viernes, 25 de abril de 2014

La Seguridad Turística como valor emocional de nuestra oferta.




“Los destinos turísticos que estén dispuestas a añadir valor emocional a través de la seguridad turística conseguirán ventajas competitivas muy duraderas y en un futuro inmediato”

Nosotros, responsables de los destinos turísticos, estamos tendiendo a un mejor conocimiento de las tendencias turísticas mundiales y a un mejor conocimiento de las mentes y los corazones de nuestros turistas y visitantes.
Pensemos que las decisiones influenciadas por la emoción en la actividad turística son más profundas y duraderas que las basadas únicamente en el pensamiento racional y hasta en el pensamiento mercantil.
Partiendo de ello, pongámonos por un momento en la piel de un turista que ha tenido una mala vivencia o experiencia en su lugar y tiempo vacacional. Estamos hablando de un hecho irreversible que superado todas las fórmulas preventivas puestas a su disposición; el mal nos ha superado a todos. ¿Ustedes se hacen a la idea del grado emocional (negativo) que anida en la mente de dicho turista?
En este escenario, nuestra capacidad de influencia en muy baja o casi nula. Nada ni nadie podrá subsanar el mal causado. Y sin embargo, ¿podemos aportar algo como destino turístico? Perdón, ¿debemos de aportar algo como destino turístico competitivo?
Sobre esa persona y su momento emocional clave y difícil ¿podemos intervenir u ofrecerles algo necesario y “no pactado”? Sinceramente, si y mucho.
La seguridad turística como valor emocional permite a los destinos desarrollar y ofrecer un servicio emocional y humano correcto, en el momento oportuno, en el lugar oportuno y a todo turista y visitante que lo necesite.
Y es que la seguridad turística como valor emocional no es un truco, no es una ocurrencia, no es una moda pasajera, algo que se pueda tomar a la ligera y de forma insustancial, sin ética y sin una atención auténtica y sin contenidos y por lo tanto, sin un compromiso por parte de los responsables de los destinos e intereses turísticos.
Y es que el propósito de todo destino e interés turístico es el de cumplir un papel específico en la sociedad actual y con ello, estar preparados para satisfacer las necesidades más cruciales e inverosímiles de nuestros clientes, nuestros turistas y visitantes.
Por lo tanto, el valor emocional de la seguridad turística, nos permitirá obtener unos beneficios que han de revertir en la mejora de la maquinaria integral e integradora que supone la seguridad de los destinos turísticos altamente competitivos.
Y es que, en definitiva, estamos introduciendo un método práctico al incorporar componentes emocionales positivos y racionales que generarán proposiciones de valor más completas para nuestros destinos e intereses.

La Seguridad Turística. Proyecto local y debate social.



 

¿Cómo se puede responder al reto de la seguridad turística a nivel de destino, de localidad y por lo tanto a nivel urbano? ¿Cómo se pueden plantear las respuestas en el marco de las políticas urbanas?
Y es que, en muchos casos, los turistas coinciden en tiempo y lugar con la propia ciudadanía y ello conlleva escenarios muy positivos que requieren de tratamientos especiales para que continúen siendo positivos.
La concepción de la seguridad turística en los destinos, no tendrá que tener como objetivo el corto plazo sino que se ha de plantear como un compromiso con objetivos diversos y a medio y largo plazo; calidad en la oferta turística, promoción económica, integración cultural, mejora espacial y ambiental, etc.
Para ello se han de establecer previsiones sobre los impactos negativos estimados para reducirlos a la mínima expresión. En este sentido, la implicación de los representantes sociales en la actividad turística y por extensión, en la seguridad de dicha actividad no debe de ser una mera exigencia retórica, sino que se ha de desarrollar en base a la intervención de diferentes actores.
En ese hipotético debate debe de emerger los valores culturales, sociales y económicos que se generan con la llegada de unos turistas a los hemos atraído y seducido para que nos visiten y permanezcan temporalmente entre nosotros.
A partir de este hecho, las administraciones locales, han de interiorizar que su papel regulador e impulsor de transformaciones ha de tener en cuenta a esa población flotante que suponen los turistas y visitantes. Un papel que ha de estar dirigido a dar respuestas a la propia ciudadanía y también a los turistas y visitantes.
Y es que la actividad turística y la seguridad requieren y se reitera, del debate y participación social y cultural. ¿De quienes? La lista podría ser muy amplia. Podemos simplificarla respondiendo de los “más directamente interesados”.
Concretándonos en estos últimos, sería conveniente que los profesionales del sector turístico admitan los beneficios que les generan los espacios públicos, lugares donde están ubicados los motivos de atracción turística (monumentalidad e identidad urbana) y también el interiorizar que en esos mismos lugares, se pueden generar altas expresiones de inseguridad – inseguridad turística.
En definitiva, los espacios públicos – espacios de motivos de tracción turística, son un desafío para las políticas urbanas locales, donde la actividad turística ha de estar presente, junto a las demandas y necesidades de la propia ciudadanía. El no hacerlo así, supondrá el autoengaño y la falta de competitividad tanto social como sectorial turística, incluido el factor de seguridad.