martes, 20 de septiembre de 2011

Inseguridad turística manejable e inseguridad turística inmanejable

Cuesta admitir, incluso íntimamente, que se convive con situaciones de violencia e inseguridad. Por una cuestión estética, por un mero comportamiento profesional, por no generar alarmismo, por considerar que es la mejor opción para seguir siendo competitivos, por evitar distorsionar la reputación en ciertos mercados emisores, etc.

Si se llega a admitir, se hace de la forma más discreta y diplomática posible, evitando que la situación se vuelva más caótica e insostenible. En el fuero interno de muchos agentes públicos y privados, se considera que el escenario de inseguridad todavía se puede controlar y manejar.


Por lo tanto, el primer paso es admitir el problema, pero esto no es suficiente. Se tiende a pensar que la puesta en marcha de ciertas iniciativas y procesos adicionales permitirá mantener el estatus competitivo alcanzado. Estas acciones se convierten en un “peaje” por la convivencia con hechos y situaciones atípicas e inseguras, y la consiguiente imagen exterior debilitada.


Muchas veces, estos esfuerzos se ven superados por los efectos negativos de la violencia y la inseguridad, que se vuelven cada vez menos manejables. En esos momentos, surgen las contradicciones, las auto-justificaciones, las presiones internas y externas, la búsqueda de culpables, las dudas sobre la productividad y la profesionalidad, la obsesión con nuestra reputación en los mercados, etc.

Quizás debamos asumir la necesidad de poner en marcha otros procesos más complejos y contundentes, pero siempre, desde la discreción y el tacto necesarios.

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