra vez”; estaba pidiendo que los procesos de tipo humanitario se tuvieran más en cuenta en el desarrollo y mejora de los destinos. Que no se siguiera marginando ese servicio fundamental. Es más, hasta comentó que los destinos pensaran en su propia ciudadanía, como los principales beneficiarios de esa exigencia turística a la vez que social.
En definitiva, los países – destinos necesitan soluciones para sus problemas cotidianos entre ellos, la seguridad de sus ciudadanos y visitantes, el uso de espacios con total confianza, el garantizar la movilidad y los desplazamientos internos, la educación, la generación de empleo y de riqueza y la fijación de su población. 
Todos sabemos que la actividad turística es una de las economías más importantes en muchos de ellos, pero ¿cómo puede contribuir a producir sociedades más solidarias y hallar soluciones para generar una seguridad y convivencia más saludables?
Uno de los retos, que no el único, es que las instituciones turísticas dispongan del protagonismo y capacidad de interlocución que les corresponda y que con ello, se impliquen en procesos que hasta ahora “no les atañen”. La seguridad de sus ciudadanos y la seguridad de sus visitantes y turistas se lo agradecerán.

1 comentario:

Unknown dijo...

Esta super claro y nuestro El Salvador no es la excepción, se requiere revisar, analizar y concretar que la fuente de ingreso limpia para el Estado es "TURISMO". Por esta razón se debe de cuidar y entender que el turista no es un problema sino es parte de una solución viable.