miércoles, 31 de agosto de 2016

La violencia internacional sigue repercutiendo en el sector turístico.




En momentos como éste, con un aumento considerable de acciones violentas y de alta repercusión internacional, los destinos turísticos se ven obligados a transmitir e informar sobre su seguridad, aunque no se vean afectados directamente por esa violencia; todo ello, con el objetivo de mejorar su imagen externa  e intentar contrarrestar, si se da el caso, cualquier atisbo de inseguridad interna.
El hecho de tener que divulgar las propiedades y virtudes de seguridad por parte de los  destinos turísticos internacionales, impensable hace muy poco tiempo, está poniendo sobre el tapete la necesidad de tener que utilizar argumentos de seguridad para promover, fortalecer y garantizar la credibilidad deseada.
En este sentido, la seguridad está pasando de ser un término residual, utilizado solamente en momentos muy críticos y de clara conveniencia, a ser utilizado habitualmente, como un activo de primera magnitud.
Y es que hasta la fecha, cualquier curioso o potencial turista ha podido detectar que la divulgación de todo conjunto de bondades turísticas, que “existir existen”, ha permitido a los destinos paliar y maquillar ciertas carencias estructurales, entre ellas, los relativas a la seguridad del sector.    
En este sentido, países con buenas dotaciones en infraestructuras, equipamientos y servicios y con una sólida presencia en los mercados emisores, en su fuero interno y aunque no lo expresen; son conscientes en mayor o menor medida de la necesidad de mejora de sus respectivos procesos de seguridad turística. Y es que no se explica que sigan soportando, discreta y paralelamente, desajustes de tipo territorial, de falta de conectividad, de la dificultad en reorientar el servicio en momentos críticos, de los frenos y carencias a la hora del manejo integral de esos momentos y de su comunicación correspondiente.   
La interdependencia que existe entre país/ciudad y destino turístico, y que se ve reflejada en varios apartados, parece que todavía no ha tenido en cuenta al componente de la seguridad sectorial. Y es que se ha de ser consciente que ser competitivos en un sector tan singular y atomizado como el turístico conlleva la puesta en marcha de procesos con alta especialización y singularidad.
Así como un esmerado y cuidado cultivo de viñedos y su correspondiente producción de la uva, facilitan la posterior elaboración de los caldos, pero sin garantizar la calidad final de los  mismos; los países y destinos con altas prestaciones y hasta catalogados como seguros, facilitan la seguridad sectorial pero no la pueden garantizar en su totalidad. En ambos casos, es y será necesario desarrollar procesos finalistas muy concretos y específicos.
Por todo lo expuesto considero que, en breve espacio de tiempo, las campañas ingeniosas e imaginativas de promoción y el conjunto de encuestas y rankings existentes en el mercado, tenderán a utilizar con mayor asiduidad “el factor de la seguridad” para que sus representados y ellos mismos, vayan ganando en rigor y credibilidad.
Pero deberá de ser un “factor de seguridad” que supere la pura retórica para convertirse en espejo de lo que realmente se está desarrollando a nivel de destino sino, volveremos al intento de paliar y maquillar realidades y situaciones negativas que nos seguirán superando.

En definitiva, “informar de lo que existe o se hace” en vez de “informar para contrarrestar lo que no existe o no se hace”