jueves, 11 de julio de 2013

La seguridad turística como impulso estratégico de los países y destinos

Los países y destinos turísticos necesitan ampliar su impulso estratégico, que está formado por una visión y su respectiva posición estratégica, también en materia de seguridad turística.
En este sentido, los países y destinos altamente desarrollados, consideran que con los servicios públicos de que disponen puedan dar cobertura a los turistas.



Aquellos otros países y destinos que no ocupan puestos relevantes en los rankings turísticos internacionales y que conviven con ciertas carencias estructurales, normalmente, no pueden dotar de los servicios de seguridad necesarios al sector. 
Con este panorama, las instituciones turísticas no deberían perder la visión y el control estratégico sobre la seguridad turística, porque, hasta los destinos más relevantes y competitivos, pueden comenzar a ver afectada su posición de privilegio.
En el segundo grupo de países, existen ciertos cuellos de botella, normalmente de tipo social y debidos a ciertas ideas preconcebidas, que les impiden apostar por el sector, y más todavía, por la seguridad en el mismo, aunque el turismo se haya convertido en uno de los sectores económicos más boyantes.
Por lo tanto, una política firme en materia turística y por extensión, en seguridad turística, ha de ser percibida como una impulsora estratégica de gran calado. En especial, los países en vías de desarrollo deben propiciar la progresiva superación de la pobreza, la baja renta per cápita, la baja productividad y la escasa capacidad para atraer inversiones turísticas y no turísticas.
Por otra parte, es necesario que, desde la sociedad y desde las instituciones, se perciba el dinamismo y la capacidad de generar riqueza del sector turístico como un verdadero impulsor estratégico. Si esta percepción no se da, el turismo y la seguridad turística seguirán teniendo un carácter residual, lo cual conllevará perder oportunidades de progreso y seguir conviviendo con la violencia, la inestabilidad y otros factores negativos.

martes, 9 de julio de 2013

Hagamos crecer las estructuras de seguridad turística


La dificultad que entraña el servicio de seguridad turística, al ser ésta muy dependiente de otras áreas y proceso administrativos, mayormente de naturaleza pública, hace necesario reflexionar sobre la cuestión.


El sector turístico necesita inexcusablemente del desarrollo de una seguridad turística integral que de respuestas, tanto a las demandas, como a los nuevos requerimientos de todo oferta o destino competitivo.

En seguridad turística, muchos de los servicios y procesos dependen de la implicación de otras áreas administrativas que, en la mayoría de los casos, son ajenas a la actividad, pero cuya participación es decisiva para alcanzar los objetivos previstos.

En este contexto, la intervención de las administraciones turísticas nacionales, regionales o locales, se convierte el algo decisivo para su competitividad.  

Una intervención de las administraciones turísticas que:
a)  Le permita chequear su propia estructura y admita íntimamente la necesidad de dotarse de elementos y recursos para desempeñar dignamente estos nuevos procesos.  
b)  Sea capaz de aglutinar voluntades y de generar “equipos mixtos” de seguridad turística conforme a lo que es expresamente necesario.
c)  Le permita crear con ello, un contexto seguro de crecimiento en materia de seguridad turística.

En definitiva, que tenga la capacidad de liderar y coordinar  una seguridad que es determinante para los intereses turísticos nacionales, mientras que para sus “colaboradores externos”, no deja de ser importante pero, no supone, más que la asunción de “nuevos procesos de trabajo” adicionales.   

Si esa función de liderazgo y coordinación por parte de las administraciones turísticas no se lleva a efecto con la debida intensidad y precisión:
a)  Peligrará dicho servicio de seguridad turística al ser meramente residual ya en sus propias estructuras turísticas de funcionamiento.
b)  No se alcanzarán los objetivos previstos.
c)  Se seguirá dependiendo de los azotes de una violencia e inseguridad no controlada.
d)  Permanecerán las dudas y el temor de no poder ofrecer un destino turístico en las debidas condiciones.
e)  Y finalmente, permanecerá la obsesión por la imagen y reputación que se dispone y se emite al exterior.   

Para terminar; huyamos del autoengaño en materia de seguridad turística, donde se le puede estar dando un “valor absoluto” a procesos de seguridad meramente testimoniales y/o superficiales.